Capítulo 33

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Michael Crawford

Suspiro mirando la entrada del gimnasio, no sé hasta qué punto me apetece entrenar pero lo que sí sé es que necesito despejar la mente, llevo mucho rato dándole vueltas a lo mismo y se que eso no es demasiado bueno.

El viernes, después del beso con Maya, estuvimos un rato más en la azotea, pero a la hora de volver a casa, todo se volvió un poco raro, como si ninguno de los dos supiese muy bien como actuar, como si hubiésemos sobrepasado un límite que no debíamos.

Desde ese día no hemos hablado, lo cual es raro pues aunque no nos veamos solemos utilizar las redes sociales para comentar cualquier cosa que nos pase por la cabeza, ella no me ha escrito y yo a ella tampoco. No sé si lo que quiere es espacio o espera que yo vaya a buscarla, lo cual hace que no pueda parar de darle vueltas al tema pues tampoco sé lo que quiero yo.

Entro en el gimnasio y hago una mueca, los domingos suele estar bastante lleno y eso es algo que no me gusta, cuando vengo quiero poder entrenar tranquilo y descargar energía, no tener que estar haciendo cola por cada cosa que hago.

Miro a mi alrededor buscando a River, pero lo veo ocupado hablando con gente, suspiro y me voy al vestuario para poder guardar mis cosas.

Una vez hecho eso me dirijo hacia la zona donde están las cosas de boxeo, al menos este rincón del gimnasio está algo más tranquilo pues la gente suele usar más otros espacios.

Suspiro levemente y busco mis auriculares para poner la música y hacer que suene a un volumen algo alto, en un intento de que las melodías tapen mis pensamientos.

Después de prepararme y calentar un poco, empiezo a golpear el saco, en un intento de que mis pensamientos se pongan en orden.

—Vale, me parece bien que estés a tope, pero ten cuidado con el material del gimnasio, tratalo con un poco más de cariño—Me dicen y me saco uno de los auriculares algo confuso, antes de suspirar.

—Hola River.

—¿Se puede saber por qué estás golpeando el saco como si no hubiera un mañana?—Pregunta.

—Tengo muchas cosas en la cabeza.

—¿Y puedo saber esas cosas?—Pregunta curioso y me observa con sus ojos oscuros.

—El viernes cené con mi padre, bueno no creo que se pueda considerar como una cena, ni siquiera probé la comida, me fui antes de eso—Le explico. —Se estaba compotando como un idiota.

—Por qué será que no me sorprende—Murmura. —¿Y qué más?

—¿Por qué crees que hay más?

—Porqué lo noto en tu cara, puedo ver como se te crea una arruga aquí—Comenta señalandose la frente, lo que me lleva a hacer una mueca en un intento de poner mi frente normal. —Venga, suéltalo.

—Maya y yo nos fuimos a cenar por nuestro lado.

—¿Maya y tú?—Pregunta confundido. —¿Después de la cena con tu padre?

—Me acompañó a la cena—Le digo. —Nos vimos después de su consulta con Spencer y se ofreció a acompañarme para que no fuera solo.

—Si que te cuida esa chica, creo que empiezas a darme envidia—Bromea y roto los ojos. —Vale, a ver, ¿qué más pasó? Dudo que todo este comportamiento sea solo por el hecho de que tu padre se comportase como un idiota, estoy seguro de que hay algo más.

—Maya y yo nos besamos—Le digo. —Bueno, me besó ella y luego yo, para ser exactos—Añado y veo como hace un pequeño movimiento de victoria, antes de mirarme.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora