0. Prólogo: ¿Dónde estoy?

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–Papá, ¿así está bien?– Preguntaría una pequeña niña de cabello negro, piel clara amarillezca y ojos violeta, mostrando un garabato: «Σιφωορ».

–Sí, así es como se escribe la palabra «papá» en περφικθυς; sigue así y pronto podrás escribir.– Respondería el padre de la niña, mostrando su orgullo por ella.

Esta niña se llama Káeli y desde niña, ha demostrado ser talentosa para los idiomas. Sus padres jamás la forzaron a avanzar rápido en su desarrollo del lenguaje, ella misma fue mostrando sus dotes de manera natural, su padre pensaba que ella pronto aprendería a escribir y leer por el ritmo que llevaba.

El futuro de la joven niña preveía su padre, el duque, como uno muy brillante donde gracias a su talento para hablar, sería una excelente diplomática para el reino, una importante aliada para su posible sobrino por parte de su hermano mayor, el rey Jikán; lastimosamente, el futuro no está escrito y, a veces, las cosas no serán como creíamos.

Entre los pasillos de la torre que habitaban, se oían los gritos despavoridos de la duquesa.

–¿Qué sucede?– Preguntó el duque.

–¡Han venido, han venido por nuestra hija!– Exclamó la duquesa muerta de miedo mientras las puertas de la torre comenzaban a oírse siendo forzadas.

La guardia del duque se formó rápidamente frente a las puertas para recibir el impacto de los atacantes, que no tardó mucho, mostrando a un ejército pequeño del Reino del Metal.

El sonido de las armas chocando entre sí se oían hasta la pequeña habitación de la niña donde ambos padres se encontraban.

–Papá, ¿qué está pasando?– Preguntó la pequeña niña.

–No es nada de lo que tengas que preocuparte. Ahora hazle un favor a papá y ocúltate lo mejor que puedas.– Le pidió su padre.

La niña rápidamente se escondió bajo la cama, sin embargo, siguió atenta desde ahí a lo que sucedía.

–¿Qué haremos?– Preguntó la duquesa.

–No podemos hacer mucho, no hay ventana alguna por la que pudiésemos escapar y las paredes son imposibles de tirar… Lo mejor será mantenernos firmes y confrontar lo que vaya a venir.– Le respondió su consorte.

La pelea parecía perdida: Gran parte del ejército parecía acercarse a paso veloz hacia la habitación donde se encontraban; el duque comenzó a colocarse en pose de combate hasta que finalmente llegaron y los confrontaron.

–Vosotros no pertenecéis a este reino. Largaos de aquí si no queréis generar una guerra.– Advirtió el duque al ejército.

–Solo queremos al engendro que llaman hija.– Respondió el que estaba al mando de la tropa.

–¡Lo que haya dicho mi hermano no es decisivo de nada! ¡Me resigné a que nos exiliasen de su reino, pero no permitiré que toquen a mi hija!– Respondió el duque.

–Lo siento, duque Pateras, pero las órdenes fueron claras.– Respondería el extranjero creando de sus manos lo que parecía ser un cuchillo para cortar carne.

El resto de la tropa levantaron sus arcos y cargaron flechas. Káeli había estado observando todo, pero cuando comenzó el enfrentamiento no pudo ver más y se escondió lo más atrás que pudo mientras tapaba sus ojos con sus manos. La pequeña niña comenzó a oír varios gritos en la habitación, por lo que tapó sus oídos mientras todo ocurría mientras rezaba en su mente una y otra vez.

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