Capítulo 3

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MAXWELL

- Lo siento mucho.- La pequeña hada pelirroja de ojos verdes se disculpó, se veía de verdad avergonzada. No pensé en molestarla. Su olor me pareció complicado de describir, era como a flores, vainilla, madera de cedro y algo de jazmín, fue tan fascinante que me tranquilizó casi al instante. Ella trató de limpiarme con su pañuelo pero la detuve, seguro lo empeoraría sin querer. 

- No es necesario, señorita.- Sonreí para tranquilizarla.- Solo es una pequeña mancha. Me disculpo por arruinar su bebida.- Le mentí, de verdad era desagradable, el vino había pasado a través de la ropa y comenzaba a sentirme pegajoso.- Le invito una copa.- Ella tenía intención de negarse pero prácticamente la arrastré de nuevo hasta una barra cercana, le pedí otra, la pagué y me disculpé para irme, si Ivyridiana no me hizo caso al traerse una muda extra, la mataría.

- ¿A quién ofendiste? - Cuando me encontré con Ivyridiana, se burló en voz alta, gruñí y le pedí el otro cambio.

- No lo traje.- Sonrió.

Hice un ademán hacía su cuello, de verdad quisiera ahorcarla.

- Te vendrían bien unas semanas de arresto domiciliario.- Murmuré sin decirle directamente, pero pareció entender, ya que puso mala cara.

- Eso es terriblemente injusto.- Me apuntó con el dedo.- Pero esta bien, iré a conseguir algo de ropa.

Ivyridiana se marchó. Me recargué en uno de los arboles esperando que el rey de las hadas se tardara un poco más en llegar. No me apetecía tener que dar explicaciones de mi aspecto.

Se habían encontrado cuerpos de hadas y vampiros en los limites del territorio de las hadas. El rey Enoch me había mandado una carta para reunirnos de manera discreta para discutir sobre el asunto sin involucrar al resto de los nobles. La relación entre vampiros y hadas seguía siendo frágil después de lo sucedido con el rey y la reina en la anterior guerra.

Ivyridiana insistió en venir, más que nada por su inclinación a divertirse antes que su posición como reina. En este caso no importaba, ella podía jugar mientras no causara problemas.

Me distraje observando el panorama, parecía un festival muy animado. En la pista de baile estaban las hadas divirtiéndose sin pensar si quiera que alguien ajeno a su raza los observaba. De repente, observé a cierta pelirroja en la pista de baile con precisamente el hombre que me había invitado a estar aquí: el rey Enoch. 

Bueno, al menos no tenía que preocuparme tanto porque viniera de inmediato hacía acá.

Ivyridiana llegó con un cambio de ropa aceptable de color negro  y me fui a cambiar en lo profundo del bosque. Fui rápido. Volví encontrándome al rey Enoch charlando con Ivyridiana.

 - Rey Enoch.- Le saludé llegando y le entregué mi ropa a Ivyridiana, ella la tomó con cara de aburrimiento y se despidió.

- Rey Lucius.- Enoch me extendió la mano, la tomé para completar el saludo cordial.- Me complace su presencia.

- Es una situación delicada, después de todo. Involucra ambas razas.

El rey Enoch asintió. De él emanaba el olor de aquella chica, me pregunté si él también era capaz de captarlo. Lo descarté casi de inmediato, de todos modos no era algo que me importara.

- Mis guardias determinaron que habían sido asesinados por Kisas.- El rey de las hadas comentó.

- Se han visto más activas desde hace algún tiempo. Parecen organizadas, probablemente estén planeando algo que cause mayores problemas.- Contesté.- Mandaré algunos espías para verificar sus acciones y mandaré los resultados hacía su palacio.

Villanos (La guerra eterna parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora