Extra 3

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Dave y Jill conocieron a Elián en enero, la noche de Año Nuevo, después de insistirle a Lauren todo el verano que los presentara.

No era completamente culpa de Lauren: cuando la muchacha le comentó a Elián que su padre quería conocerle, él se negó en rotundo.

Iban saliendo de clases al pasillo, después de la última campana del día, en dirección a la salida. Siempre se separaban antes de alcanzar la puerta principal para que Dave, que recogía a Lauren, no lo abordase.

—Ni de coña. Me conoce.

—Pero nunca le has hecho daño.

—Las personas con las que me junto sí. Me matará.

—Eres un cobarde.

—Tú me presionas demasiado. Te he dicho que no estoy listo.

Pero el día de Año Nuevo, después de la cena, Lauren salió de su dormitorio con un cortísimo vestido negro de brillos y tacones dorados, y Dave, que estaba parado en la puerta de la cocina mientras hablaba con Jill, en su uniforme policial porque su turno comenzaba a las diez, la vio atravesar el pasillo hacia la sala.

Y frunció el ceño.

—¿Adónde vas a esta hora, señorita?

Lauren, que trataba de colocarse los pendientes de oro sin éxito, chasqueó la lengua.

—Elián me invitó a salir. Somos cinco, no tienes nada de qué preocuparte.

—Al revés, nenita. ¿Quiénes son? ¿Y dónde vais a estar?

—Mi grupo de siempre, papá —protestó ella, que había entrado a la sala a recoger su bolso negro del sofá. Se había planchado el pelo, para variar; maquillada y con el ajustado vestido, parecía de veinticinco años en vez de diecisiete—. Elián viene a recogerme y subirá a hablar contigo.

—Más le vale.

Tal como Lauren le aseguró, Elián subió al apartamento para presentarse delante de Dave y pedirle permiso para salir con su hija.

Lauren lo besó en la mejilla para que su padre no se alarmase y luego lo condujo a la cocina, pues Dave seguía recargado junto al marco.

Lo analizó de arriba abajo, desde el revuelto cabello negro hasta la informal camisa blanca, y frunció el ceño al darse cuenta de quién era.

—¿Estás saliendo con el chico de la plaza?

Y Elián sonrió, como siempre. El hecho de que Lauren se hubiese aferrado a su brazo, casi con miedo de soltarlo, lo hacía sentir seguro, aunque ni siquiera luciera preocupado. Se encogió de hombros, hundidas las manos hasta el fondo de los bolsillos.

—Todos los fines de semana nos vemos —le explicó a Lauren antes de regresar a Dave—: Ya le había dicho que nos conocíamos.

—No sabía que eras tú —remarcó Dave, que se cruzó de brazos.

—En mi defensa, nunca bebo.

—No es el mejor ambiente donde desarrollarte como persona, campeón.

—Me ha hecho defensor de la justicia, si eso cuenta.

Y Dave, aunque quiso evadirlo, sonrió. Hacía meses que se había dado cuenta de lo que ese muchacho hacía: que se fingía alcoholizado para que nadie agrediera a la policía. Por culpa del alcohol, la música y el intenso olor a droga, sus amigos no notaban que lo hacía a propósito, pero Dave sí. Muchas veces lo había empujado por error, por miedo a que se abalanzara sobre él y lo apuñalara.

Le echó un rápido vistazo a Jill, que le dedicó una dulce sonrisa al muchacho. Dave rodó los ojos.

Jill no estaba de acuerdo con que Lauren estuviera con un chico que salía de fiesta todos los fines de semana, pero por lo menos se dignó a sonreírle al muchacho. Luego continuó acomodando platos en las alacenas y Dave supo que tendría que lidiar solo con el interrogatorio.

𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora