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El clima era extraño ese día.

Y a Minho nunca le gustó lo suficiente estar afuera de noche.

Quizás porque siempre pensó que se iba a perder, realmente es malísimo para reconocer la ciudad cuando el sol no está alumbrando, pero su madre iba a salir y no quería que anduviera por las calles sola. Tampoco confiaba plenamente en los taxis, así que prefirió sacrificarse y se arriesgó a perderse a esa hora de la noche, pero por supuesto, luego de dejar a su madre en la puerta de la casa de su amiga.

No le haría mal un poco de aire.

Y también debía aprovechar su auto, ¿de qué servía tenerlo si nunca lo ocupaba? Era absurdo.

Aceleró por las transitadas calles de la ciudad, los fin de semana parecía un verdadero carnaval y de alguna manera estaba agradecido por esto. No se sentía tan solo viendo a diferentes tipos de personas entrar a bares, yendo por la solera con su grupo de amigos y riendo a todo pulmón, más borrachos que conscientes. E inevitablemente extrañó hacer eso con sus amigos. Se sentía como si lo hubiese hecho hace un millón de años y estaba muy seguro de que no había pasado tanto tiempo desde la última vez.

Fue entonces cuando reconoció mínimamente el sector de la ciudad en que se encontraba. No había ido en más de dos ocasiones, pero no podía confundir esas casas tristes y árboles gigantes siendo el único adorno que la mayoría tenía.

─¿Cómo acabé aquí...? ─susurró y con un chasquido de lengua, buscó su celular en el asiento del copiloto.

Si tan solo se dedicara a mantener su concentración en lo que hacía y no en mil temas más, no tendría que pasar por ese tipo de situaciones constantemente. Incluso ya había olvidado la última vez que pudo mantenerse firme y fiel a algo sin desecharlo rápidamente o arruinarlo.

Encendió el GPS y escribió la dirección de su casa, dispuesto a marcharse de aquel lugar lo más rápido posible. Pero entonces, lo vio.

Han Jisung iba por la solera, vestido completamente de negro que constaba en pantalón y una sudadera tan grande que le cubría hasta las caderas. Las manos las traía escondidas dentro de sus bolsillos y caminaba de manera extraña, mientras miraba el suelo fijamente. En ningún momento alzó la mirada, ni siquiera cuando casi choca con una señora.

¿Alguien le había lanzado un hechizo? Porque no podía creer que estaba a punto de ofrecerse a llevarlo. Tal vez porque justo en una esquina había un grupo de hombres que no lucían para nada amigables o por otras razones que prefería no analizar profundamente.

Detuvo el auto cerca de la solera, bajó el vidrio polarizado, y al acabar, Han Jisung lo estaba viendo ojos grandes y la sorpresa reflejada en su hermoso rostro, mientras eguía avanzando con pasos lentos, un poco desconcertado.

Tuvo que ordenar sus pensamientos, conectar las neuronas con su boca para decir un básico:

─¿Te llevo?

Jisung detuvo su andar y removió las manos en sus bolsillos. Lucía incómodo, pero Minho estaba seguro de que era normal sentirse así, prefería no tomarle atención a eso.

─Me faltan unas cuantas cuadras, no es necesario.

─Pueden pasar muchas cosas en unas cuantas cuadras, Jisung.

Y aunque el chico dudó momentáneamente, acabó asintiendo y se dirigió al auto con pasos rápidos y el cuerpo tembloroso. Quizás sí hacía frío. Debió creerle a su madre cuando le dijo que las temperaturas disminuirían considerablemente aquella noche.

Si es que Jisung no estaba temblando por otra razón.

─Está lindo... ─dijo, mientras pasaba sus manos por sus propios muslos. Lo hacía cada vez que estaba nervioso, Minho lo recuerda perfectamente─. ¿Regalo de tus padres?

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