de mamá y papá

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Yo no recordaba lo que era vivir en su casa. Tantas reglas estúpidas, tanto ruido, tanta ansiedad...

Un día decidí ir a las diez de la noche a la casa de, quién yo creía, era mi mejor amiga. Preparé mi bolso con mucho entusiasmo, coloqué mi libro favorito en un lugar seguro de la mochila para que no se arruinara y me dirigí a la puerta con decisión. En el trayecto, mi papá me detiene con enojo, preocupación y me dice:
"¿A dónde te pensas que vas?"

Me desquició que me dijera eso. Siempre lo mismo con esa casa, ese entorno, esa familia.

Le dije que iría a la casa de mi mejor amiga y que, al ya ser mayor de edad, él no tendría por qué evitar que yo vaya. Se enojó mucho.

Comenzó a darme un sermón sobre "su casa sus reglas" y que, yo no podía salir sin permiso. Este acto me hizo sentir desvalorizada, cómo si yo fuese una niña pequeña sin poder de decisión.

Llamé a un auto y me fui de todos modos, con ira y lágrimas en los ojos.

Al llegar a la casa de mi amiga hicimos algo que me llamó mucho la atención, un pacto de amistad, pero no como cualquier otro. No fue una pulcera compartida ni nada parecido.

A mí siempre me interesó el mundo esoterico, es más, sabía tirar las cartas del tarot por naturaleza, así que lo que hicimos no me pareció raro, anormal o macabro.

Cada una se cortó con una navaja el tobillo, en forma de cruz para marcar los cuatro puntos cardinales. Las gotas de sangre que caían del centro de la cortadura, las pusimos en un tarrito limpiado y curado, con sal gruesa y algo de tierra (curada también) una vez sellado, dijimos unas palabras en nombre de Hécate, la triple madre diosa. Prendimos un incienso y fumamos marihuana, para perder el pequeño recipiente.

Así fue como nunca nos separamos. Nunca tuvimos una pelea. Pero no fue tan beneficioso para mí.

Al día siguiente, llegué a casa de mis papás. Estaban enojados pero ya estaba hecho, ya había pasado, ya me había ido y no tenían razón para retarme. A demás, repito, ya era mayor de edad.

Ese día fue insoportable. Mis papás no paraban de criticar a Noah. Decían que era golpeador, violento, negativo. Yo no sabía cómo decirles que quería volver con él, que lo amaba y que todo lo que dije que había pasado era mentira, nunca me dijo "no podes tomar té" nunca me prohibió prender sahumerios. El problema era yo, siempre fui yo y mí estúpido trastorno de personalidad. Pero mis papás no me creían ¿Irónico, no? Cuando digo mentiras me creen y cuando lo quiero remediar, me dicen mentirosa.

Pasaron unos días y Noah me contactó para vernos. Le dije que tendría que ser en secreto ya que mis papás lo odiaban. Él aceptó.

Una hora antes de encontrarnos en la plaza que estaba a pocas cuadras de casa de mis papás, yo ya estaba alistada sentada en la terraza contando los segundos para salir y poder verlo, sentir su presencia, su olor. Ver su sonrisa que tanto me enamoró en un principio, ver esos ojos con heterocromia total, tan peculiares, únicos y perfectos. Lo quería a él.

Se hizo la hora y le dije a mis papás que me iría a pasear a Serafina, una perrita que tengo desde los nueve años y que no dejaron llevarme conmigo al mudarme al departamento.

Llegué en menos de diez minutos a la plaza. Pobre Serafina, casi corríamos por mí ansiedad de llegar y abrazarlo.

Hablamos muchísimo, como siempre, nunca nos faltaban temas de conversación. Mí corazón latía con mucha fuerza y mis mejillas estaban muy enrojecidas.

Al volver, me acompaño unas  cuadras hasta la casa de mis papás. Lloré. No quería ir allí, quería volver con él, con mí amor. Lo que me dijo fue real y dolió:

"Estás ahí por desición propia"

Tenía razón. Yo lo dejé, yo lo arruiné, yo, yo, yo.

Al llegar a la casa, no había nadie. Miré mí teléfono y estaba lleno de llamadas perdidas y mensajes de mí mamá diciéndome "donde estás, con quién estás" me asusté¿Me descubrieron? ¿nos descubrieron? Lloré y lloré porque no estaba preparada mentalmente para otro sermón. Lloré, porque me quería ir de esa casa, lloré porque extrañaba a mí gatito, lloré, porque necesitaba mí libertad de nuevo, lloré, porque lo había arruinado y porque necesitaba a mí amor.

Cuando llegaron mis papás, me saludaron con una sonrisa carismática y dulzura ¿Me hice tanto problema por nada? ¿Este es el nivel de miedo que me producen mis papás? Debía irme de ahí.

Esa noche preparé mi bolso y me dirigí lentamente hasta la puerta, aprovechando que todos dormían, me escapé dejando una nota que decía muy claramente:

"Me voy a MI casa"

Eran las tres de la mañana. Noah seguro dormía. Pero fui igual, esto no podía esperar.

En el viaje de bus lloré de tristeza¿Por qué mis papás no me comprenden? ¿Por qué no me dejan ser? Pero también lloré de alegría. Al fin volvería a mi hogar, con mi novio hermoso, con mi gatito divino, con mis cosas, mi cama, mi privacidad.

Entré en silencio al departamento 2C y cuidadosamente saludé a mi gatito que no paraba de gritar y rozarse en mis tobillos. Luego me dirigí a mi habitación. Ahí estaba, dormido boca abajo, hermoso, tan tierno, no lo quería despertar. Me acosté sobre él y en silencio lloré. Estaba en casa.

Después de unos minutos se despertó. Entre dormido me dijo que lo había asustado y me preguntó que hacía allí. Le respondí:

"Mañana te cuento. Ahora abrázame"

Dormí profundamente y con muchísima paz. Estaba en casa.

A la mañana siguiente me despertó con el desayuno, él estaba confundido y era entendible. Le pedí perdón por todo el dolor que le hice pasar, le pedí perdón por no estar y abandonarlo. Le dije que lo amaba y que quería estar con él.

Noah aceptó mis disculpas y me dió un beso eterno en el cual me entregué por completo. Estaba en casa...

Borderline (I don't eat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora