primaria II

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La sangre cae lentamente tiñendo el mar de lágrimas.
Lágrimas de preocupación ajena
Lágrimas de dolor impregnado en un cuerpo desnudo.
Lágrimas.
Lágrimas.
Lágrimas bañadas en sangre.

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Me regalaron una tablet. Si. Yo quería una y la tuve. Porque soy afortunada de tener una familia que la pudo comprar y estoy agradecida con eso. Lo valoro. Valoro el esfuerzo que hicieron para poder comprarla.

¿Por qué lo hice? ¿Para que se la di a mi hermanita?

Esa tablet, ese regalo tan valioso, prueba de confianza, prueba de madurez para mi, no duró siquiera una semana.

Estábamos en casa de mi abuela. En el campo. Disfrutando la tarde, el fresco, el agua de la pileta, el sol, su energía.
Mi hermana estaba en las hamacas y me pidió jugar con mi objeto tan preciado.

NUNCA hago caso a mi mamá porque se me olvida, porque a veces opino distinto a ella. Pero esa vez quise hacer las cosas bien. Compartir mis cosas con mi hermana menor, como me enseñó.

Me acerco a mi hermana con paso firme y decidido. Le extiendo el brazo con el valioso objeto y se lo entrego en sus manitos pequeñas y frágiles.

No duró ni un cuarto de segundo en ellas que se cae al piso, rompiendo cada fragmento de mi corazón, rompiendo el gramo de confianza que me habían entregado, el esfuerzo, la sangre y sudor que había puesto mi familia para darme ese regalo.

Pasaron unos instantes de miradas entre mi hermanita y yo hasta que se acercó mi tío Sergio con furia en su mirada para decirme:

"Pedazo de pelotuda, nunca más te vamos a hacer ningún regalo caro. No servis. Nada se te puede regalar..."

No llore.
No grité.
No me enojé.

Sólo fui corriendo hacia la chata de mi tío Mariano y me escondí en lo más profundo de la nada misma. Quería salir de ahí y no sabía como. Me perdí.
Pellizque mi brazo y sentí algo, un leve dolor, pero pude sentir...
Tome mi pelo y lo tiré con fuerza. Pude sentir...
Golpee mi cabeza contra la chata de mi tío. Pude sentir...
Pero necesitaba más, un dolor que dure unos instantes.
Tome un alambre de la parte de atrás de la chata y comencé a clavarlo una y otra vez en mi brazo. No muy profundo, eso no. Quería sentir, no morir.

Aparentemente mi papá me había estado buscado en ese tiempo y me encontró, pero ya era tarde. Ninguna palabra, ningún abrazo me hubiera podido sacar de esa "nada". Necesitaba ESO.
En ese momento me dijo unas palabras que no recuerdo.
Recuerdo todo de aquel día, menos lo que me dijo mi papá. Quizás si lo recordara, no me sentiría tan mal.

Después de un tiempo, los cortes y los Rasguños se hicieron normales en mí vida. Sobretodo, una frase.

Borderline (I don't eat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora