Caliope
Aiden estaba muy enfermo.
Aryan se había marchado por un tiempo para poner en orden sus asuntos y justo en ese momento mi pequeña bola de fuego había caído muy enfermo. Les supliqué a los guardias que me dejaran hablar con el rey... la fiebre no bajaba y su piel era tan roja que me daba mucho miedo pensar en perderlo.
- Mami...- El buscó mi mano y se aferró a ella. Me sentí desesperada.- Du..ele...- Gimió, solo tenía dos años y su pequeño cuerpo no podía soportarlo. Su mirada se volvió vidriosa y comprendí que si no conseguía ayuda, lo perdería por completo. Miré la ventana con barrotes y tomé una decisión, rompí mis articulaciones aguantando el dolor para poder pasar entre las rendijas apretando los dientes para liberarme y escalé como pude hacía una ventana abierta en un piso superior, todavía tenía los grilletes de magia en mis manos para evitar el uso de mi poder, me volví a colocar las articulaciones con una mueca. Entré a una habitación abandonada y salí de ella moviéndome por los pasillos para evitar ser vista hasta que llegué a lo que antes había sido mi oficina. Entré cerrando la puerta con cuidado pero me quedé estática a la imagen frente a mi.
Cayden estaba besando a Ella. Apreté los puños y ahogué el sordo dolor en mi pecho, caminé hacía el centro de la habitación, estaba descalza, pero Cayden me escuchó y se separó con algo de brusquedad de mi hermana menor, la miró con algo de molestia, pero supuse que era por haber sido interrumpido.
- Vete, Ella.- Le ordenó. Mi hermana me miró con una sonrisa de satisfacción y se detuvo por un momento a mi lado, se inclinó y me mostró el anillo de propuesta en su dedo.
- ¿Ves esto? Yo seré su esposa y tu eres solo un recipiente que tuvo su bastardo.- Susurró en mi oído, me dio una palmada en la mejilla y se fue con una maldita risa. Me mordí el labio con fuerza y tragué el nudo en mi garganta.
- Dame una razón para que no llame a los guardias y te arrastren de nuevo a tu celda.- Dijo acercándose a mi.
- Por favor, Aiden está muy enfermo.- Lo enfrenté.- Necesito tu ayuda.
- ¿Aiden? - Preguntó.
- Así se llama, nuestro hijo.- Murmuré y él levantó una ceja. Continué.- Inició con una fiebre muy alta, quema al tocarlo y está tornándose su piel roja.
Cayden se cruzó de brazos.
- ¿Y esperas que te ayude solo así? - Preguntó.
Por supuesto, todo tenía un precio, aunque se tratara de su propia sangre. Di un paso más hacía él, había solo un pequeño espacio entre nosotros.
- ¿Qué es lo que quieres? - Pregunté, estaba desesperada por la seguridad de Aiden. Cayden extendió su mano y tomó mi barbilla, me estremecí recordando la última vez que me había tocado, me sentí aterrada, pero no retrocedí. Él llevó su mano hacía mi cuello, haciendo un gesto de estrangularme, pero sin apretar. Aún así el aliento me abandonó.
- Conviértete en mi esclava.- Dijo en voz baja.- Estarás solo a mis ordenes y te entregarás por completo.
Traté de retroceder, pero la imagen fugaz de Aiden me detuvo y lo último que vi de él, agonizando me hizo tomar valor para asentir.
- No quiero que solo estés de acuerdo así.- Retrocedió.- ¿Recuerdas aquella ocasión en la que me dijiste que pasaría el resto de mi vida arrodillado ante ti? - Sonrió.- Ahora de rodillas, Caliope y pídeme, suplícame que te permita ser mi esclava.
Las lagrimas se deslizaron por mis mejillas y lo miré destrozar lo último que quedaba de la reina Caliope, aquella que se había jurado a sí misma no volver a sentir la humillación de estar a los pies de un hombre que abusó de mi. La vieja yo habría preferido morir antes que doblar las rodillas, pero la vieja yo no tenía una personita de dos años que proteger y terminé de destruir lo que quedaba de mi en ese momento. Me puse de rodillas y sostuve el dobladillo de su pantalón, cerré los ojos por un momento agradeciendo que Max estuviera muerto y no me viera caer tan bajo.
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Villanos (La guerra eterna parte III)
FantasyCulpables. La historia siempre buscará culpables. Maxwell lucius Arscorth se convirtió en el rey de los vampiros, sentándose en un trono construido en sangre e iniciando una cadena de muertes sin sentido, tiranía y traiciones. Caliope Montefher Vari...