El verano llegó a mediados de junio, y con él, el boletín oficial de notas del tercer trimestre, las vacaciones y los viajes. La primera persona en ver las calificaciones finales de Dave fue Jill. Su padre, en turno de mañana, no había pasado por él al instituto por culpa de una operación, de forma que Raúl acompañó a Dave a casa.
Mientras que Raúl había aprobado todas las asignaturas con cinco excepto filosofía, donde el diez se hizo rotundo, Dave había llegado a casa con notables y sobresalientes.
—Yasmina tenía razón —le dijo a Jill cuando le mostró el nueve en historia.
No repitió el primer examen de historia del segundo semestre, pero cuando el profesor Suárez dio las notas del siguiente en voz alta, como de costumbre, Dave elevó la cabeza sorprendido al escuchar su nombre:
—David Vallejo, nueve con cuatro.
El corazón se le volcó hacia atrás. Había llorado y sudado copiando los apuntes de historia, y ahí estaba su recompensa.
—Estoy orgullosa de ti.
Dave miró a Jill. Sonrió débilmente, porque ella no tenía ni idea de cuánto necesitaba oírlo. Pidieron pizza para celebrar el fin del primer año de Bachillerato de Dave y, mientras comían, la llave crujió en la entrada del apartamento.
—¡Papá!
Dave se levantó casi de un salto de la mesa, agarrando el boletín con algo de violencia, y sin darle tiempo a Ángel de retirarse la gorra o la mochila, le presentó la hoja de papel a diez centímetros del rostro.
—¡He sacado nueve en historia!
Ángel dejó la mochila en el suelo, contra la pared, antes de sujetar el papel que Dave le tendía. No necesitó analizar cada materia: simplemente resbaló la vista por los ochos, nueves y sietes que se repetían en las cuadrículas y, al cabo de unos segundos, apartó el boletín para mirar a Dave.
El chico, con la camiseta blanca ajustada que Natalia le había regalado, una con letras de molde negras en el centro, se retorcía los dedos. El suspenso lo consumía, pero no sabía que su padre guardaba en el corazón cada instante que lo veía para olvidar el pesado día de trabajo.
—Con lo difícil que han sido estos dos años para ti —le dijo al fin, tan serio como siempre—, estaría orgulloso de ti sin importar los números. Sé cuánto te has esforzado, campeón.
Dave no contestó. Solo sonrió un poco, sin mostrar los dientes. Sabía que su padre decía la verdad. Incluso de haber traído un seis en alguna asignatura, le habría dicho que era su hijo favorito. Porque no se trataba de los números pintados con tinta en la hoja de papel, sino de él.
Aquella noche, mientras Jill se bañaba, Dave bajó a la sala de estar con Lauren en brazos. Le habían comprado un pijama celeste y blanco lo suficientemente grande como para que le durase varios meses. Dave la balanceaba en sus brazos con leves toquecitos; para que no llorara, se había colocado sobre el hombro una camiseta de Jill.
Su padre, al verlo bajar en camisa interior negra, ajustada a sus hombros ya redondeados, sosteniendo a una niña de dos meses y medio en sus brazos, sintió un pedazo de su corazón hundirse.
Porque Natalia tenía razón. Dave ya no era el mismo, y prefería mil veces al chico delante de sí que al que recogió de una casa destrozada hacía un año.
—¿Todavía quieres ir a la Alhambra para el cumpleaños de tu hermana? —preguntó, y Dave confirmó con la cabeza—. ¿Le has dicho a Jill?
Dave, con sumo cuidado, se sentó en el otro sofá sin detener los ligeros toquecitos en la espalda del bebé.
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𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥
Ficción General«Dave está sanando. Sabe qué es el amor verdadero, ha aprendido toda la teoría, ¿pero cuánto tiempo le tomará ponerlo en práctica?» * * * Un año después de los juicios legales, se anuncia la sentencia que separará a Dave para siempre de sus agresore...