NATHA 2

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Pasado el fin de semana preparé mi mochila con el equipo de mate, mi libro y agua para iniciar mi día laboral con todo el pánico posible. No quería escuchar burlas, comentarios de ningún tipo ni nada parecido. Tampoco podía renunciar por una estupidez.

Al momento que inició mi jornada laboral, decidí fingir que nada había pasado así que me senté en mi silla, delante del escritorio. Hice de cuenta que tenía trabajo así que empecé a hacer estupideces en el sistema de el GYM en la computadora aunque en realidad no tenía nada para hacer.

Llegó el primer cliente y lo atendí con los pelos de punta por mis nervios y ansiedad.

Nada malo pasó. Fue como cualquiera otro día y así fueron pasando cliente tras cliente como un día de trabajo cualquiera.

A las 18:30 llegó la nueva profesora, yo ya estaba en calma pero ella se encargó de quitarmela. Se burló de mí hasta más no poder. Mi autoestima quedó cien metros bajo tierra.

Día tras día, ella debía ser la mejor, la favorita del jefe, la mimada por los clientes.

No pasó ni siquiera un mes que ya obtuvo el trabajo de recepcionista y por supuesto, bajaron el sueldo, los horarios laborales míos y el de el otro recepcionista para pagarle a ella. Me molestó muchísimo. Yo necesitaba mucho ese dinero...

Cada semana, ella tenía un nuevo problema con mi forma de trabajar. Me daba órdenes como si fuera la dueña o mi jefa, me maltrataba, denigraba y hasta criticaba no solo mi forma de trabajo si no mi cuerpo, mi manera de hacer ejercicio etc.

Tener ataques de Ansiedad en el local se hizo algo habitual. Empecé a llevar mis pastillas S.O.S por las dudas pero siempre las terminaba utilizando.

Nosotros vendíamos suplementos deportivos para una empresa y obteniamos una comisión por las ventanas. Nunca hubo problema con eso hasta la llegada de esta chica. Desde que ella llegó, en vez de ganar dinero, debíamos pagarle a la empresa porque faltaban desde $3000 a $19.000 por mes. No sólo eso, también al hacer control de stock, faltan productos que había que reponer con dinero del gimnasio más soportar al jefe de mal humor.

Un día, después de unos meses de trabajar allí, ella dijo algo que no pude tolerar. Sus palabras exactas fueron:

"Voy a pedirle al jefe que me nombre encargada, porque todos son un desastre trabajando acá"

Exploté por completo y le recité la biblia entera... Pero en mi mente. No solté ni una palabra. Mi intención no era causar problemas y menos en mi trabajo.

Al llegar a la casa tuve una seria conversación con Noah sobre mi idea de renunciar pero me convenció, me dijo que aguantara un poquito más y eso hice.

Nunca conocí en su totalidad a mi jefe. Sólo el día que me hizo la entrevista, pocas veces que lo ví en el gimnasio y por WhatsApp cuando me pedía ciertos trabajos extra. No sé que le habrá dicho esta chica nueva pero él empezó a ir de forma frecuente en mi horario para "vigilar que todo esté bien"

Yo sabía que mi jefe era una persona llena de avaricia, perdida en el alcohol y las ganas de resaltar en la sociedad. Lo que no me imaginaba era que también sea un acosador y misógino de mierda. Él miraba mi culo cada vez que yo buscaba algo que estaba en el piso. Siempre que podía, le decía a los clientes de forma desubicada:

"No sabes cómo mueve el culo mi recepcionista"

Y demás cosas fuera de lugar. No podía tolerar tantas faltode respeto. No más. Ni de mi jefe, ni de la nueva profesora/recepcionista,  mucho menos de un grupito de clientes que se hacían llamar "los atletas"

Ellos, siempre que podían, hacían comentarios respecto a mi cuerpo sabiendo que yo sufría de un TCA. Buscaron mi punto débil y lo encontraron.

Por un lado me servía de motivación para bajar más de peso pero por otro lado hacían que odie más y más mi cuerpo y mi ser en general.

Una vez, había miel para vender. Yo compré una para endulzar mi té o café. Cuando los "atletas" entraron al gimnasio, les ofrecí sólo para vender a lo que ellos respondieron:

"¿De verdad consumis eso? ¿Tan estúpida sos? ¿No sabes todas las calorías que tiene?"

Me sentí muy mal, tanto que tiré el tarro de miel que había comprado, al día de hoy no la consumo.

En otra ocasión, yo estaba tomando Capuccino y ellos estaban saliendo de entrenar. Una de las chicas empezó a olfatear y dijo:

"Hay olor a calorías... Ah, debe ser esta que está tomando algo calórico"

Eran demasiadas las cosas que generaban mis ganas de renunciar hasta que lo hice. Finalmente lo hice.

Un día estaba trabajando, un cliente se pasó de la raya conmigo así que de forma automática le envié un mensaje a mi jefe diciendole que ya no trabajaría. Tomé mis cosas y me fui a mi casa.

Pensé que mía problemas ya se habían terminado, pero siempre hay algo nuevo...

Borderline (I don't eat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora