Capítulo 33

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Kasdeya

- ¿Cómo te sientes? - Eros siguió monitoreando mis signos vitales, yo me sentía bien, pero veía que los números no eran buenos.

- Será bueno detenernos.- Jora cerró la bolsa que se había llevado mi sangre para analizarla después y retiro la aguja de mi piel, me colocó una bonita curita. Le sonreí y ella correspondió. La vi alejar el líquido escarlata cantando una suave melodía por lo bajo, su cabello color miel estaba recogido en un moño desordenado, cuando volvió sus ojos color avellana se centraron en su esposo con amor.

Era muy irónico, considerando su pasado como monstruo. Jora fue la primera Kisa que pudo volver a la cordura y convertirse en un vampiro artificial gracias a Eros, por supuesto que no superaba en fuerza, velocidad ni auto curación que uno de nacimiento. Sin embargo había sido un gran avance a todo lo que se había conocido sobre las Kisas y no contento con ser un genio de la medicina en nuestra raza, Eros se casó con su experimento, ella fue su primera esposa. Jora tenía un corazón de oro, si ocupaba que alguien me escuchara, podía acudir a ella.

Malya entró con mi copa de vitaminas para vampiros, una medicina creada por Eros. La tomé con una mueca, siempre sabía amarga, pero tenía que tomarlo, porque estaba enferma.  La suposición del marqués había sido que yo no podía soportar la carga genética de la mezcla que había en mi ADN. Ni siquiera podía usar magia como mi padre, ni controlar los elementos, pero yo era veneno andante, mi sangre era tóxica para cualquier ser que intentara tomarla y mi mordida también lo era. Agregándole que producía en exceso y cada cierto tiempo tenían que sacármela porque si no terminaba envenandome a mi misma. Era una verdadera mierda.

Nadie quería casarme conmigo y ya me llamaban viuda negra a pesar de que todavía no había matado a nadie. Suspiré y me terminé la sangre. Tenía que volver a mis deberes en cuanto pisara de nuevo el palacio.

No quería heredar ningún trono, ni ser princesa heredera, pero no tenía hermanos. Ni opciones.

- Eros.- Malya se dirigió a su esposo con un tono mucho, pero mucho más suave que de costumbre, sus ojos color dorado parecieron brillar al ver al vampiro todavía concentrado en el monitor de mis signos vitales. Se acercó a él y puso una mano sobre el cabello negro del marqués, reclamando atención. Eros levantó la mirada y le regaló una sonrisa sincera a Malya. 

- ¿Estás devuelta? - Le preguntó a ella, la mestiza asintió. Malya era hija del original Alyan Markovic y la princesa Ilyana Eckhart, por si sola era una mujer fuerte e independiente que al verla uno tenía ganas de dejarse dominar de inmediato, era una de las vampiresas más fuertes del reino y parte de mi guardia personal, a excepción de las veces que mi padre la mandaba a algún lugar lejos. Nadie se atrevería a meterse con ella y esa misma mujer ruda estaba sonrojada al sostener la mano de Eros. 

Sentí que mi estomago se retorcía con envidia. ¿Y si yo también formaba mi propio harén? Podía permitírmelo económicamente hablando, que me miraran así, sería un sueño. Suspiré, ¿A quién engañaba? Nadie quería vincularse con una bola de veneno andando.

Me aclaré la garganta y los tres voltearon a verme.

- Favor de no comer frente a los pobres.- Murmuré. Jora se rio. 

- Encontrarás a tu príncipe azul.- Dijo en voz baja.

- Uno que no le tenga miedo a la muerte.- Dijo Malya.- O a tu padre, cualquiera de las dos son para asustarse. 

Eros estaba mortificado por las palabras de su segunda esposa, pero yo me reí, ella siempre era tan sinceramente brusca. 

- No digas cosas tan crueles.- Dijo Jora a Malya, la mestiza se cruzó de brazos y se burló.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora