Capitulo 52

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Miranda

La tierra bajo mis pies me pareció más cómoda de ver. Mi cabeza por poco se entierra en sus piernas mientras recuperaba el aire. Toqué con la palma de mi mano mis mejillas, por supuesto ardiendo y no quise mostrarme así, evidente. Sin buscarlo dentro de mí una armadura abrazó mi interior y me bloqueé.

—Mirame.

Habló en tono exigente buscando mi mirada alzando mi cabeza por el mentón. Sus dedos cruzaron mi mejilla izquierda deteniendose en mi labio inferior, ahí sus ojos se estancaron por segundos eternos pensando en quien sabe qué mientras yo buscaba normalizar mi mente y mi interior, forzandome a restarle importancia a esto.

Mi interior se siente bloqueado, las emociones no fluyen y chocan en mí. Estoy a punto de hacer corto circuito parada frente a ella y ni sabré cómo explicarlo.

—¿Agua? Acá en mi bolsa quedan botellas.

—Gracias.

Se la recibí bebiendo de tragos grandes la botella de un litro. Pasé a necesitar el agua sin aborrecerla, humedeciendo mi garganta y mis labios. Retuve el agua en mi boca haciendo pucheros y luego la escupí a la orilla del lago.

Las botellas vacías las eché a una bolsa de plástico y las amarré a mi bolso. De camino a la salida las dejaría en un bote de basura junto a los otros desechos. Sacudí mis manos de la tierra limpiandome con la camisa. Matías estiraba sus brazos a mi esperando lo cargara.

—Ya está saldada la deuda.

Adele pasó su mano por la espalda de Matías qué busco mi cuello dónde se refugió de la luz del día.

—¿Una deuda? ¿Lo llamas así?

—Hablaste de deber... —el viento sopló con fuerza arrastrando en el la tierra y las hojas a nosotras. —...Ya te pagué.

—No me refería a eso...

Susurró perdida en algún punto de la tierra siguiendo un gusanito en dirección al lago. Sus palabras se desvanecieron por algún pensamiento que la hizo retractarse.

Acomodé a Matías en mis brazos dejandola sentada en las rocas. Caminé en el agua mojando mis piernas hasta las rodillas. Me incliné metiendo mi mano libre en el agua. La temperatura era bastante baja para dejar a Matías nadar. Lo incliné dejándolo por su cuenta tocar el agua.

—Está muy fría para nadar.

—No... —negó alejando sus manos y luego se impulsó más metiendo sus brazos enteros.

—Hey, no podemos nadar.

—Le gusta el agua. La playa sería un mejor lugar para él. ¿Lo llevamos mañana?

Adele apareció a mi lado con una toalla secando las manos de Matías. Luchaba en mis brazos por ir a su lado. Agitando sus manos se lanzó a ella soltando pequeños gritos y risas.

—Te diría que sí pero su madre va ida y vuelta. En la noche debe estar en casa de mamá buscándolo.

—Oh, no es cierto. —la desilución resaltó en los ojos de Adele. —Es muy corto el tiempo.

—Sí pero debe estar con ella.

—Ya lo sé. —abrazandolo contra su cuerpo lo besó las mismas veces que el rió ante el contacto. —Te han hecho muy lindo. ¿Lo sabes?

Salí del agua aprovechando el chance de estar sola. Acomodé mi bolso sacudiendo la tierra que el viento trajo. La basura la puse a un lado y sobre mi bolso coloqué el de Adele teniendo un poco de orden. De frente al lago me senté secando mis pies para colocarme los zapatos. Ahí tuve una vista perfecta y directa de Adele, ensimismada en Matías regalandole su mirada más bonita. En esos ojos enormes, transformados en negros cuando la pupila expandida opaca lo verde.

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