Como todas las Navidades, Ángel trabajaba. Dave y Jill, por tanto, pasaron Nochebuena con la familia Ros, y el día de Reyes bajaron al anochecer la avenida, cargando a Lauren, ya que debían regresar temprano para que la bebé durmiera las horas necesarias.
Era de esperarse que la avenida estuviera cortada para los desfiles, pero no era el desfile lo que les importaba.
Dave rápidamente identificó la alta, fuerte e inconfundible figura de su padre, detrás de las vallas de seguridad, ante los dos enormes furgones que los protegían al comienzo del desfile. No empezaría hasta las ocho y media, lo cual les daba suficiente tiempo a Jill y Dave de acercarse.
Eran cuatro agentes, con sus gorras y bufandas tubulares, pero Dave reconocería los salvajes ojos castaños de su padre incluso en la noche más oscura.
—¡Papá!
Era todo lo que necesitaba decir para que su padre voltease por inercia. Lo vislumbró entre la multitud, y se descubrió entonces el rostro.
—¿Qué hacéis aquí?
Había sonreído sin querer, porque no esperaba que su hijo se presentase con su esposa y la pequeña Lauren. Se acercó hasta rozar la valla de metal con la cadera, la que los separaba de los furgones policiales, y Dave, tirando de la mano de Jill, se hizo camino hasta lograr abrazar su espalda.
—Si no puedes pasar el día en casa, nosotros te encontramos.
Ángel tomó en brazos a Lauren, que en poco más de un mes cumpliría un año de vida, y se bajó la bufanda ajustada al rostro para besarle la frente con sumo cuidado. Con sus diez kilos de peso, Lauren se mantenía sentada sobre su antebrazo, nadando en el mameluco rojo de invierno que le habían comprado los padres de Jill. Los pendientes de oro en sus orejas quebraban la noche.
Él jamás había pensado que tendría una nieta tan pronto, así que aprovechaba esos momentos con ella para mostrarle las luces de la ciudad y señalar cosas varias; le hablaba en voz baja y luego besaba su carita redonda, antes de regresarla a los brazos de Dave.
—¿Crees que algún día Nati la pueda conocer? —le preguntó, y Dave torció la sonrisa.
No solo le ilusionaba que consideraba a Lauren parte de su familia, sino que pensara en Natalia antes que en nadie más.
—Por supuesto.
Lauren siempre olía a colonia fresca y a jabón porque Jill se esforzaba todos los días por conservarla limpia.
Sin embargo, Ángel empezaba a notar las sonrisas forzadas de Jill, y le dijo a Dave una vez que la cuidara. Él no lo entendió entonces.
Jill no dormía bien: despertaba a las tres o cuatro de la mañana, estresada, a beber agua.
—¿Qué pasa, nena?
Jill, petrificada junto a la ventana, no se movió. Prefería fingir que no había escuchado la voz de Dave partir el silencio.
—¿Qué sueñas?
Jill liberó un tembloroso suspiro.
—No es un sueño —murmuró, reseca la garganta—. Es que no me siento yo.
Incorporándose, Dave apartó las sábanas, y el frío le golpeó el cuerpo.
—¿Por qué?
Jill parpadeó para ahuyentar las lágrimas.
—Tenemos una hija —dijo en un débil hilo de voz que amenazaba con hacerse polvo— y no tengo idea de lo que estoy haciendo.
—Lo estás haciendo increíble.
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𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥
General Fiction«Dave está sanando. Sabe qué es el amor verdadero, ha aprendido toda la teoría, ¿pero cuánto tiempo le tomará ponerlo en práctica?» * * * Un año después de los juicios legales, se anuncia la sentencia que separará a Dave para siempre de sus agresore...