veinte

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Los estilistas no paraban de llamarme. Hace unos años habría vendido mi alma para que tiñeran mi melena castaña del color que les viniera en gana, pero en ese momento de mi vida era lo que menos me apetecía. Llevaba dos semanas viendo diferentes tonos de negro, numerosas muestras de mechas de colores, probando extensiones de todo tipo... y estaba bastante cansada. Poco a poco me dediqué a darle largas a todo el mundo pensando que así me dejarían en paz, mas solo funcionó con una persona, que ni siquiera era mi estilista: Yoongi.
Desde aquella mañana en su casa, no había vuelto a ir. Es cierto que hablábamos y muchas veces me acompañaba a la terraza a fumar cuando los nervios podían conmigo, pero nunca salía el tema de conversación. Supongo que ese era el lado bueno de trabajar juntos, que podíamos siempre empezar a hablar de canciones, de arreglos, de cómo iba cociéndose todo.
Yo, la verdad, no me esperaba que fuera a cansarme tanto. Creía que al ser mi vocación, mi sueño desde que tenía uso de razón, me iba a ser de lo más llevadero a la par que deseable... pero me sentía esclavizada. Llevaba dos semanas siguiendo una dieta ridícula cuyo fin era borrar mis curvas y me dedicaba a tapar casi todo mi cuerpo al salir a la calle para no ponerme morena. Me llevaba lavando la cara en agua de arroz meses y me hacían siempre estar en movimiento para quemar lo poco que mi cuerpo recibía de comida.
Si mi madre hubiera seguido viva, me habría sacado de aquella empresa corriendo pero yo, a pesar de que sabía que todas aquellas normas y requisitos eran dañinos para mi salud, seguía todo lo que me decían. Creo que en su momento lo hacía para incluso castigarme, sentía que me merecía sufrir por los errores acumulados a lo largo de mi vida. Errores que en realidad, en lo más profundo de mí, sabía que eran humanos... Pero no quería permitirme ese tipo de errores.

Quedaban apenas unas horas para nuestro debut y mis compañeros y yo seguíamos en la sala de ensayos repitiendo nuestras coreografías como mantras. Una y otra vez, para que no hubiera fallos, ignorando el cansancio. Había visto como a Jimin le sangraba la nariz y a Lena casi desfallecer del cansancio, aún así seguíamos, como si nos fuera toda la vida en ello. Y en el momento no me lo cuestioné, mas años más tarde me di cuenta de que no debería haber seguido estirando la capacidad de aguante de mi cuerpo hasta el colapso. Mi salud mental era frágil y descuidar aún más la física solo me iba a dar más problemas.

Nuestro coreógrafo desconectó de pronto los altavoces y empezó a aplaudir, dándonos la enhorabuena. En la sala, ahora diáfana por la ausencia del sonido de fondo del altavoz, se podía escuchar claramente nuestras respiraciones agitadas, calientes. El estómago se me salía por la boca. Hoseok se me acercó entonces por detrás y me dio una palmadita en el hombro. Estábamos ahora solo los cinco del grupo en la sala de ensayos.

—¿Estiramos?—propuse.

Mis compañeros se sentaron en suelo como respuesta. Con mucho cuidado nos pusimos los cinco en la misma posición y comenzamos a poner nuestro torso sobre nuestros muslos, doblándonos. Al principio de mi entrenamiento aquello me dolía como el infierno, pero tras tanto tiempo insistiendo ya me sentía como una goma elástica imposible de romper.

—Es ridículo preguntar si estáis nerviosos, ¿verdad?—preguntó Lena, apoyando su frente sobre las rodillas.

Jin se echó a reír y Jimin gritó, haciéndonos reír al resto.

—Lo raro sería estar tranquilos—dije incorporándome—. Al final vamos a exponernos frente a todo el país.

—¡Y el mundo!—apuntó Hobi, bastante serio.

—Yah, sería genial ganar un Grammy.

Todos nos giramos confusos hacia Lena, que miraba al cielo, soñadora.

—¿Qué es un Grammy?—preguntó Jimin verdaderamente confuso.

Entre risas y bromas decidimos irnos todos juntos al apartamento para descansar, ya que debíamos estar a las seis de la mañana del día siguiente preparados y ya eran casi las once de la noche. Cuando fuimos a coger el ascensor, dentro de él se encontraba Yoongi. Y, para qué mentir, me sentí de lo más incómoda. Si era cierto que parecía que no hablábamos del tema "prohibido" y que las cosas tampoco es que fueran mal entre nosotros, pero a mí me resultaba incómodo. No podía dejar de sentirme culpable, tal vez por presionarle o porque sentía que había exagerado demasiado. Terminé dudando de mí misma y me planteé muchas cosas, aunque tampoco me dio tiempo a asimilar la información debido a la preparación para el debut. No habíamos tenido ninguna conversación profunda, todas eran banales, superficiales. Ya no nos besábamos a escondidas, no nos mirábamos de esa forma que solo él y yo entendíamos. Por culpa mía todo había cambiado de un día para el otro, sin más.

Grey | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora