Capítulo 12

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Arista

Dudé por un momento antes de abrir la puerta. Sentí una opresión el el pecho antes de tomar el valor para enterar.

La habitación daba un aire demasiado masculino para ser de la princesa de las hadas, el papel de las paredes era color blanco, pero la decoración en general se mezclaba con el negro, dándole un toque propio de la realeza. La misma cama tenía un dosel con cortinas negras a los costados, aún abiertas, la cama completamente tendida, parecía la habitación vacía y decorativa de una persona que nunca se la pasaba en casa. Coloqué la capa en la cama y me di la vuelta para irme. Sin embargo, la vista de algo me llamó la atención, era una vitrina de cristal que contenía una espada color azul hielo con tonos blancos, envainada con una suave decoración de copos de nieve. Era una espada muy hermosa diseñada específicamente para una mujer, una elemental del agua. Acerqué mi mano hacía el cristal que la protegía, pero una gélida voz me detuvo.

- No esperaba su visita, señorita Schevert.- Sin duda alguna esa voz pertenecía al rey de las hadas. Salté del susto y me di la vuelta enfrentándome con él.

El rey Enoch tenía puesto todavía su ropa de día, una taza de té se encontraba en su mano derecha, pero su cabello largo caía libre sin ningún tipo de arreglo, señal de que se comenzaba a preparar para dormir. 

No era tan ilusa como para no caer en cuenta de la trampa en la que había caído gracias a la princesa Ilyana, desde un principio esta habitación era demasiado masculina y no creí que a las altas horas de la noche al rey le diera por visitar la habitación de su hija. ¿Ahora que hacía? Ya me habían atrapado.

Me arrodille en el suelo.

- Mis disculpas, su majestad. Me perdí y entré por accidente a su habitación.- Sabía que era una escusa muy pobre, pero no podía acusar a la princesa, era su hija, obviamente le daría la razón a ella. Yo no era más que material que se podía desechar entre estas paredes. 

- ¿Perdida? - Casi podía escuchar una sonrisa en su voz.- Parece perderse muy a menudo, señorita Schevert... encontrando las habitaciones de los demás, excepto la suya.

Sentí mis mejillas calentarse por la reprimenda.

- Soy muy distraída...- Murmuré. Muerta de la vergüenza. En mi corazón me resentí en contra de la princesa. Era muy obvio lo que quería lograr: mi inmediata expulsión y yo como una tonta caí, ahora seguramente solo me veía como una mujer viciosa que quiso treparse a la cama del rey.

Vi como se aproximaba a mi, hasta quedar solo a unos cuantos pasos. Su mano se colocó en mi campo de visión, la tomé sintiéndome cada vez más nerviosa. 

- Levanta la cabeza, señorita Schevert.- Murmuró con su voz profunda, me estremecí y luego la levanté para encontrarme con sus ojos dorados. Eran como obtener una vista de la luz, como si solo con verme reflejada en ellos podría ser perdonada de mis más oscuros demonios. El rey emitió una pequeña sonrisa que lo hizo ver aún más guapo de lo que era.- En vista de que se encuentra perdida, aprovecho para presentarle mi habitación. Estoy seguro de que lo tendrá en mente la próxima vez que abra la puerta de algún lugar aquí, en palacio.- Asentí, ya sin controlar en mi rostro lo mucho que me apenaba toda la situación. Quería huir de inmediato, pero el rey me tomó por los hombros dándome un rápido recorrido, yo me tropezaba con mis pies y el pretendía no darse cuenta.- ... Estos son los muebles decorativos, el armario, mi biblioteca personal.- Pasamos por la zona donde estaba la espada y no la mencionó de manera deliberada. Si ya estaba atascada hasta el cuello, al menos podría preguntar, ¿No? ¿Qué sería lo peor que pudiera pasar?

- ¿Esa espada es suya, su majestad? - Pensé que mis hombros se romperían por la tensión que sentí de repente en sus manos que me sujetaban. El rey estaba detrás de mi, así que no podía ver su expresión, pero el ambiente me decía que no tendría buena cara.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora