Capítulo 38

118 16 28
                                    

Arista

Todo estaba bien y al mismo tiempo no lo estaba.

Últimamente no podía dormir, así que mi estado de animo era muy malo. Al cerrar los ojos veía solo sangre y escuchaba susurros de dolor en mi mente, sentía que me volvía loca, así que el príncipe me recomendó que dejara de intentar recordar y me recuperara, por lo que centraba mi tiempo en estudiar sobre mi elemento y en el rey.

Era muy agradable pasar tiempo con Enoch.

Desvié la mirada del libro que había estado leyendo para ver a través de la ventana. El paisaje era muy bueno, me sentía en paz en este pequeño rincón de su oficina y Enoch lo sabía, accedió a ponerme un sillón aquí, aunque no pareció gustarle mucho la idea al principio, pero desde aquel día me mantenía el mayor tiempo posible a su vista y realmente no tenía quejas sobre ello, de igual manera mi única responsabilidad era entretenerlo.

- El amanecer y el atardecer son muy bonitos.- Murmuré.

- Tienes razón.- Dijo Enoch, pero no estaba mirando hacía la ventana, su vista estaba fija en mi.- Es muy bonito.

Me sonrojé y me escondí detrás de mi libro. El rey de las hadas se puso de pie y se acercó, se sentó a mi lado y bajó el libro para verme directamente.

- No te escondas.- Murmuró sosteniendo mi barbilla.- Si lo haces solo quiero cazarte.

Me quedé estática viendo sus ojos y me incliné hacía él besándolo, Enoch correspondió y me tomó de la cintura para acercarme a su cuerpo, sentí que mi piel subía su temperatura corporal junto con la suya y me rendí nuevamente, pero escuchamos como tocaban la puerta, el rey se separó de mi, se dirigió de nuevo a su escritorio y ordenó que el invitado entrara. Volví a esconderme detrás del libro.

El príncipe Aiden entró a la oficina, se inclinó ante su padre y yo me pude de pie para saludarlo, correspondió y luego se sentó, le extendió unos documentos a su padre.

- Estos son los últimos ataques de las Kisas al territorio, han disminuido significativamente.- Dijo. El rey asintió y agradeció a su hijo. Me senté nuevamente viéndolos intercambiar unos datos más antes de que el príncipe sacara a relucir el tema por lo que estaba aquí realmente. Me entusiasmé por ello.

- ... Padre, me gustaría pedirte permiso para sacar a la señorita Schevert y a mi hermana a las celebraciones de otoño.- Me lanzó una rápida mirada.- Creo que les ayudaría a mejorar su estado de animo.

Yo asentí muchas veces cuando Enoch me vio. Realmente quería salir del palacio y respirar libremente por unos minutos.

El rey suspiró.

- Si es lo que ellas desean, no veo algún inconveniente, lleva a la guardia real contigo.- Dijo. Yo me moví feliz, genial. Aiden asintió y se despidió con una pequeña sonrisa en mi dirección.

Enoch volvió a mi lado, pero esta vez llevaba una pequeña caja en su mano. La miré en silencio y el rey la abrió, dentro había una pulsera de tobillo dorada con el nombre del rey en ella.

- Enoch, ¿Qué es...? - El rey tomó mi pie y descubrió mi tobillo para colocar ahí el accesorio. Fruncí el ceño, en la cultura de las hadas era para marcar un claro territorio. "Me perteneces solo a mi" era el mensaje que enviaba.

- No puedes quitarla sin mi permiso, Arista.- Susurró incorporándose, rozó mis labios con los suyos.- Eres mía.

Me recorrió un escalofrío sintiendo una especie de deja vu y por primera vez sentí miedo, me esforcé por borrar el sentimiento y cerré mis ojos rindiéndome a Enoch.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora