Las hojas caducas pintaron las calles en diciembre y una tormenta de arena las barrió. Contra el cielo gris, las ramas secas crujían. Enero llegó después y la ciudad seguía igual, excepto porque las personas habían cambiado.
Sobre la medianoche de un día común y corriente, Dave despertó porque una llamada entró a su teléfono. Nunca lo ponía en silencio por si su jefe lo requería en una emergencia.
—¿Quién es?
La voz ronca de Jill lo sobresaltó. Él tampoco lo sabía, así que retiró la sábana, descolgando la llamada, de camino al baño.
—¿Señor policía?
Dave parpadeó. Cuando ya lo había olvidado, regresó a su mente la imagen de Alejandro Herrera, el niño que una vez rescató del baño más asqueroso que hubiese visto en su vida.
—¿Qué pasa, campeón?
Se apoyó en el mostrador de mármol del baño, frente al espejo. Tenía arañazos en la espalda blanca de la noche anterior.
—No puedo dormir.
Dave había seguido ese caso el último mes, pero lo trasladaron a un superior. Hasta donde sabía, su hermano seguía bajo arresto, aguardando a pasar a disposición judicial.
—¿Pesadillas? —inquirió, a lo que el chico respondió con una afirmación.
—Dijiste que podía llamarte.
—Siempre. —Al enderezarse, tomó aire y se acomodó el cabello rubio hacia un lado—. ¿Quieres que me quede en el teléfono hasta que te duermas?
Dormir con su padre y leer la Biblia de su hermana había calmado sus peores miedos.
—Sí.
Dave lo escuchó acostarse de nuevo y, apagando su micrófono, regresó a la cama, donde Jill lo esperaba, ladeada.
—Es el niño que su hermano maltrataba, ¿te acuerdas? —murmuró, y ella asintió con un sonido gutural—. Le di mi número por si me necesitaba.
—¿Está bien?
—Tiene pesadillas.
Dave se acurrucó junto a Jill, abrazado a su cintura; alcanzaba a descansar la cabeza en el hueco entre el cuello y el hombro de la muchacha. La mano de Jill le acariciaba el corto cabello castaño.
—La semana que viene se casa mi padre —susurró, y los dos se miraron a la vez.
Los ojos grises de Jill brillaban; él luchó por contener la sonrisa.
Tal y como Ángel le prometió a Natalia, esperó hasta volver a caminar para casarse: recibió el alta médico que le permitía trabajar, nueve meses después del accidente, y se lo entregó a Natalia en cuanto ella regresó del turno.
Un mes después, más o menos, Ángel había llamado a Dave para preguntarle si tendría días libres en enero:
—No quiero casarme si no eres tú el que me entrega a Nati.
Por una milésima de segundo, a Dave se le detuvo el corazón.
Por primera vez quería asistir a una boda y ver a su padre en el traje de gala, ese azul oscuro de cordones dorados reservado para eventos.
—Claro —asintió en cuanto lo asimiló—. Claro que te entrego.
Contaba con que su jefe no le diera los días específicos, por lo que presentó una minuta adelantada con el propósito de que le retrasaran los días libres. Su padre no volvería a casarse en su vida y Dave no perdería la oportunidad de presentarlo a su novia como a él le presentaron a la suya.
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𝐃𝐚𝐯𝐞 & 𝐉𝐢𝐥𝐥
General Fiction«Dave está sanando. Sabe qué es el amor verdadero, ha aprendido toda la teoría, ¿pero cuánto tiempo le tomará ponerlo en práctica?» * * * Un año después de los juicios legales, se anuncia la sentencia que separará a Dave para siempre de sus agresore...