27. Cuando el amor es y no es correspondido

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A la mañana siguiente Arryesgo se había levantado temprano, eran las 4 a. m. aproximadamente y ya estaba puesto en dirigirse al pueblo Kúspide del Wahe.

Arryesgo estaba por irse, sin embargo entre la poca luz que había por la luna, pudo divisar una persona familiar, era Ámirra. Arryesgo rápidamente volvió a casa y tomó la rosa que le regaló Jadeít y rápidamente fue detrás de ella.

Ámirra había seguido su camino con normalidad, pero comenzó a oír pasos a la distancia que se acercaban a gran velocidad y no pudo evitar alegrarse, comenzó a correr.

Arryesgo notó como Ámirra había comenzado a correr e incrementó su aceleración; nunca se paró a pensar en lo que sus acciones podían provocar o lo que se podía malinterpretar de ellas.

La persecución de ambos continuó hasta que Ámirra lo perdió de vista. Arryesgo resignado, regresó a su casa. No entendía porque había huido de él, pero ahora se le había hecho tarde y tenía que ir rápido a Kúspide del Wahe. Arryesgo tomó un caballo que tenía y lo hizo galopar hasta aquel pueblo lejano.

El Sol comenzó a salir y Jadeít se materializó con Káeli para despertarla y evitar que la atrapasen dentro del granero.

–¡Ey, despierta! ¡Ya salió el Sol! ¡Es hora de irnos! Let's go!– Le grita Jadeít a Káeli en repetidas ocasiones intentando despertarla, pero ella parecía estar muy feliz en sus sueños.

Káeli tras varios intentos, finalmente despertó, Káeli se sacude la paja de su cara mientras bosteza.

–Muy bien, bella dormidora, ¡vámonos!– Exclama Jadeít a Káeli y esta abre la puerta el granero.

En efecto, a lo lejos ya habían hombres trabajando en el campo, no esperaron a que el Sol siquiera saliese. Káeli empezó a retirarse de puntillas intentando ser lo menos llamativa posible y pegándose al granero hasta rodearlo.

–Muy bien, creo que nadie me vio.– Diría Káeli continuando caminando hasta que sintió que había tropezado con alguien, al bajar la mirada se encontró con una niña que no dudó en empezar a llorar. –No, no, no.– Decía Káeli susurrándole mientras se agachaba para después cargarla. –Duérmete, niña, duérmete ya o si no viene Ziẋka y te comerá.– Le canta Káeli a la niña intentando apaciguarla.

La niña continuaba llorando sin consuelo, lo que llamó la atención de los granjeros que comenzaron a acercarse. Káeli estaba entre huir o disculparse, pero sin duda la situación se veía muy mal.

Los granjeros finalmente llegaron encontrándose a una Káeli indecisa si irse o no.

–¡Esperen, por favor! ¡No es lo que parece!– Exclama Káeli suplicando.

Káeli se esperaba cualquier cosa, todo menos que los granjeros comenzasen a bailar de alegría mientras la veían. Káeli volteó hacia ellos confundida.

–¡Finalmente un visitante!– Exclamó uno de los granjeros.

–¿Visitante?– Pregunta de lo más extrañada Káeli.

–Sí, visitante. No sabes cuánto hemos estado esperando que alguien se digne en entrar por aquí. Siempre pasan por mi granja, pero nadie quiere entrar, ni siquiera si dejamos la ventana abierta a ver si algún ladrón nos intenta robar.– Dice uno de los granjeros acercándose, se veía mucho más mayor que el resto; probablemente fuese el padre. –Y dígame, ¿qué la trae por aquí?– Le preguntó a Káeli.

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