Capítulo 26

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Caliope

- Princesa, no es apropiado.- Cayden dijo, por milésima vez en la noche. Me tropecé con mis pasos y dejé caer mi bebida. Me reí.

Eran muy divertidas sus palabras.

- ¿Qué no es apropiado? - Arrastré las palabras, me entusiasmé perdiéndome por un instante en lo efectiva que era esa bebida para atontar los sentidos. Le llamaban el vino de las hadas, decían que era la única sustancia capaz de embriagar a los inmortales. Ya quería que Max volviera de la nueva disputa en el reino de los vampiros para que la probara conmigo. - Soy la princesa heredera, nadie aquí tiene más poder a excepción del rey.- Le puse una mano en el pecho.- Si yo digo que es apropiado, lo será.

Cayden levantó una ceja.

- Ya pasó un año de la muerte de la princesa, su alteza. No puede seguir embriagándose para olvidar el dolor, debe afrontarlo.- Dijo. Lo ignoré y fui a buscar más. Obtuve un vaso más grande que el que había tirado y me deslicé a la pista de baile donde dejé que mis pies me guiaran con la alegría del bullicio sin derramar una sola gota de mi bebida. 

Arrugué mi nariz al ver a las parejas bailar y extrañé a mi compañero de pista. Desde el funeral de mi hermana apenas nos habíamos visto. Se sometía a un entrenamiento bárbaro con Maxwell la mayor parte del tiempo, apenas respondiendo mis cartas y la otra parte libre lidiando con el desastre que armaban sus hermanos mayores, como el último sobre el embarazo de la princesa Lyesel. Yo escondí a toda costa mi problema con permanecer sobria, no quería su sermón y Cayden no podía hacer nada por la enorme diferencia de poder entre nosotros.

Sentí una mano en mi brazo firme pero sin lastimarme, miré a mi caballero tratando de convencerme de volver al palacio, al hombre de cabello blanco y ojos dorados que tenía mi corazón, su belleza siempre era abrumadora. Le sonreí y le rodeé el cuello con mis brazos, me puse sobre las puntas de mis pies y le susurré.

- Te quiero, Cayden.- Lo sentí ponerse tenso antes de llevarme fuera de la fiesta, hacía el bosque, me hizo sentarme en una banca y tomar el antídoto para volver a la normalidad, sonreí. Se estaba haciendo el sordo a propósito. Dejé que el sabor amargo de la sustancia que me devolvía la sobriedad pasara a través de mi garganta y cerré los ojos esperando en silencio hasta que hiciera efecto.

Ya sintiendo la mente clara lo miré directamente, se mantenía a unos metros lejos de mi a propósito, con la mano en la empuñadura de su espada que colgaba de su cintura, su uniforme para pasar desapercibido era negro con azul, sin ornamentos que le delataran como parte de la guardia real, su cabello estaba trenzado y recogido con simpleza, pero igual lo veía como la criatura más fascinante. 

Decidí seguir adelante con mi petición, ya estaba harta de fingir que todavía podía soportarlo. El protocolo, los nobles y mi incapacidad para llenar el puesto de mi hermana mayor, todos los días para mi eran oscuros desde que ella no estaba, ni siquiera estaba preparada para ser la figura materna de mi hermana menor Ella, quien pasaba todo su tiempo bajo la capa del rey y me agredía cada que me veía, había cambiado mucho, ya no podía asegurar que hubiera algo de amabilidad ahí. Estaba fuertemente mimada y la única manera de corregirlo sería con disciplina, la cual, mi padre no le daba. Solo cumplía todos sus caprichos.  

- No lo dije solo porque estaba ebria.- Miré al ex príncipe a los ojos.- Realmente, te quiero Cayden, me gustas.

Él me observó por interminables segundos en silencio antes de acercarse a mi, me puse nerviosa. Entrelacé mis manos con fuerza para que no me viera temblar. Cayden se puso justo frente a mi.

- Princesa, soy un esclavo.- Declaró.- No hay ninguna posibilidad.

Me puse de pie y lo enfrenté, tomé su mano. Cayden no la retiró, eso era un avance.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora