Capítulo 32

142 17 9
                                    

Lucius

Giré el anillo en mi dedo anular con aire pensativo.

¿Estaría bien Idara? Se había comenzado a adaptar a los asuntos del reino y me había mandado cortos reportes sobre los asuntos más importantes, lo que me ayudaba a mantenerme al tanto de lo que pasaba allá, cuando volviera sería mucho más fácil encargarme de los asuntos pendientes. Pero aún así no podía dejar de preocuparme por sus reacciones al reciente vínculo, había tratado de eliminar toda posibilidad de que se volviera dependiente de mí y alejarme había sido buena idea para su seguridad. Sin embargo, eso no me ayudaba a mi mismo, la sed era insoportable y el deseo de volver hacía ella aún peor, pero lo enterré profundamente, centrándome en la guerra.

Después de la muerte de Ivyridiana estuve seguro de que no sobreviviría, había sentido una agonía sin igual, a pesar de que no habíamos ido a más allá de una amistad aún así vomité y expulsé sangre sin parar por días sin poder tomar nada para reponerlo. No sabía cómo seguía vivo porque de repente mis síntomas se disminuyeron y comencé a recuperarme rápidamente, lo suficiente para realizar otro ritual de vinculación con Idara, pese a las advertencias del brujo me apresuré a ello y ahora seguía sintiendome enfermo.

Doblé mi camisa hasta mis codos viendo mis venas color negro, ahora mucho más preocupantes que antes. Estaba rechazando el vínculo.

- Eso parece doloroso.- Forcé una sonrisa tensa al escuchar a Maxell sentarse a lado. El fuego de la fogata brillaba bajo, agregué madera.

- No lo es.- Murmuré.

El general sonrió.

- Ahórrate las pretensiones, Lucius. Yo te entrené.- Dijo con brusquedad.

Era cierto, en alguna parte de mi infancia se había hecho cargo de mi educación y fue brutal. Maxell me había hecho más fuerte física y mentalmente en muchos sentidos, pero sus métodos eran una pesadilla que no le deseaba a nadie y aún así, lo respetaba. Nadie podía vivir tanto, perder tanto y seguir manteniendo su cordura.

- No duele, en verdad.- Me mantuve firme.

Maxell no insistió está vez, mi educación me haría decir lo mismo aunque fuera lo contrario. Ya era parte de mi. Así que tocó el tema que le llevó al verme.

- Estás rechazando el vínculo.- Comentó.- Ya te veías mal en días pasados.- Maxell todavía no sabía que ahora la reina era Idara, pero tampoco era tan raro un rechazo después de años. Así que no sospechó de mi verdadera condición.

- Es un revés momentáneo. Estoy bien.- Me cubrí los antebrazos de nuevo y retomé mi tarea de afilar mi lanza.

Idara estaba bien, lo podía sentir a través del vínculo que se negaba a encajar por completo. Eso era suficiente, yo no era importante. Sentí calor en el cuello y nuevamente sentí que recuperaba energía. Suspiré, Max sacó sus armas y comenzó a limpiarlas, estaban llenas de sangre de las Kisas que había matado.

Decidí desviar el tema a él.

- ¿Y cómo te trata la vida de casado? - Pregunté, logrando que se detuviera por un segundo. Sonreí, él había empezado con las preguntas.

- Bien.- Dijo.- De maravilla.

- Escuché que te retaron a un duelo, ¿Perdiste? - Le tomé el pelo.

Maxell no contestó, pero frunció el ceño. Me pregunté si se estaba replanteando de elegir a la bruja rebelde como esposa. Parecía muy feroz y tenía una manera muy irrespetuosa de hablar.

- Casi.- Lo escuché admitir sin verme, casi con un tono de admiración. Ladeé la cabeza, tal vez eso era lo que le gustaba de ella.

Permanecimos en silencio por un tiempo, hasta que decidí preguntar algo que me rondaba.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora