40. Posada

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Elafê se separó de Káeli y se levantó para dirigirse a su habitación de donde empezó a sacar varias cobijas.

–Vamos, tenemos que acomodar dónde se van a dormir.– Comentó Elafee a Lyontari y Káeli.

–Muchas gracias nuevamente.– Le dijo Káeli a Elafee agradecida con la tan grata hospitalidad que había tenido hasta ahora con ellos dos. –Espera, ¿no habrá problemas que nos quedemos aquí? Creo que tienen políticas de no visitantes.– Le preguntó con preocupación.

–No te preocupes por eso, iré a hablar con el portero ahora y mañana hablaremos con mi casera para que te deje quedarte.– Respondió Elafee dándole las cobijas y después salió a hacer lo que había dicho.

Káeli y Lyontari comenzaron entonces a incorporarse a la casa acomodando dos sillones de la sala a manera de cama junto con las cobijas para que pudiesen pasar la fría noche; Elafee volvió después de un rato.

–Vaya, parece que ya os habéis acomodado.– Comentó Elafee mientras cerraba la puerta y después se acercó a la pareja. –Perdonad si las cobijas no son de la mejor calidad, pero es lo que tengo para vosotros ahora mismo.– Respondió refiriéndose a la textura áspera que tenían dichas cobijas.

–Tranquila, esto es muchísimo mejor que dormir en la calle.– Respondió Káeli intentando calmar a su amiga.

–Bueno, buenas noches, chicos.– Dijo Elafee y se retiró hacia su habitación.

Káeli y Lyontari entonces procedieron a meterse en su improvisada cama, Káeli del lado derecho y Lyontari la abrazo por detrás la espalda; Káeli se volteó y observó como Lyontari se acurrucaba encima de su brazo muy por debajo de su rostro. Káeli acarició el cabello de Lyontari mientras comenzaba a quedarse dormido y notó cómo este se acercaba a su axila.

–¿Qué estás haciendo? Parece que me estás oliendo la axila.– Dijo Káeli junto a una pequeña risa.

–Nah…– Dijo Lyontari soltando un bostezo. –Solo me acurruco, es todo, además no huele a nada.– Respondió.

Esa noche finalmente pudieron dormir juntos nuevamente y bastante calientes, probablemente la primera vez que hubiesen podido hacerlo fue aquella vez que llegaron a la torre donde habitaban Arryesgo y Jadeít.

Káeli se quedó viendo al techo mientras Lyontari descansaba en su brazo, la situación en la que estaba la ponía a reflexionar.

–Hace mucho que no dormía aquí, el olor a café de grano sigue siendo igual de agradable que hace tres años.– Pensó Káeli mientras un sentimiento de nostalgia le recorría el cuerpo de los recuerdos que invadían su mente.

Llegadas las nueve y media de la noche, Káeli sintió la necesidad de ir a orinar, así que rápidamente se levantó y se dirigió al baño, curiosamente ahí estaba Elafee que acababa de salir.

–Justo a tiempo, siempre puntual.– Dijo Elafee riéndose en voz baja.

–Ya me conoces… Tengo los horarios un poco fijos, siempre me obligaban a esta hora irme a dormir.– Respondió Káeli.

–Lo sé, era la hora que más odiaba ya que te obligaban tus padres a dejar tu espejo telecomunicador en su cuarto; ya no podíamos seguir hablando.– Respondió Elafee.

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