El tiempo se marchitaba al igual que se secaban las hojas caducas del paseo hacia el instituto. Las bajas temperaturas helaban las calles. Lauren, con su grueso anorak y la bufanda de cuadros, odiando usar falda y medias de uniforme, esperaba ante el portón del instituto, bajo el cielo cenizo de un lunes invernal de noviembre, en la húmeda acera, antes del amanecer.
Como siempre, llegaba temprano por culpa de sus padres.
No era la única. Había un grupito de tres o cuatro chicas cerca del árbol aparentemente muerto junto al portón del instituto; algunos chicos se habían sentado al bordillo, con las mochilas entre las piernas. Las densas nubes amenazaban con llover; ella rezaba por alcanzar el aula antes de que se descargara la tempestad. Bufó. Le quedaban dos partidos de voleibol antes de finalizar el curso.
En el silencio de la mañana, el rumor de un coche atravesó la carretera.
Y alguien le tocó el hombro.
—¿Qué haces aquí a esta hora?
Elián, con su cabello negro revuelto, sonreía estúpidamente. Ella analizó su chaquetón militar sobre el uniforme y la mochila colgándole de un solo hombro, hundidas las manos en sus bolsillos.
—Mi padre me deja a las siete —explicó.
—¿Cómo está?
Lauren frunció el ceño.
—Bien —contestó, extrañada—, ¿por qué?
—Por la reyerta del sábado.
—¿Estabas allí?
—Hice lo que pude por ayudar, pero terminó pegándome a mí también.
Elián se rio, pero ella ya se había preocupado. Despacio, se giró a él con el corazón agitado para preguntarle qué había ocurrido.
—Les tiraron piedras, pero la poli los disolvió. Ya sabes cómo son.
Lauren asintió. Sabía mejor que nadie que su padre odiaba ir a la plaza los fines de semana.
Si un día su padre no regresaba a casa, si una mañana se reportaba su cuerpo sin vida, perdería la cordura. Al pensarlo, un escalofrío la sacudió.
—Tu padre es un impulsivo y un loco —espetó Elián, y los ojos verdes de Lauren se posaron sobre los cafés del chico—, pero piensa en todo. Oye, sigo esperando tu llamada. ¿Ha pasado algo? Te ves triste.
Veloz, Lauren negó.
—Estoy estresada —susurró.
—¿Por lo de Ro? —inquirió él.
Se refería a la serie de indirectas que su supuesta amiga había subido a las historias de Instagram para acusar a Lauren de interesada, envidiosa y copiona de personalidades. Lauren resopló.
—Julia me pasó capturas —dijo; dentro de los cálidos bolsillos del anorak, apretaba los puños.
Mencionar a Julia, integrante del grupo de amigos de Elián, sirvió para que él empezara a hablar de otras cosas que a ella no le interesaban, como las vacaciones de Navidad y las películas que verían. Pero las mejillas de Lauren tiritaron.
—Laurie, ¿qué pasa?
Los ojos verdes de Lauren se habían empañado. Ya no podía callárselo más.
—Soy la peor hija del mundo.
Elián frunció el ceño.
—No, claro que no.
Dio un paso hacia ella, sacando las manos de los bolsillos, y con torpeza la rodeó en sus brazos, sobre la mochila en la espalda de Lauren. La abrazó, aunque ella no lloró, sino que hundió la boca en el hombro de Elián. Dentro de ella, una catástrofe de sentimientos se revolvía.
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𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥
General Fiction«Dave está sanando. Sabe qué es el amor verdadero, ha aprendido toda la teoría, ¿pero cuánto tiempo le tomará ponerlo en práctica?» * * * Un año después de los juicios legales, se anuncia la sentencia que separará a Dave para siempre de sus agresore...