Ivyridiana
Hubiera preferido que terminaran con mi vida.
El último recuerdo que tenía era sobre salvar a mi hermanita gemela y que me atravesaran el corazón, pensé que en ese momento estaba muerta y eso hubiera sido mucho mejor que el tiempo que había pasado en este horrible lugar.
La celda estaba oscura, había mucha humedad y el ambiente era sofocante. Mi cuerpo agazapado en una esquina no era muy diferente al de una muñeca completamente rota, sonreí a la oscuridad rogando en silencio para morir de una vez por todas, ya no me importaba parecer completamente débil, ya no había nadie a quien fingir que era indestructible, ¿La vampiresa más fuerte de todo el reino? Aquí estaba, siendo usada como fuente de experimentación de unos malditos cazadores de vampiros.
Irónico que me hubiera enamorado de uno y además tenía dos hijos mestizos.
Mi madre estaría escandalizada.
Desde el momento en que se determinó quien era fuerte y quien era débil abandonaron a mi hermana a su suerte para que se educara como pudiera y a mi me obligaron a vivir según sus expectativas. Mi matrimonio fue solo una más de esas decisiones para controlar mi vida. Lo que envidié desde un principio de mi esposo fue que a pesar de haber crecido de manera similar, tomaba sus decisiones sin permitir la intervención de nadie.
Lucius Maxwell Arscorth II, era el diablo mismo con mascara de caballero. La viva imagen del asesino de reyes... No, era el asesino de reyes. La discusión que habíamos tenido semanas atrás y por la que decidí ya no alimentarme de su sangre fue precisamente por ese tema, yo quería decirle lo que había descubierto y él no quiso escuchar, ¿Por qué? Tal vez una parte de él ya lo sabía y no quería enfrentar la realidad de que era un villano. Había descubierto el secreto de la primera reencarnación entre los vampiros y parecía ser que tendría que llevármelo a la tumba.
Cerré los ojos con pesar, estaba tan cansada y podía sentir como el veneno recorría por mi sangre, quemándome desde dentro, parecía que este si funcionaría y así los humanos tendrían otra forma de matarnos.
Escuché pasos por el pasillos que conducían a mi celda, fruncí el ceño, preguntándome si era hora de otro experimento. Escuché que se abrió la puerta y traté de poner mi expresión más cínica en mi rostro, aunque mis ojos picaban con las lagrimas no derramadas.
- No, no. No des un paso más. Deja adivino quien es esta vez.- Inhalé como si mi nariz funcionara.- ¿El tipo que se ofende cuando le digo gordo? - Silencio. Sacudí la cabeza, si hubiera sido ese ya me hubiera golpeado.- ¿El amigo vengativo que dice que mate a su amistad del alma? - Escuché unos pasos, endurecí mi abdomen preparándome para el golpe, pero este nunca llegó, en cambió, sentí unas manos posarse en mis muñecas y luego un click de una cerradura ser abierta. Me derrumbé hacía el frente chocando contra un pecho amplio, sentí un par de manos tomarme en brazos y por fin me digné a abrir los ojos viendo un par de bonitos orbes violeta mirarme con seriedad. Solté un sollozo de alivio y me relajé entré sus brazos mientras me llevaba fuera. Miré su rostro que se mantenía con vista hacía el frente, sus mejillas estaban salpicadas en sangre y noté humedad en su abrazo... sus ropas también estaban cubiertas de sangre humana, se había hecho cargo de los cazadores que me habían tenido cautiva, por un breve momento pensé que llegarían más cuando se dieran cuenta de que yo ya no estaba en mi celda... pero Lucius caminó todo el camino hacía el exterior con tranquilidad y yo solo veía cuerpos inertes en el suelo, así que no fue difícil deducir que había matado a toda la base de los caza vampiros.
Después de recuperarme de mis lagrimas, pude formular palabras con voz ronca.
- Llegas tarde.- Dije.
ESTÁS LEYENDO
Villanos (La guerra eterna parte III)
FantasíaCulpables. La historia siempre buscará culpables. Maxwell lucius Arscorth se convirtió en el rey de los vampiros, sentándose en un trono construido en sangre e iniciando una cadena de muertes sin sentido, tiranía y traiciones. Caliope Montefher Vari...