Caliope
El choque de espadas se produjo con violencia. Maxwell no se media en sus ataques y yo contestaba de igual manera, buscando cualquier descuido de su parte para dar el golpe final, pero como siempre, terminé con la punta de su espada en mi cuello observando su sonrisa de suficiencia, que me hizo lanzarle una maldición.
- Termina el entrenamiento.- La tranquila voz del gran duque Maxell Arscorth me impidió continuar con mi mal genio por perder.
El príncipe y yo envainamos nuestras espadas y nos despedimos del antiguo rey de los vampiros con respeto. Ya tenía 11 años y esta vez mi padre me había mandado a mi al reino de los vampiros por asuntos diplomáticos. Realmente no lo entendía, ya que realmente no hacía nada... pero eran asunto de los adultos, así que no me preocupe mucho por eso.
Las lecciones del gran duque eran realmente muy valiosas y a pesar de que tenía poco tiempo enseñándome, había avanzado mucho mi nivel y mejorado mi postura. Era un profesor callado que podía ser muy firme y estricto. De manera inevitable terminaba agotada con las lecciones pero me gustaban mucho.
Ayudé a Maxwell a llevar a su lugar todas las cosas.
Limpié la espada con cuidado antes de ponerla en su lugar.
- ¿Qué vamos a cenar? - Le pregunté alegremente. Hoy parecía un día perfecto para una tormenta, el olor a tierra mojada solo me ponía de mejor humor.
- Yo seguiré con mi dieta de siempre.- Murmuró.- Puedes pedir que lleven cualquier cosa que desees a tu habitación.
Me reí consiguiendo una mirada sospechosa de él antes de hablar.
- Les pedí que me llevaran la cena a tu habitación.- Confesé.
- ¿De nuevo, orejitas? - Se burló.
Hice un puchero.
- Realmente le tengo miedo a la oscuridad.- Me traté de defender.- Maxwell había estado de acuerdo en que yo durmiera con él, siempre y cuando no fuera todos los días, y ya habían pasado dos días, a mi forma de ver, era valido.- Y no me digas orejitas.- Le lancé a la cara el pedazo de tela con el que estaba limpiando mi espada y este fue detenido por el príncipe.
- Orejitas.- Repitió.
- Eres un...- Estaba a punto de decirle algunas de sus verdades antes de detenerme de repente. Sentí que me ponía pálida del susto por la figura femenina que se acercaba por la espalda del príncipe. Vi a Maxwell también ponerse rígido antes de dar media vuelta e inclinarse ante la reina, yo hice lo mismo, tratando de no mostrar lo mucho que me asustaba esa mujer.
La reina de los vampiros nos sonrió, ese día llevaba un vestido rojo, su labial era de la misma tonalidad. El olor a sangre y sus ojos desenfocados me dieron una inminente sensación de peligro.
- Su majestad.- Saludé con unos modales mucho más pulidos que la primera vez que nos habíamos cruzados.
- ¿No te enseñó tu madre que las espadas eran objetos que solo podían usar los hombres? - La reina señaló la espada en mis manos. Entré en pánico. Maxwell y yo habíamos mantenido en secreto sobre mi aprendizaje sobre la espada precisamente por que la reina de los vampiros tenía unas ideas muy rígidas y además estaba loca.
Un hada joven no podía mentir, a menos que cumpliera los doscientos años, estaba obligada a contestar con la verdad. Así que solo mantuve la cabeza agachada.
- Estaba ayudando al príncipe a recoger el campo de entrenamiento.- Murmuré con las manos temblorosas, no era una mentira, pero si la reina profundizaba no había manera de escapar de ello.
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Villanos (La guerra eterna parte III)
FantasyCulpables. La historia siempre buscará culpables. Maxwell lucius Arscorth se convirtió en el rey de los vampiros, sentándose en un trono construido en sangre e iniciando una cadena de muertes sin sentido, tiranía y traiciones. Caliope Montefher Vari...