Capítulo 23

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Este capítulo va dedicado a todas aquellas personas que lidian o han lidiado con la ansiedad o alguna enfermedad psicológica.

Con el tiempo todo cura. No hay excepciones <3

Jane

Abro la puerta de la sala y hago un gesto con la cabeza haciendo saber que la clase ha terminado, hoy les he dado un poco más de caña a mis alumnos, bueno… algo más que un poco, mi mal humor me ha llevado por ese camino.

Y la culpa no es de nadie más a parte de mí y mi orgullo por no atreverme a hacer cosas cursis/vomitivas con Axel.

El día de la cita con Axel fue estupendo, más que eso. Terminamos en la cama, como era de esperar, y la pasamos extremadamente bien juntos charlando de cualquier bobería. El problema se originó cuando una pesadilla comenzó a hacerse vigente en mi mente, y no, no fue una cualquiera, sino una muy gráfica de lo que hubiera pasado la noche en la que me desperté consciente tras el secuestro de mi ex novio psicópata y, por supuesto, no fue nada agradable imaginar todo lo que él hubiera podido haberme hecho de no ser porque logré escapar a tiempo.

En los últimos días había estado sueños, o más bien recuerdos, de una chica muy dulce, pero no sé quién es, ni siquiera puedo visualizar su rostro.

El caso es que me desperté gracias a Axel, el cual se veía preocupado y asustado a partes iguales por los gritos que se escapaban de entre mis labios, las lágrimas que brotaban sin parar de mis ojos y los movimientos bruscos que forjaba en sueños. Una escena nada agradable. Pero cuando me vió despierta intentó parecer calmado para no transmitirme su miedo, aunque el ataque de ansiedad tras ese momento de pánico se desarrolló igualmente. No sentí vergüenza al instante, de hecho, me costó algo de trabajo ubicarme en el tiempo y recordar que estaba con Ax.

Recuerdo que seguí llorando durante lo que me parecieron horas, pero fueron apenas unos minutos, y le pedí incontables veces que se marchara de la casa, pero él no lo hizo, se quedó a mi lado en todo momento. Recapitulando los hechos me doy cuenta de que en ningún momento intentó tocarme en ningún momento, tan solo se sentó a unos metros de mí dejándome mi espacio personal y felicitándome entre susurros para conseguir calmarme, me gustó oír su voz suave pronunciando palabras como:

Estás haciéndolo muy bien, Jane”

“Estás fuera de peligro, eres muy fuerte”

“Estoy orgulloso de ti

Sobre todo, esa última frase, la cual no estaba acostumbrada a escuchar. Dejé de llorar a los pocos minutos y me ofreció una pastilla que disminuye levemente mi ansiedad elevada, aunque acabé decidiéndome por ir yo misma a por ellos, con las piernas y brazos aún temblorosas. Después se mantuvo al margen, escrutándome con la mirada, en la cual aún había cierto tinte de preocupación, pero abundaba el orgullo.

Al principio no lo entendí ¿Por qué iba a estar orgulloso de mí? Es decir, acababa de tener un ataque, debería estar decepcionado o con miedo hacia mi comportamiento ¿Habría pensado que estaba loca? No, no fue así, puesto que se quedó conmigo, ayudándome a salir adelante y vencer aquella agresión.

Y aunque no fue él quien me hizo calmarme, me contagió su orgullo por mí misma, haciéndome sentir mejor, porque yo sola había conseguido salir de aquel hostil ataque de ansiedad. No me hicieron falta los medicamentos sedantes que me hacían parecer drogada, tampoco tuve que llamar a la Juls en el momento, simplemente seguí los pasos indicados por la psicóloga y conseguí volver a mi estado de calma.

Hay tantas personas que creen que un ataque de ansiedad es un pequeño temblor en las manos y unas cuantas lágrimas que se borran cuando la persona indicada te abraza y te da algunas palabras de aliento. Pero no, no es así.

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