14. Inseguridad

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La mudanza comenzó en las siguientes semanas de febrero.

Dave, por las tardes, visitaba a Lauren con flores, pues permanecía en la incubadora. A veces, su padre le traía la cena; en otras ocasiones, le daba dinero para comprarse algo después de la escuela.

Los padres de Jill participaron en la mudanza mientras Dave estudiaba, pero el chico se encargó de acomodar las cosas de la muchacha en el dormitorio. Sin embargo, debido a la mudanza, las necesidades de Lauren y los proyectos de la escuela, empezaba a olvidar hacer la tarea.

Después de un recreo, Ainhoa, que casi nunca le hablaba, se había acercado a él junto con Isis, Angelina y Paola para preguntarle otra vez si su esposa era la chica de quince años violada en una iglesia.

—No.

Lo negaba para no darles de qué hablar.

Al mantenerse impasible, como si no le afectara, nadie se atrevía a molestarlo.

—Los del B están diciendo que es ella.

—No lo es —mintió Dave—, y si hace falta, les pediré que dejen de repetirlo.

Omar también le había escrito la noche anterior para decirle que un chico del Bachillerato del B, de Ciencias Sociales, un tal Jesús Barranco, se burló de Jill en cierto momento en un chat de amigos, llamándola "la virgen".

—Por lo del embarazo, ya sabes. Pero no te preocupes, nadie sabe quién es tu novia.

Dave no le hizo caso tampoco.

Se callaba y tragaba los insultos, porque no se atrevía a decirle a su padre que volvían a meterse con él, y con Jill.

Hasta que a finales de la semana, cuando había olvidado dos veces seguidas la tarea de griego y entregado los comentarios de texto de lengua con mala caligrafía y poco desarrollo, la profesora de latín y griego, antes de iniciar la clase, le pidió que saliera al pasillo.

Entre los azulejos verdes, en el silencio sepulcral de un instituto ocupado, le preguntó qué le ocurría.

—¿Te están haciendo algo? Porque he oído muchas cosas y no sé cuáles son verdad.

Dave alzó la cabeza para no llorar. Estaba agotado y estresado, y no sabía cuánto más podría resistir. Pero aquella profesora soltera y amargada, que ni siquiera le alcanzaba a la mitad del pecho, con el cabello hecho una maraña indomable de rizos negros, y más de treinta años de experiencia, lo trataba como si fuera su hijo, igual que a todos los demás.

—Estoy harto —farfulló.

—¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Yasmina siempre me hace preguntas sobre haberme casado, el bebé y... Luego Ainhoa.

—Sí, Ainhoa es un problema.

—Y los del B se están metiendo con mi chica. Si la violaron o no... no entiendo cómo la gente puede reírse de algo tan horrible. No es gracioso.

Estaba llorando.

Las lágrimas rodaban silenciosas por sus mejillas y él se las bebía porque rozaban sus labios. Se había apoyado contra la pared, hundidas las manos en los bolsillos de la chaqueta.

—Hablaré con tu tutora —le dijo al final la profesora—. No volverá a pasar.

—Es que no quiero que sepan...

—No te pueden hacer nada —le recordó, regresando a la puerta—. Siento que te esté pasando esto. La tutora le explicará al resto de maestros tu bajo rendimiento. No te preocupes, no estás delatando a nadie. Ve al baño si quieres.

𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora