veintiuno

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Todo daba vueltas a mi alrededor e iba, por lo menos, a trescientos kilómetros por hora. Respondía con monosílabos a las estilistas cuando me preguntaban si me apretaban mucho los tacones o si el flequillo me molestaba puesto de cierta manera. En otras palabras, me encontraba funcionando en modo automático. No respiraba ni pestañeaba por mí misma, me llevaba una especie de inercia que yo no había pedido con anterioridad. Los sonidos altos no me molestaban, ni las voces de mis compañeros nerviosos haciendo ejercicios para entrenar la voz. Y, lo que más me preocupaba de todo, no sentía absolutamente nada.

Nada de nada.

No había vuelto a ver a Yoongi desde la conversación que tuvimos acerca de nuestros sentimientos. Aunque sabía perfectamente que lo raro sería encontrarme con él entre tanto caos y nerviosismo, en lo más profundo de mi albergaba la esperanza de que viniera a última hora con un ramo de flores. Con ramo o sin él, solo quería que viniera a desearme suerte como sucedía en las películas. Y me parecía delirante estar a punto de cumplir mi sueño y solo poder pensar en dos cosas: en ver a Yoongi y en lo vacía que me sentía. Y es que nadie te habla de lo que pasa cuando estás a punto de cumplir tu sueño, cuando estás a punto de alcanzar con la punta de tus dedos lo que llevas deseando años. Obviamente hay expectación, impaciencia y nervios, muchísimos nervios. Pero es una tormenta, una explosión de emociones positivas que puede llegar a ser igual de difícil de controlar, casi como si fueran negativas. Y no me malinterpretéis, estaba orgullosa, deseosa de conseguir aquello que tanto deseaba, poder al fin verme a mí misma con los ojos con lo que miraba a grandes artistas cuando tan solo era una cría... Pero tenía un mal presentimiento.

—Hyori-ah... O debería decir Gloss.

Me giré poco después de escuchar la voz de Hobi, cuando la maquilladora terminó de retocarme las sombras. A mis espaldas todos mis compañeros sonreían como si les fuera la vida en ello. Me imaginaba que seguirían estirando o repasando sus líneas como llevaban haciendo todo el día (y parte de la noche anterior), pero de pronto habían parado para situarse a mis espaldas.

—¿Qué hay J-Hope?—contesté sonriendo a duras penas y Lena se acercó rápidamente para obligarme a mirar de nuevo al espejo. Reflejado en él nos vi a nosotros, a los cinco. Éramos JSH, un grupo de kpop mixto y que para colmo tenía como a una de sus cantantes principales a una tía extranjera.

Un circo. Pero mi circo, mi familia.

—¿Nerviosa?—Lena me masajeaba los hombros con demasiada fuerza, haciéndome dudar sobre hacia quién iba dirigida la pregunta.

—Vale vamos a llegar a un acuerdo—dijo Jin obligando a Lena a soltarme para ser él el que masajeara mis hombros—. Nada de desearnos suerte ni cosas de esas. Aquí se dice "rómpete una pierna" o "mucha mierda", pero no podemos desearnos suerte con la palabra suerte. Da mala suerte. Suerte es la palabra prohibida.

—Jin-hyung, con el debido respeto.—Ahora era turno de Jimin, el cual simplemente posó sus pequeñas manos con suavidad sobre mis brazos—. Tú solito has dicho ya suerte cinco veces.

Solté una risilla, aunque no sabía muy bien si era porque la situación me hacía gracia o me ponía más nerviosa. En un inicio, me había prometido a mí misma intentar mitigar los efectos del nerviosismo, sobre todo porque temía caer en la ansiedad ante aquel momento tan importante de mi vida. Sabía que estar nerviosa poco tenía que ver con la ansiedad más allá de los síntomas, pero me conocía y sabía que era más propensa a caer en una crisis de ansiedad si aún por encima estaba nerviosa.

—Bueno chicos, a lo que veníamos—soltó de pronto Seokjin tras unos segundos de silencio.

Después de que el mayor hablara todos se alinearon a mis espaldas e hicieron una reverencia. Me di la vuelta en mi silla y les miré avergonzada.

Grey | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora