Lucius
Cuando el olor se esparció por la habitación tuve un mal presentimiento.
- Ivyridiana..- Solté su nombre como una advertencia.
Ivyridiana se rio con nerviosismo llevándose las manos hacía sus labios, percibiendo al igual que yo, que cosquilleaban.
- Dime que no es un afrodisiaco.- Murmuré.
Ivyridiana olfateó más a fondo la esencia de lo que había liberado ella misma y luego me miró con expresión culpable.
- Creo que lo es.- Comenzó a retroceder hacía la puerta.- Huele exactamente como uno y estoy teniendo muchas ganas de quitarme la ropa. así que asumiré que si.- Me lanzó una sonrisa.- Bueno, técnicamente el hada que me lo dio tenía un punto, es imposible que alguien bajo los efectos de un afrodisiaco siga enojado.
- Pruébame.- Comencé a ir en su dirección pensando en matarla, pero Ivyridiana gritó "suerte" mientras salía corriendo. Seguramente buscaría al hombre con el que se veía para aliviar su deseo. Gruñí sintiendo el calor recorrer por todo mi cuerpo.
Abrí las ventanas para eliminar el olor que me ponía cada vez peor, pero aún después de que desapareció, el deseo siguió aumentando. Tomé el nudo de mi corbata comenzando a aflojarlo mientras me dejaba caer en la silla, seguí tratando de resistir, sin embargo, los síntomas empeoraron con un dolor de cabeza que no me dejaba pensar con claridad y el sudor cubriendo mi frente. Jadeé cuando otra ola me invadió. Me puse de pie dándome cuenta de que perdería la cabeza si no hacía nada.
Tomé mi lanza, que había estado descansando sobre el armero en mi oficina junto al resto de armas y me dirigí hacía la puerta, la abrí con violencia encontrándome con el rostro sorprendido de Idara y la mano en alto, seguramente con intenciones de tocar la puerta.
Fruncí el ceño dando un paso hacía atrás sintiéndome abrumado por tenerla cerca y fruncí el ceño sintiendo el dolor aumentar, ella pareció pensar que estaba molesto con ella y retrocedió también.
- Yo... su majestad.- Apretó sus manos juntas, viéndome con ojos confusos.- ¿Está bien? - Preguntó al ver como mi cabello comenzaba a pegarse en mi rostro. Apreté con más fuerza la lanza.
- Princesa.- Mi voz salió ronca. Maldije internamente.- Vuelva a su habitación.- La orden salió más brusca de lo que pensaba.
Idara comenzó a dar un paso hacía atrás, pero luego se detuvo. ¿Por qué tenía que elegir los peores momentos para hacerse la valiente?
- No pienso marcharme, su majestad. - Trató de parecer segura.- Quería preguntarle porque removió el poder de mi padre de la corte de los vampiros.
La miré mal.
Ivyridiana fue quién había presentado las pruebas de que su padre había estado cometiendo actos de corrupción en los juicios por dinero y poder. ¿No le había dicho a su hermana sobre eso? Ivyridiana había traicionado a sus padres para garantizar su propia seguridad y la de su hermana, si no hubiera sido la misma reina quien me notificara, entonces habría caído toda la familia Lambrousy. Ahora que la situación era de esta manera, se pudo manejar el asunto de manera discreta y ambas hermanas mantuvieron su posición.. solo que, le advertí a Ivyridiana que poco a poco destruiría el poder de sus padres para que solo quedara un poder vacío sin más, ya no habría nada que protegiera a ambas hermanas de lo que decidiera con sus vidas. Ivyridiana confiaba ciegamente en que no las dañaría, así que accedió sin pensarlo.
Idara me miraba con cautela, había atracción y miedo en sus ojos. Hacía bien en temerme, después de todo, no era más que un villano disfrazado. Podría tomarla justo ahora y liberar el deseo que dolía, podía convertirla en lo que yo quisiera y nadie me detendría, ni siquiera su hermana podría salvarla de todo lo que le haría. Podría encerrarla, encantarla de tal manera que no pudiera vivir sin mí... Me acerqué hacía ella, acorralándola contra la pared, ahora en sus ojos había pánico y expectación, se estremeció. Sonreí, mostrando mis colmillos. Leerla era tan fácil que no necesitaba entrar en su mente para saber que pensaba. No la toqué, hacerlo sería sucumbir al deseo y eso era algo que un rey no se permitía, nunca. Solo la miré, sabía que mis ojos ahora eran de color rojo, los miraba reflejados en los suyos que contenían lagrimas no derramadas.
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Villanos (La guerra eterna parte III)
FantasiaCulpables. La historia siempre buscará culpables. Maxwell lucius Arscorth se convirtió en el rey de los vampiros, sentándose en un trono construido en sangre e iniciando una cadena de muertes sin sentido, tiranía y traiciones. Caliope Montefher Vari...