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¿Había dormido algo la noche anterior?

¿Había comido algo las últimas horas?

¿Había logrado calmar su mente?

La respuesta a cada y una de sus preguntas es un rotundo no. Cierra los ojos, pero no puede dormir, al menos no en paz. Las pesadillas comienzan a volverse en su realidad, solo hay oscuridad allí y miedo, mucho miedo. La comida que consumía se sentía terriblemente asquerosa, además de que, debido a la molestia en su pecho y el nudo en su garganta, le resulta demasiado complicado tragar hasta una migaja de pan. Y mejor ni hablar del desastre que había en su mente.

Eran las seis de la mañana, al menos esa hora vio en su celular, cuando se levantó de la cama, arrastrando los pies y en busca de agua. Sentía la boca seca y el dolor en su cabeza comenzaba a volverse realmente insoportable, quería pensar que el líquido podría ayudarle un poco.

Sabía que Taeyong se había ido al trabajo hace menos de diez minutos y pensaba aprovechar la oportunidad, porque tal y como su cerebro pudo memorizar, Ten se levantaría pronto para hacer su rutina diaria. Ordenaba un poco en la mañana, luego comía y practicaba un poco, y cerca de las nueve se iba al trabajo. Ambos trabajan en el mismo lugar y tienen el mismo cargo, pero Taeyong se estaba encargando de algo que no podía recordar en ese instante.

─Ugh, que desagradable... ─dijo para sí mismo. Se le había revuelto el estómago solo de bajar las escaleras.

Desde que se enteró de la verdad sobre su familia biológica, algo se había apagado en Lee Donghyuck, algo que no estaba muy seguro de que podría encender otra vez. Porque la mentira estaba en su propia casa, en su hogar. ¿Cómo encender la llama de la felicidad nuevamente sin el fuego de la confianza?

Lavó su rostro como pudo y bebió agua con las palmas de sus manos. Hubiese ido a la cocina en busca de un vaso o a beber allí, pero las probabilidades de encontrarse con su otro padre eran muy altas.

Ya no quería seguir discutiendo.

Ni viviendo.

Como es de costumbre, Taeyong se levantaba muy somnoliento en ese horario, así que, la mayoría de las veces, dejaba todo tirado o en un lugar que no iba debido a la estupidez momentánea de su cerebro. Donghyuck no se admiraba mucho, pues a él, personalmente, también le sucedía bastante.

Y aquél día tan lamentable, Taeyong olvidó guardar su cuchilla favorita para afeitarse.

Donghyuck se encerró en el baño rápidamente, como si así pudiese escapar de sus demonios y de su otro padre que andaba por allí. Ni siquiera sabía por qué le temía tanto a una simple interacción que no duraría más de cinco segundos, pero de todas maneras, su cuerpo reaccionaba por sí mismo y no podía hacer mucho para cambiarlo. Así que entró al baño como si el diablo en persona fuese detrás de él, y rápidamente, toda su atención fue al objeto filoso sobre el lavabo.

Sus manos temblorosas tomaron la cuchilla y por un instante se preguntó por qué nunca había usado una de esas. Es decir, Donghyuck al igual que sus padres, amigos y cualquier conocido, se afeitaba cuando su cuerpo lo requería. Estéticamente hablando, por supuesto. Sin embargo, los pensamientos intrusivos no tardaron absolutamente nada en aparecer en su cabeza.

Los odiaba en demasía.

─Debo estar demente ─dijo para sí mismo. Elevó la mirada hacia el espejo frente a él, y al decepcionarse con lo que veía allí, volvió a la cuchilla─... No quiero sentir esto, no quiero pensar esto... Demonios.

Dejó caer la cuchilla en el lavabo, ésta creó un sonido molesto, pero que a Donghyuck no le interesó lo suficiente como para darle su completa atención y prefirió enterrar el rostro entre sus manos y murmurar millones de palabras. Oraciones no acabadas, insultos hacia su persona, maldiciones que ni siquiera estaba seguro de decir bien y mucho más.

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