Capítulo 22

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Arista

Los días pasaban tranquilamente sin nada más que atender las enseñanzas de etiqueta. Ahora volvía a entender la frustración de mis estudiantes ante los exámenes. El príncipe heredero había estado fuera todo el tiempo lo que obstaculizaba mi progreso, si no fuera por los fragmentos de sueños, pensaría que no tenía nada que hacer ente lugar.

El rey tampoco me había llamado, me pregunté se si había molestado al haberle llamado insecto o por haberme descubierto en medio de una pelea con el rey de los vampiros, en cualquiera de las dos situaciones, ya debería haber perdido el interés en mí. 

Mis pasos sonaban amortiguados por mis zapatos en el suelo de piedra de los jardines, la vegetación era magnifica y el aire que respiraba cerca de las aromáticas flores me hacía sentir algún tipo de paz. El vestido que llevaba el día de hoy era de un rosa tenue y mi cabello estaba recogido con un simple broche, mi collar como siempre ocultando mi marca. 

- Señorita Schevert.- Me puse tensa de inmediato al reconocer ese tono de voz a mi espalda, cerré brevemente los ojos, ¿Ya habían pasado dos meses? ¿Cómo es que la reina podía salir? Me di la vuelta y me incliné hacía ella.

- Su majestad.- Dije.

Escuché su risa.

- Pensé que sería expulsada en las primeras semanas, ya veo que me equivoqué.- Dijo sin permitirme levantarme, en cambio, aumentó mi castigo.- Me decepcionan sus modales, señorita Schevert, debería realizar un verdadero saludo... De rodillas.

Me mordí la mejilla brevemente ante su abuso de poder y dejé que mis rodillas tocaran el suelo.

- Me disculpo, su majestad.- Mi voz era controlada, pero comenzaba a irritarme. La reina parecía tener demasiado tiempo libre como para buscar como atormentar a una simple concubina. 

- Si realmente quieres disculparte, puedes hacerlo saliendo del palacio a tu maldita granja y revolcarte con un hombre que este a tu altura.- Sus palabras se escuchaban mas cerca, se inclinó a mi altura y sostuvo mi cabello con fuerza. Siseé con el tirón que me dio.- ¿Qué clase de cabello es este? Igual de vulgar como su dueña, escandaloso como una puta.

- ¿No se supone que te debías quedar un mes más encerrada, Ella? - La voz del rey Enoch se escuchó grave y seria. Un pequeño estremecimiento recorrió el cuerpo de la reina antes de soltarme y encararlo.

- Cayden.- Dijo acercándose a él. 

- Cuida tus palabras.- El rey le advirtió, la reina se paró en seco tratando de reconstruir sus expresiones, pero era un desastre. Podía adivinar fácilmente que él odiaba que le llamaran por ese nombre.

- S-su majestad.- Dijo, entonces la reina.- Eh reconocido mi error al hablarle de manera inapropiada al príncipe y a la princesa, reconsidere el castigo.

- ¿Qué se supone estabas hablando con mi concubina? - El rey Enoch evitó el tema de los príncipes y pasó directamente a la escena que seguro había presenciado.

- Solo me aseguraba de que no tuviera más ambiciones que la de calentar su cama.- Dijo, con un deje de nerviosismo.- Sabe que es mi deber como reina el mantener a las concubinas a raya. Escuché que tuvo una conversación no apropiada con el rey de los vampiros, debe ser enseñada apropiadamente para que no vuelva a pasar, por lo que me haré responsable de su educación de ahora en adelante para que no lo moleste.- Su lengua era rápida y su ingenio para asegurar que este a su alcance y atormentarme era algo que me hizo temer, me encogí sobre mi misma deseando desaparecer. Sentí la mirada pesada del rey antes de escuchar su respuesta.

- No es necesario, Ella.- Se colocó a mi lado y me extendió la mano, la tomé con un temblor, su calidez me recorrió de inmediato desde la punta de mis dedos hasta mi muñeca, su mano cubría por completo la mía. - Yo me encargaré de mi concubina.- Sus orbes dorados se posaron sobre los míos sin emociones aparentes, pareció recorrerme rápidamente en busca de alguna agresión y pareció satisfecho al no ver más que mi cabello desordenado.- Está bien, ¿Señorita Schevert? - Dijo en voz extremadamente baja inclinándose en mi oído, un escalofrío recorrió de inmediato mi espina dorsal y sentí algo húmedo entre mis piernas ante sus palabras, asentí varias veces tratando de evitar la mirada furiosa de la reina. Si no quería destacar para no seguir metiéndome en problemas con la reina... entonces ahora con la atención del rey se me había colocado un cartel invisible de "mátenla" en mi espalda.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora