ADVERTENCIA: Este capítulo contiene un reencuentro. No lo leas si crees que eso arruinaría la historia para ti.
—Va a llamarte hoy.
—Está bien.
—¿Segura?
Jill asintió.
Así que Dave desbloqueó el micrófono de la llamada y le confirmó la llamada a Raúl.
Como casi todos los veranos, transcurrían semanas de sequía y calor sofocante y luego un día cualquiera, se soltaban las compuertas de los cielos. Jill, desde la cocina de sus padres, escuchó el estruendo; segundos después, la lluvia azotó los cristales de las ventanas. Debían de ser las siete de la tarde, pero el cielo se había oscurecido a causa de la tormenta.
Hacía varios días que su madre sufrió un ataque epiléptico.
Jill tomó un vuelo con Lauren y Cristian, de dos años, mientras que Dave volaría en cuanto recibiera unos días de permiso en el trabajo. El avión de Dave aterrizó tres días más tarde, temprano en la mañana, antes de que el clima empeorara, y Ángel lo recogió del aeropuerto.
Lo primero que hizo Dave al llegar a casa fue rescatar a Cristian de los brazos de Lauren; a continuación, saludó a su suegro.
—Papá no ha soltado a Cris desde que ha llegado —protestó Lauren; entró a la cocina, donde Jill lavaba los platos, para hacerle compañía, recargada contra el mostrador—. ¿Le puedes pedir que me deje cargarlo?
Aunque Lauren había ayudado a preparar el dormitorio de Cristian, ayudó a su madre durante el embarazo y montó la cuna con su padre, Jill se dio cuenta de que una parte de ella no lo había aceptado aún. Pero la muchacha no habló hasta el día que terminó primero de Bachillerato, en junio, cuando su madre llevaba ocho meses de embarazo.
Estaban en la cocina, después de haber cenado; Dave, apoyado en la mesa blanca, sin quitarse le uniforme, hablaba de algún tema que Lauren no escuchaba. Se había perdido en sus pensamientos: veía el vientre embarazado de Jill y a su padre ilusionado, porque llevaba meses cuidando la dieta de Jill, aplicando cremas y aceites en su abdomen, asistiendo a clases de ejercicio y a cursos de paternidad juntos, y empezaba a sentirse desplazada.
—Lau, ¿estás bien?
Lauren alzó los ojos verdes hacia su madre, que le había preguntado; tragó con fuerza.
—Tengo miedo —admitió por fin.
Una bola de nervios le anudaba los intestinos y ya no soportaba la tensión.
Dave frunció el ceño.
—¿De qué?
Lauren desvió la mirada hacia él.
—De que ya no me queráis —murmuró, y antes de que la interrumpieran, agregó—: Cris sí es hijo vuestro. Y sé que es tonto y egoísta, pero...
Se calló porque su padre la abrazó. Sintió los fuertes brazos de Dave rodearla, raudos y veloces, y se dejó estrechar. Se le revolvía el estómago de pensarlo.
—Lau, eres mi hija —lo oyó susurrar—. Siempre lo has sido. Y voy a seguir cuidando de ti con mi vida igual que cuidaré de Cris. Nada va a cambiar, cielo.
Decía la verdad, pero Lauren solamente lo entendió cuando ocurrió. Su padre seguía trayéndole flores, asistiendo a algunos partidos de voleibol de la escuela y conocía los nombres de sus amigas. Por eso, nunca le guardó rencor a Cristian.
Lauren les pidió a sus padres un año sabático antes de entrar a la universidad y ver tantas posibilidades de carrera como le fuera posible, pese a que se decantaba por ilustración o diseño industrial; por eso, cuando supo que irían a visitar a sus abuelos por parte de Jill, llamó a Ángel y le preguntó si podía acompañarlo al trabajo.
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𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥
General Fiction«Dave está sanando. Sabe qué es el amor verdadero, ha aprendido toda la teoría, ¿pero cuánto tiempo le tomará ponerlo en práctica?» * * * Un año después de los juicios legales, se anuncia la sentencia que separará a Dave para siempre de sus agresore...