Kasdeya
Se veía muy guapo.
Malek seguía concentrado en los documentos en el escritorio de la reina Caliope, ya había pasado una semana de aquel incidente y todavía no mejoraba su estado, en esta ocasión el ataque había sido muy severo.
Había sido excesivo abrirle la espalda así al general Enoch. Sin embargo, había perdido los papeles por una buena razón, yo habría reaccionado igual de mal por la muerte injustificada de una de mis subordinadas. Sobre todo por que cada una de ellas tenía un significado especial para la reina, eran chicas que habían sido abusadas, recatadas por Caliope y ella les concedía su venganza, además de asegurar sus vidas para las personas que ellas querían proteger. Su guardia personal la amaba, acataban cada orden de ella sin preguntar y daban mucho miedo, eran perfectas asesinas.
Cayden pensó que hacía lo correcto y solo había arruinado todo tratando de salvar a esos malditos niños que tenían mucha sangre inocente en sus manos... pero bueno, ya no eran un problema. Yo había resuelto ese asunto. Como heredera al trono no había sido la primera vez que me manchaba las manos y tampoco sería la última, al menos había una habilidad por la que mi padre no podía decir nada: asesinar.
Caliope era muy buena como reina y se preocupaba genuinamente por las vidas que arrebataba, por eso su estado mental era tan malo. Era su deber hacer lo que fuera por proteger al reino, sobre todo con la plaga de corruptos con los que lidiaba, yo no la culpaba por hacer las cosas de esta manera. Yo había crecido por los privilegios marcados por las anteriores generaciones de reyes que se ensuciaron las manos, incluyendo a mi padre y mi abuelo, mi trabajo en realidad era mucho más sencillo de lo que ellos tuvieron. La reina la tenía muy complicada, sobre todo por los constantes intentos de asesinato. Era un tablero de juego sumamente peligroso en el que cualquier movimiento podía costar la vida, lo había aprendido a la mala, después de haber tenido que ser protegida muchas veces por Malek. Todos jugaban sucio, los nobles eran especialmente rastreros y yo también sentía una enorme satisfacción cuando veía a Caliope atraparlos en su propio juego para después decapitarlos.
Ahora entendía muchas de las decisiones que tanto había cuestionado de mi padre. A veces la pluma no era suficiente, se tenía que empuñar la espada y dejar correr la sangre.
Suspiré.
- ¿En qué piensas? - Escuché a Malek preguntar distraído.
- En lo guapo que te ves.- Realmente no era una mentira, su cabello castaño corto y su piel morena en combinación con sus ojos color esmeralda le daban un toque seductor, combinado con los músculos que se escondían sobre su traje me hacían querer comérmelo. Malek emitió una corta risa, pero no dijo más.
- ¿Cómo está la reina? - Cambié el tema.
- No lo sé.- Suspiró.- Ayer Aryan vino y se la llevaron a pasar por un tiempo libre de presiones al territorio del jefe de la familia Markovic. Estaba inconsciente todavía.- Dijo con expresión triste.
- Estará bien.- Traté de consolarlo.- El rey de los vampiros puede aclarar su mente.- Me terminé de recostar en el sofá.- ¿Cómo crees que pueda hacerlo sin volverse loco también? Me parece fascinante esa habilidad. ¿Nunca ha perdido el control?
Malek se detuvo a pensarlo, luego sacudió la cabeza.
- Raramente se molesta o pierde la tranquilidad, así que... tener un ataque así es casi imposible.- Dijo.
Asentí pensativa, en realidad, la fuerza mental de Lucius Maxwell no era algo que se podía subestimar. Así como la fuerza física de la reina, las deficiencias de uno eran cubiertas por el otro, los había visto entrenar juntos y pelear juntos, incluso habían desarrollado sus propios rituales para aumentar su poder, los estudiaban y llevaban a la practica sin miedo. Los envidiaba terriblemente.
Desde mi infancia quería mucho al abuelo por la calidez de su mirada al verme y que siempre llevaba dulces consigo. Lo extrañé terriblemente cuando ya no estuvo y ahora tenía la oportunidad de comprenderlo más, al menos en su primera vida. Era autoritario pero gentil, también sabía usar la espada cuando se requería, centraba su vida en sus responsabilidades y las personas que amaba, era un rasgo que Malek tenía también muy arraigado en lo profundo de sí mismo.
- Tengo muchas ganas de unos dulces...- Murmuré con una clara indirecta. Malek se puso de pie y me ofreció varios que llevaba en su bolsillo, me entusiasmé y los tomé con gusto. De repente quise preguntarle algo.- ¿Por qué siempre llevas dulces? Nunca te veo comerlos.
Ya sea a Aaron o a mi, siempre nos los regalaba.
Malek volvió al escritorio y se sentó.
- Los dulces dan felicidad.- Murmuró.- Cuando era niño y mendigaba en las calles veía como el resto de niños sonreían y reían al recibirlos. Quería dar felicidad a los que me importaban, por eso me gusta regalarlos.
Se me llenaron los ojos de lagrimas y fui hacía él para abalanzarme sobre su cuello, Malek se sorprendió por mi repentina acción pero me abrazó de vuelta. No podía existir un alma como la suya en todos los tiempos. ¿Cómo era posible haber tenido la suerte de haberlo conocido? Ya ni siquiera quería que apareciera mi padre para traerme de vuelta, estaba loca por este hombre. Malek para mi era todo lo que pensé nunca existiría, me amaba por lo que era, no subestimaba mi fuerza ni mi inteligencia e incluso me animaba a superarme a mi misma siempre. A pesar de ser un príncipe heredero de la corona no descansaba y cumplía con cada responsabilidad de corazón, era la persona con más poder que había visto sin una pizca de arrogancia por ello. De verdad me había enamorado perdidamente de alguien y esa persona era maravillosa.
- Te amo.- Susurré contra su cuello y él me abrazó con más fuerza.
- ¿Interrumpo? - La irritante voz de Aaron llegó a mis oídos y a regañadientes me separé de Malek.
- Si.- Dije molesta.- Pero te perdono si llevas tu cara lejos de la mía y desapareces.
- Kas...- Escuché el susurro de advertencia de Malek pero lo ignoré cruzándome de brazos.
- Pensé que había un olor desagradable antes de entrar... ya veo que eres tú.- Dijo Aaron arrugando su nariz.
- ¿Insinúas que no me baño, bárbaro? - Le dije acercándome para encararlo, quedamos enfrentados, pero lo miraba hacía arriba y él hacía abajo con una sonrisa burlona.
- ¿No puede haber paz? - Preguntó Malek.
- No existe paz en la guerra.- Contesté levantando una ceja hacía mi contrincante.- Aunque ya gané.
- Ya veremos.- Aaron se inclinó para susurrar. - Esto todavía no termina.
- ¿Están hablando de la pelea de espadas? - Preguntó ilusamente Malek.- Ya les dije que lo consideraran como un empate.
- No.
- No.- Dijimos al mismo tiempo y luego yo continué.- Se gana o se pierde, no hay más.
Aaron asintió de acuerdo. Nos miramos fijamente en un concurso de miradas para reformar nuestra competitividad. Malek ni siquiera imaginaba que el premio era él mismo.
- Tengo dos dulces aquí.- Lo escuché decir.- Si abandonan la guerra por hoy, se los daré.
Aaron sonrió sabiendo mi debilidad, pero no era la única, tratamos de mantenernos en la competencia sin responder.
- ... Me sentiré muy triste si no quieren.- Malek nos chantajeó y cedimos con la promesa silenciosa de continuar después.
Me acerqué lo más rápido que pude al escritorio, tomé ambos dulces y me los comí. Aaron frunció el ceño.
- Siempre pierdes por lento.- Le dije con burla.
- Kas, eso fue trampa.- Dijo Malek antes de sacar otros dulces y dárselos en la mano a Aaron, quien los tomó y luego se inclinó hacía mi.
- La paciencia es una virtud que no tienes, por eso al final ganaré yo.- Murmuró llevándose los dulces a la boca.
Me crucé de brazos.
Para ser mi ancestro era terriblemente irritante.
------------------------------------------------
Este capítulo es algo corto, pero espero les guste.
Saludos y abrazos!!
ESTÁS LEYENDO
Villanos (La guerra eterna parte III)
FantasyCulpables. La historia siempre buscará culpables. Maxwell lucius Arscorth se convirtió en el rey de los vampiros, sentándose en un trono construido en sangre e iniciando una cadena de muertes sin sentido, tiranía y traiciones. Caliope Montefher Vari...