Capitulo 12

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Adele

Estuve ansiosa porque el evento terminara e irme. Mi corazón saltaba de lado a lado desesperado por correr a ese lugar, por fuera me esforzaba por estar serena y seguir acompañando a Ricardo que estaba muy feliz por abrir una nueva sede para talentos jóvenes de bajos recursos. El proyecto estaba hecho con la más pura sinceridad y amor que tiene para dar. Su interés en los jóvenes es dar una oportunidad que pueda cambiar sus vidas y hacerlas mejor.

Me quedé en nuestra mesa conversando con uno de sus amigos para que el tiempo pasará rápido. Saber quién era el tipo de personas que lo apoyaba era de mi interés, conozco muchas personas que invierten en proyectos por beneficios monetarios y no por el mismo interés de una persona que quiere obrar de buena manera.

—¿Otra copa mas, señorita Adkins? —vi a la mesera parada a mi lado, tentativamente pude decir que si, pero negué. —¿Agua?

—No cariño, estoy por irme. Gracias. —le dediqué una sonrisa y busqué con la mirada a Ricardo. Miré la hora en el reloj de mi muñeca y suspiré levantándome de la silla.

Saludé a alguno de sus invitados que sorprendidos me vieron, pocos sabían de lo nuestro porque por mutuo acuerdo decidimos mantenerlo privado y que lo supieran nada más nuestros allegados como amigos íntimos.
Le pregunté a uno de sus guardaespaldas que estaba parado en la barra con la vista fija en la tarima dónde cada uno de los socios se dirigieron a los presentes.

—Está por llegar. —respiré profundo, acomodando mi cabello hacia atrás. —Se le presentó una urgencia y está en el baño.

—Bueno...

Lo ví salir secándose las manos, caminé a él con una sonrisa saludandolo de nuevo con un beso. Acomodé su lazo en el cuello viendolo a los ojos para hablarle.

—Quisiera quedarme pero debo irme.

—¿A dónde irás? —me miró confundido.

—Veré a Alison y luego iré a casa para ver a los niños. —le expliqué.

—Oh entiendo, le diré a uno de mis chicos que te lleve.

Le agradecí el gesto de acompañarme hasta el auto y asignarme a uno de sus guardaespaldas. Me incliné sobre el asiento para quitarme los tacones y relajarme un poco antes de llegar. El silencio junto con la tranquilidad vinieron a mí dejando a todas las personas hablando a mi alrededor atrás en ese evento. Todavía sigo prefiriendo la paz de mi casa, o estar con mis amigos en un bar, a ser socialite y no sentirme cómoda en esos espacios.
Conversé con Simon camino a Tottenham para preguntarle por los niños y hablar con ellos, pero no me di cuenta que el tiempo pasó muy rápido, era tarde y ya ellos dormían. Sin querer comencé a llorar por no haberles hablado en el día y enfocarme en otras cosas. Le pedí que los llevará al amanecer a casa mañana, para verlos antes de que se fueran a clases.

—Señora.

Levanté la cabeza del asiento terminando la llamada con Simon.

—Llegamos, pero no creo que sea seguro avanzar con el auto. Es Tottenham.

—Lo sé, déjame aquí y vete. Regreso a casa sola.

—No puedo señora, tengo órdenes de... —lo miré por el espejo dentro del auto.

—Dejame aquí y vete, te lo estoy diciendo yo.

Me bajé del auto con los tacones en mano, pensé en ponermelos pero analicé las calles pensando que podía caminar descalza. Muchas veces lo hice de pequeña, enterrandome alguna piedrita sin pasar a mayores. Sonreí recordando mi niñez y lo feliz que fui.
Volver a Tottenham fue sentirme tan extraña, nostálgica y un poco triste, pero también fue sentirme como en casa. Me hizo extrañar a mamá, y sonreír por lo feliz que fui de niña a pesar de las carencias.
Las calles se sentían igual, nada había cambiado, los alumbrados públicos seguían siendo faroles, las fachadas eran las mismas, un poco mejoradas. Las personas de noche en las calles, los niños corriendo por las avenidas, todo intacto.

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