Capitulo 23

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Alison fue llevada a la casa de los Adams por parte del equipo de seguridad que todavía trabajan para ellos. En esa visita fue acompañada de Haylin, con la que todavía sostenía una amistad que se formó desde la infancia, a la llegada de Alison al prescolar dónde estudiaba, la conexión existió desde que eran las únicas dos niñas con un cabello rizado y abundante a las que todos identificaban como gemelas, o hermanas, desde ahí fueron inseparables hasta esos últimos días dónde Alison se despedía de su hogar.

—¿Que van a hacer con esta casa, Alison?

—Es gigante. —dijo Alison en medio de la sala detallando cada parte y como en cada lugar había un recuerdo. —Ellos no harán nada hasta lo que sé. Venderla, supongo. No volverán pronto acá.

—¿Cuántos años les dieron? —siguieron por el camino al ascensor que llevaba al segundo piso donde estaba su habitación.

—Mamá no me ha querido decir, y tampoco he querido saber. —pulso los botones cerrando el ascensor. —Diez, veinte, por ahí va la cosa.

—Es mucho tiempo.

Alison se dirigió a la habitación que la resguardó por las noches durante quince años, de ahí solo necesitaría su ropa, par de libros que le gustaban todavía y un album de fotos sobre su infancia. Lo sacó del cajón de su closet y medio lo ojeo sin darle mucha atención, pero lo quería llevar con ella para recordar un poco de dónde vino y quiénes fueron ellos antes de todo el desastre.
Con una pequeña maleta salió de la habitación, viendo con tristeza lo demás, el silencio era tal que cualquier ruido ocasionaba un eco. La casa ya lucía bastante abandonada, el equipo de limpieza no le dedicaba tanto tiempo como antes, se notaba por el polvo en el suelo y los cuadros opacos.

—Haylin, ven. —dijo Alison llegando a la primera planta, dejaron la maleta en medio de la sala y siguieron por uno de los pasillos a su mano izquierda que llevaba al, jardín, sala de estar, sótano, y un pequeño estudio.

Haylin confundida siguió a Alison detallando lo que hacía, la vió detenerse frente al escritorio y mirar más allá, sobre un cuadro, luego lo rodeó moviendo el cuadro desde la punta haciéndolo caer. Alison sonrió con malicia viendo el gesto de sorpresa de Haylin.

—¿Es una caja fuerte?

—Fuerte no es. —Alison tomó la perilla abriendo la pequeña puertecita. —¡Charan!

—Es... dinero. —dijo Haylin viéndolo desde su punto. —Pero... ¿No lo vas a...?

—Claro que si, como que no. —Alison lo sacó poniendolo en el escritorio, sacó doce pacas de dinero que medían más o menos veinticinco o treinta centímetros, en billetes de quinientos euros. —Ven, llévate la mitad.

—¡¿Qué?! ¿Estás loca? Pon eso en su lugar, Alison.

—Tranquila, no es dinero sucio si es lo que piensas. —Alison le habló relajada dividiendo las pacas. —Todo el dinero sucio lo tiene el estado, secuestrado. Este es, dinero... ¿Bueno?

—¿Cómo sabes?

—La policía ya hizo una investigación o algo así. Ten. —Alison deslizó por la mesa las cinco pacas de dinero para Haylin. —¡¿Vas a quedarte para ahí como mensa?! Toma, es tuyo, te lo regalo yo.

—Es dinero de tus padres, Alison.

—Ellos no van a volver ni lo van a necesitar. Esto se quedara ahí, pudriendose, lo que no es justo si lo podemos usar.

—No Alison, mejor vámonos.

—Te lo estaba regalando. —le advirtió Alison señalandola, Haylin se encogió de hombros sin ningún interés. —Me lo llevaré para decirle a mamá que lo legalice o lo ponga en una cuenta bancaria a mi nombre, estoy segura de que más adelante me servirá.

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