Capítulo 54

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Adele

—Mamá... iremos a la escuela. Te vemos en la tarde.

Escuché en la lejanía, era la voz de Lyanna. Ví su cabello negro en la puerta de la habitación y perdí el conocimiento.

Un ruido debajo de la puerta me hizo despegar la cabeza de la almohada. Ví la sombra moverse de lado a lado inquieta y desesperada. Recosté mi cabeza de nuevo entre la oscuridad de la habitación cerrando mis ojos otra vez.

Había pasado la mitad de la noche pensando una y otra vez en esto, nada de dormir ni de soñar, intranquila ante su presencia. En ocasiones me giraba para verlo y creer en su presencia me parecía un holograma o ilusión de mi memoria al pedirlo tanto en el pasado.

Estiré mi brazo fuera de la sabana tomando el celular. La luz me hizo cerrar los ojos y me sobresalté al ver que eran las once y cuarenta de la mañana. Casi mediodía.

—¿Apenas estás despertando?

Su presencia, de nuevo. Abrió la puerta vestido en traje beige, lleno de accesorios y perfumado. Asentí acomodando las almohadas a mis espaldas. Titano pasó aplastandolas bajo su cuerpo y en sus patitas me acomodé.

—¿Cómo dormiste?

—Bien.

—¿Me acompañas hoy? Hay una reunión con uno de los equipos. Serán como unos juegos, unas actividades recreativas.

—Ya... veremos.

Cómo me levanté salí de la habitación siguiendo a Titano. Bajamos las escaleras juntos escalón por escalón. No sé si le había contagiado mi flojera pero caminó a mi ritmo y se lo agradecí. Dormir tanto me resta energías y ahora siento que en mí no existen.

A Alison la ví sentada en la mesa del comedor con una taza de cereal de colores entre sus brazos y un bote de leche a su lado. Nunca ha sabido la cantidad exacta de leche o cereal así que termina con medio litro de leche consumida.

—¿Por qué estás comiendo solita? —la abracé por la espalda besando su cabello.

—Mis hermanos están en la escuela, tu dormías, Titano madrugó para desayunar y Ricardo terminó antes de que yo empezara.

—¡Es cierto! ¡Tus hermanos están en clases!

—Si...

—¿Por qué tu no?

—Simon dijo que mañana. Mi grupo tiene días libres y hoy es uno.

—Oh, entiendo. —me calmé en el asiento.

—¿Quieres? Ya terminé.

—¿Hay más cereal?

—Si, es este.

Sacó el bote de cereal de la barra, con su puño agarró un poco echándolo en mi plato y luego hizo lo mismo colocando la leche. Terminó agregando un poco más de cereal y al ver que no se humedecía agregó más leche rebosando el plato.

—¿Está bien así?

—Sí, no hay donde más echar.

—Perdón es que no encuentro el equilibrio. —tomé su cucharilla recogiendo los bordes desbordados de leche y cereales pegados. —Por cierto mamá, tus amigos están en los jardines esperandote. Les dije que dormías hasta las doce e insistieron en esperarte.

—Mmmm. Se invitan solos.

—¿Cómo está el clima en tu día?

—Nublado, hija.

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