Capitulo 45

148 17 13
                                    

Miranda.

La lluvia cesó pero no así mi impresión. El bloqueo me mantuvo en silencio y tiesa como una estatua sembrada al pavimento. Los intentos por decir o actuar fueron nulos ante ella, estaba bloqueada y el frío tampoco es que ayudaba al desenvolvimiento de mí. La miré por tanto tiempo sin medir cuánto pasó, pero fue bastante para ver el pasado a través de ella y vaya dolor, un dolor en pasado. Era irreal verla, respirar tan cerca haberla tocado por mínimo. La sensación del tacto que fue mínimo permaneció en la yema de mis dedos. No esperaba este momento, hace mucho dejé de soñarlo, ni lo proyectaba. Sabía que un día la vida me la daría a la cara, pero no así, ni en estas condiciones.

Mi impresión iba por su presencia frente a mi y pero más allá por su aspecto físico y sus vibras. Cargaba sobre ella las emociones más densas y oscuras, podía verlo, se la verdad antes de que sea dicha. Su cara demacrada, las ojeras y los ojos hinchados no eran indicios de una buena situación. Poco se podía ver el color de sus ojos por los párpados hinchados, hoy eran sus pupilas dilatadas al máximo y el parpadeo era lento del alguien agotado. El cabello enredado, revuelto y sus uñas sucias.
Y si, lo único que reaccionó de mi fueron mis ojos que la detallaron de arriba abajo.

No es un fantasma. Es Adele de carne y hueso.

No es así como recuerdo a la rubia feliz que dejé. Vivaz y brillante.

Me rasqué la frente mirando atrás al auto estrellado contra el poste. Todo el parachoque estaba destruido, las llantas parecían servir aún y la parte interna del auto quedó intacta. Regresé mi mirada a ella abriendo mi boca sin artícular palabra y bufé quedándome en silencio unos segundos para luego finalmente hablarle, ella adelantandose.

—¿Lo he logrado?... ¿Esta es otra vida en dónde estás tu recibiendome?

—No Rubia. —hablé con el temblor de mi voz causado por el frío y el quiebre emocional que me generó. Entendí a qué se refería sus preguntas cuando miré de nuevo el auto chocado. —Seguimos en el mundo de los vivos.

Le propuse ir a casa para ayudarla con ropa y comida esperando una respuesta de su parte sin recibirla. Caminé al auto con lentitud esperando que me siguiera, en la acera se quedó escaneandome de arriba abajo, dudando tal vez de mi y de todo. Tambaleando en sus pies caminó en dirección a mi y le seguí el paso lento hasta el auto cuidado no desmayara a mitad de la calle. Una vez arriba me tomé unos segundos para soltar el aire y dejar caer mi postura.

—¿Que ha pasado contigo, Adele?

Maneje a casa viendo a papá en la avenida. Dando gracias al cielo por mi llegada abrió sus brazos en el aire y caminó al estacionamiento de la casa abriendo el portón. Aceleré un poco estacionandome con rapidez. Bajé del auto abriendo las puertas traseras viéndola arrullada en su cuerpo con los ojos cerrados y apretados, entumesida en el frio. Esto podía salir mal.

—Papá se que estás cansado. Pero necesito un favor. —susurré acercándome a él que con curiosidad miraba dentro del auto. —Ve al puesto de comida de mamá y tráeme una sopa bien cargada con limón.

—Miranda. ¿En qué estás metida ahora? —dijo fastidiado llevándose las manos a la cabeza.

—Por favor papá. El resto lo resuelvo yo. —le hablé con autoridad y sin más salió del estacionamiento.

Respiré profundo tres veces antes de mirar de nuevo dentro del auto, solté mis puños, el aire y me incliné sobre los asientos tomando sus brazos. Logré alzarla poniendo sus brazos alrededor de mi espalda y me impulsé con ella saliendo del auto. Me detuve cuando sus puños apretaron sobre mi y su cuerpo se tumbó por completo sobre el mío. Las lágrimas pasaron al llanto, un llanto amargo que le crujía de adentro en el alma, escandalosos de esos que retumban en las paredes y te mueven la caja torácica completa, parecía llorarse la vida entera pues sus pausas eran el comienzo de un llanto más fuerte e intenso, sin hallar calma humana que pudiera detenerla.

River Lea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora