Capítulo 32

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Michael Crawford

Hacemos unos minutos de cola mientras esperamos que nos atiendan.

Miro a Maya que parece algo inquieta mientras mira su teléfono.

—¿Todo bien?—Pregunto.

—Sí—Asiente. —Es mi padre—Comenta mostrándome la pantalla del teléfono por un momento. —A veces tiende a ponerse a hacer interrogatorios, pero solo cuando está en casa y ve que no estoy, pero parece que él sí que puede ignorar completamente los horarios y no darme ninguna explicación de donde está.

—Es algo tarde, así que supongo que es normal que se pregunte dónde estás.

—Supongo—Murmura y pasa su mano por su pelo, algo que suele hacer cuando hay algo que la pone nerviosa, pero nerviosa de una mala manera.

—Es tu padre Maya, es normal, si te enseñase mi teléfono podrías verlo lleno de mensajes de mi madre, siempre me hace informarla de donde estoy—Respondo y ella asiente. —Mira, ya nos toca—Le digo al ver que es nuestro turno y ella asiente.

Pedimos nuestra comida y unos minutos más tarde ya estamos fuera del local.

—¿Dónde quieres que vayamos a comernos esto?—Pregunta curiosa. —Espero que no vayamos muy lejos, sinó se va a enfriar y ya no estará tan bueno.

—No está muy lejos—Respondo y empiezo a andar, a la vez que Maya me sigue.

—No me vas a decir dónde vamos, ¿verdad?

—Si te digo donde vamos entonces no tiene gracia—Respondo.

—Que no me quieras decir donde vamos no me inspira mucha confianza—Me mira y hace una ligera mueca, que me hace reir.

—No te voy a llevar a ningún sitio extraño, eso ya deberías saberlo—La miro. —¿Confías en mí?—Pregunto con cierta diversión.

—Sí—Asiente y sonrío.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte—Le digo. —Venga, démonos prisa, no queremos que se nos enfríe la comida—Recuerdo y asiente.

Seguimos andando un rato más y entonces puedo ver nuestro destino al final de la calle.

—Michael—Murmura.

—¿Qué?—Pregunto como si no me hubiese dado cuenta de nada, pero en verdad sé que esto significa que se ha dado cuenta de dónde vamos.

—¿Otra vez vamos a colarnos?—Pregunta observando el edificio donde se encuentra la consulta de nuestra psicóloga y uno de mis sitios favoritos en esta ciudad.

—Me pediste que lo hiciéramos otra vez en algún momento, así que ese momento ha llegado—Comento.

—¿Y si nos pillan?—Pregunta dudosa.

—Igual que la otra vez, si nos pillan prometo hacerme responsable—Respondo.

—Está bien—Murmura. —Pero solo porque las vistas son muy bonitas desde allí arriba.

—¿Solo por eso?—Pregunto divertido.

—Sí—Asiente y me mira curiosa. —¿Hay otra razón por la que debería querer ir?

—¿Por qué tienes el placer de poder disfrutar de mi compañía?—Pregunto.

—Bueno, puede que eso no esté mal tampoco—Responde y me río.

—¿Como que puede?—Pregunto haciéndome el ofendido antes de llevar mi mano hacia mi pecho, como si me doliese.

—Está bien, la compañía no está mal—Admite.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora