Capitulo 37

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Adele

Mis manos se movían con desepero buscando el botón de su pantalón que desbroche bajandolo un poco poniendo a la vista lo que quería jadee con su fogaz respiración en mi cuello y sonreí al sentir su miembro efecto contra mi. Me sentó sobre el lavamanos del baño jalandome por mis piernas a él permitiendo se deshiciera de lo que le estorbaba y me estorbaba a mi. Jugué con mi lengua en su cuello lamiendolo haciendo un recorrido húmedo hasta el oído, junté mi frente con la tuya sonriendo por su acción y cerré mis ojos ahogada en un grito por su entrada dolorosa y placentera. Admiré ver lo que hacía con rapidez y fuerza su cara se tornó roja desbariando en el placer que nos envolvía a los dos.

Lamía mis mejillas, mordía mis labios, apretaba mis senos con sus grandes manos, gemía conmigo. Me deseaba.

-Lento....por favor...

Ni siquiera me escuché, aferrada a su espalda sentí sus embestidas con el choque de nuestros cuerpos. Me ví en el espejo del lavamanos, el cabello pegado a mi cara por el sudor y mi camisa a medio hombro.

-¡Oh por dios! -escondí mi rostro con la voz de alguien detrás. -¡Disfrútalo nena, como perra en celo!

De un patada abrió el último cubículo y así lo cerró. Sin salir de mí me recostó sobre el retrete haciendo las entradas más profunda. Reprimía mis gemidos apretando mis labios, abría mi boca solo para recuperar aire aferrandome su espalda.

-¿Te gusto? ¿Te excito? -busqué su mirada, nuestras frentes rozaban por el movimiento brusco de él en mí. -Dimelo... ¡Ah! ¡Ahí! ¡Ahí!

-Te follaria cada día de mi maldita vida.

Desconcertada lo ví salir de mí de un instante a otro me giró sobre el retrete, tomó mis caderas alzandolas a el y sobre mi se apoyó sujetando mi cuello alzando mi cabeza con brusquedad. Grité, grité de dolor con su embestida apreté mis dientes soportando, hasta que mis gritos volvieron a ser gemidos y los de él sobre mi oído eran gruñidos.

-Aprieta... -me susurró, su mano me tocaba con destreza en mi debilidad lo que me volvía loca. -Aprieta un poco más...

Sentí el dolor por la contracción de mis muslos y junto con eso el temblor de mis piernas me hizo doblegarme frente al retrete, aferrandome a los bordes me mantuve hasta que él se vino y yo lo hice segundos después cuando salió de mi. Respiré agitada dejándome caer, a punto de vomitar.

Acomodé mi cabello de lado sin aliento, me levanté subiendo mi braga y mi pantalón, volví a sentarme de golpe sobre el retrete esperando el saliera. No lo miré. No podía levantar la vista ni la cabeza, el mareo era muy fuerte y mis fuerzas nulas.

-¿Salimos?

-Vete, yo me quedo.

-Hasta aquí. ¿No?

-Si, adiós.

Así sin más salió del cubículo, sin preguntas, sin palabras más que no necesité. Cómo si nada hubiera pasado.

Esperé un tiempo prudente para salir y buscar a Jedidiah, antes de colapsar en medio del baño. En el camino abroché mi camisa con los pocos botones que quedaban chocando con varias mujeres que a la salida del baño me vieron extrañadas reí por la vergüenza y mi locura, no les di la cara y como un avestruz caminé al piso del club. No me fijé de la hora, no tenía noción del tiempo, solo quería hallar a Jed e irme a casa. Ubiqué mi mesa pasando entre las personas que seguían aquí, el ardor en mi entrepierna me complicó la sentada, me toqué por encima del pantalón soltando un pequeño quejido por el ardor que aumentaba. Acalorada rogaba por un poco de agua pero ví tan lejos la barra que preferí tragar saliva antes de ir allá.

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