Caliope
Maxwell era muy bueno en la espada.
Me alisé el vestido mientras lo observaba balancearla, cortando el aire con movimientos certeros y rápidos, no parecía cansado a pesar de llevar practicando cinco horas seguidas. Yo incluso me había aburrido de seguir leyendo sobre la historia del reino de los vampiros.
Los Ascorth tenían una historia muy peculiar en la manera en que seguían con su linaje. El matrimonio entre hermanos era un tabú en el reino de las hadas, pero los vampiros seguían promoviendo esa manera de mantenerse puros y no había quién les contradijera.
Me puse de pie y me acerqué al vampiro de cabello rubio, su cabello estaba mojado por el sudor dejando que pequeñas gotas colgaran en el extremo antes de estrellarse en el piso o su armadura.
- Príncipe Maxwell.- Le extendí mi pañuelo.- Es muy bueno en el manejo de la espada.- Lo elogié, pero el maldito príncipe solo levantó una ceja y se me quedó viendo sin responder.
Me sentí nerviosa.
Sabía que había sido él quien puso una flor en la entrada de mi cuarto, quien había decidido salvar mi vida... Pero siempre que trataba de acercarme se alejaba. Era muy desesperante.
Los días anteriores había tratado de acercarme a él de esta manera, pasivamente para ser amigos, pero el príncipe siempre contestaba de manera seca o simplemente se alejaba. Hoy ya era un triunfo por sí mismo que hubiera seguido entrenando después de que yo llegara.
Le había comentado a mi hermana sobre el olor que percibía del príncipe y ella me había dicho que no había ningún registro sobre eso y también era la única que lo percibía, ya que, para ella el príncipe solo olía a limpio. Quería encontrar la respuesta sobre su olor, pero no llegaría a ningún lado si solo me alejaba. Así que él día de hoy me determiné a llegar a algo que nos uniera.
Entrenar con él parecía una buena idea. Mi madre era una mujer muy apegada a sus votos de matrimonio, así que no hacía nada que no le correspondiera a una mujer, pero mi hermana mayor me permitía hacer lo que quisiera siempre y cuando tuviera cuidado de que no se enterara nuestro padre.
Él por fin tomo mi pañuelo y se secó el rostro antes que el cabello.
- Gracias.- Murmuró antes de darse la vuelta para irse.
Lo detuve colocando mi mano sobre su brazo.
- Sé mi amigo.- Bajé la cabeza apenada por mis palabras dichas de esa manera, pero sin retroceder.
- Suelte mi brazo, princesa...- él comenzó a hablar antes de ser interrumpido por una voz femenina, sentí como se tensó todo su cuerpo.
- ¿Todavía no pueden llevarse bien? - La reina de los vampiros se acercó a nosotros. Era muy raro que visitara el campo de entrenamiento, incluso parecía que ya esperaba encontrarnos aquí.
- Madre.
- Su majestad.- Maxwell y yo inclinamos la cabeza.
- Entonces, ¿Son amigos? - La reina preguntó con una extraña sonrisa en los labios. Me estremecí con un sentimiento de peligro.
Ninguno de los dos contestó a esa pregunta.
- Me entristece mucho que mi querido hijo no pueda hacer amigos.- Lyana, la reina, puso cara de tristeza, pero era muy evidente que estaba mintiendo. Recordé las palabras de mi hermana advirtiéndome que a la reina se le daba muy bien el sadismo y juegos perversos.
- Somos amigos.- Le dije a la reina abrazando el brazo de Maxwell, el príncipe se mordió el labio haciéndome sentir aún más insegura de la situación.
ESTÁS LEYENDO
Villanos (La guerra eterna parte III)
FantasyCulpables. La historia siempre buscará culpables. Maxwell lucius Arscorth se convirtió en el rey de los vampiros, sentándose en un trono construido en sangre e iniciando una cadena de muertes sin sentido, tiranía y traiciones. Caliope Montefher Vari...