56. Acelera

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Por suerte para el presidente, la tiradora no tenía muy buena puntería, pues la flecha rebotó contra su micrófono, provocando un estruendoso sonido, lo que combinó perfectamente con el completo silencio de la multitud que antes de eso había estado en protesta. El presidente se levantó tras aquella acción que lo había hecho ver su vida frente a sus ojos y con miedo buscó a la responsable del atentado, viendo a Káeli a lo lejos, que aunque no se pudiese ver claramente su expresión, podía sentir cómo el odio lo tenía grabado en cada fibra de su ser, mientras lo veía con sus ojos inyectados en rabia.

Káeli, por su parte, comenzó a ver como más oficiales se acercaban a ella, la adrenalina que antes la habían hecho antes actuar tan descuidadamente, ahora la estaban traicionando, impidiéndole actuar antes de que viese que la estaban rodeando, sin embargo, entonces hubo una gran explosión.

Káeli se quedó paralizada tras eso, no sabía si debía correr, sin embargo, del humo salió un policía antes de que ella pudiese tomar cualquier decisión, pero rápidamente fue derribado con una pequeña explosión. Káeli volteó hacia la dirección de donde había venido el disparo y no pudo creer lo que veía: Era la tipa del vestido rojo, desde un tercer piso en uno de los edificios colindantes.

El humo de la primera gran explosión ya comenzaba a disiparse, lo que le permitió a más policías intentar acercarse a Káeli, pero el sonido de una explosión en el aire se robó la atención de Káeli, observando como aquella chica estaba cayendo desde el cielo, cayendo sin ningún rasguño. Al verla de frente, pudo notar que esta vez traía consigo una máscara de conejo: ¿Sería una idiomáscara?

–¿Quién eres?– Preguntó Káeli impresionada.

–Tu única salida.– Le respondió la chica y volteó hacia los policías apuntándoles. –Corre.– Ordenó la chica mientras sacaba una escopeta (mágica) y comenzaba a cargar un hechizo con ella.

Káeli se quedó un momento sin saber qué hacer, pero hizo lo que le pidió y comenzó a correr por las calles. Lyontari intentó seguirle el paso como pudo, sin embargo, ambas chicas con sus idiomáscaras, eran mucho más rápidas que él, por lo que en algún momento la perdió de vista, pues gracias a la máscara que tenía puesta, Káeli no tardó mucho en alejarse del lugar del atentado, aunque aún así siguió corriendo, sin voltear atrás, hasta acabar en la alameda del otro día, donde ahí a penas tomó su primer respiro, hasta que fue interrumpida por la chica, quien le había seguido el paso.

–Tienes suerte, pero no la suficiente como para estar aquí.– Dijo la chica acercándose.

–¿Los perdimos?– Preguntó Káeli entre jadeos.

–No del todo, sígueme ahora. Te llevaré a un lugar seguro.– Dijo la chica.

Káeli volteó a verla y no estaba del todo segura de si debía confiar en ella, pero como bien dijo: Ella era su única salida ahora; así que Káeli continuó siguiendo a la chica del vestido rojo, aunque la desconfianza aún la invadía. La chica la guió por callejones oscuros y estrechos, siempre vigilando que no las siguieran.


Finalmente, llegaron a una puerta de metal en un edificio abandonado, Káeli pudo reconocerlo casi al instante: Era aquel edificio donde los habían llevado, a ella y a Lyontari, esos sujetos que le hablaron de la profecía de Jikán. La chica tocó una secuencia específica y la puerta se abrió con un chirrido. Entraron rápidamente y la puerta se cerró detrás de ellas.

–Este lugar es seguro por ahora,– Dijo la chica mientras encendían las luces y se podía ver al mismo anciano de la primera ocasión.

–¿Qué fue lo que pasó?– Preguntó el anciano a la chica quien comenzaba a quitarse aquella máscara mágica que tenía puesta.

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