Bajé tan rápido del furgón negro con cristales tintados que se me olvidó ponerme la mascarilla. Para mi buena suerte, justo había salido por la puerta contraria a la que se encontraban todos los periodistas y me dio tiempo a reaccionar y esconderme un poco de los medios. Sin esperar a ningún miembro de la seguridad de la empresa me busqué yo solita la forma de entrar en el edificio sin llamar la atención. El haber ido el día anterior a la peluquería a cortarme el cabello por encima de los hombros también había jugado a mi favor, pues entre las gafas de sol, la mascarilla y mi nuevo look, era algo más difícil reconocerme. Me hubiera gustado llevar más ropa que me escondiera aún más, pero nos encontrábamos en junio y el calor era un gran enemigo de los buenos disfraces.
Una vez dentro del edificio me sentí algo mareada. La última vez que entré allí las cosas eran muy diferentes, nadie me conocía y ahora era un personaje público bastante reconocido. No obstante, por aquellos pasillos había gente con mucho más renombre que yo y aquello me hacía sentir más cómoda, incluso algo más anónima. Tras observar momentáneamente el panorama nervioso típico de un día con actuaciones, me dirigí hacia uno de los ascensores del lugar. Creía recordar perfectamente el camino a los camerinos pero no era así. Maldije en silencio haberme escapado antes de tiempo, pues en un principio iba a acudir con mis compañeros de JSH y el equipo de Big Hit, los cuales conocerían mucho mejor que yo aquel lugar.
Movida por mi instinto subí en el ascensor con varias personas más, mareada y con la mandíbula tensa. Estaba muy nerviosa, ¿cómo no iba a estarlo? El debut de Yoongi no era cualquier cosa, ni un evento más al que acudir como idol. Me habían invitado por ser parte de la empresa pero yo iba a ir de todas formas, sabía que no podía perderme a la persona que más quería brillando como se lo merecía, recibiendo la recompensa cosechada tras tantos años de dedicación y paciencia. Aunque, para ser honesta, no solo estaba nerviosa por el debut de Yoongi sino también porque llevábamos sin vernos a solas desde marzo. Habíamos estado muy ocupados con nuestros sendos trabajos y no habíamos tenido ningún hueco para vernos y, como nadie sabía lo nuestro aún, no habíamos podido intercambiar palabras de cariño. Solo miradas furtivas y sonrisas cómplices en los pasillos de la empresa.
Supuse que la planta en la que todo el mundo bajó de golpe sería la indicada, mas me llevé una gran decepción al ver que numerosos pasillos se extendían en varias direcciones y no había ni un mísero cartel que indicara nada. Me recorrí con paso ligero todas las esquinas que mis nervios pudieron aguantar y, tras no reconocer a nadie de mi empresa, me volví al ascensor. Con un temblor incontrolable en las manos y la respiración entrecortada pulsé otra planta al azar y repetí el proceso. Desesperada me tocó volver al ascensor dos veces más y fue a la cuarta cuando tuve que irme a un baño corriendo para echarme agua en el rostro. Notaba como poco a poco los oídos se me taponaban y el corazón me latía fuerte, subiendo la sensación a la garganta a modo de amenaza.
Aproveché que estaba sola en el baño para sentarme en el suelo y practicar una de las técnicas que había aprendido en terapia para controlar los ataques de ansiedad. Comencé buscando cinco cosas que podía ver. Sin que se redujera mucho mi inquietud, numeré en mi cabeza un grifo del cual salían cada pocos segundos pequeñas gotas de agua, una puerta de color azul claro de la cual colgaba un plan de evacuación en caso de incendios, el anillo de color dorado que llevaba en mi dedo corazón derecho, el secador de manos y la papelera vacía junto a la cual me había sentado. Acto seguido me puse a intentar averiguar qué cuatro cosas podría estar sintiendo en ese momento: nervios, alegría, miedo y tensión. Las palpitaciones comenzaron a disminuir. Continué con tres cosas que pudiera oír, concentrándome en el sonido de una de las puertas de los baños que chirriaban al moverse por el viento que entraba por una de las ventanas abiertas en el servicio. También podía escuchar perfectamente una canción de un grupo de chicos que no me sonaba para nada y el rumor nervioso de varias personas discutiendo en otra habitación. Comencé entonces a respirar algo más calmada, aunque mis manos aún temblaban sin control. No quería ponerme a pensar en dos cosas que pudiera oler ya que me encontraba en un servicio, pero me alegré al notar que en el lugar reinaba un dulce olor a naranja y canela y aproveché para llevarme la muñeca a la nariz para ver si me había echado colonia, lo que pude comprobar al instante cuando mis fosas nasales fueron inundadas por un dulce olor a perfume caro que me habían regalado en algún evento. Por último, restregué mi lengua contra mi paladar buscando algo que estuviera saboreando y suspiré tras notar el amargo sabor del café que me había tomado hacía apenas media hora. Para cuando terminé aquel ejercicio me sentía mejor, aunque notaba las mejillas algo rígidas por las lágrimas secas. Me puse de pie poco después y me lavé la cara de nuevo algo avergonzada pues, como siempre que lloraba, mi cara estaba roja.
Con la mascarilla puesta salí del servicio y estuve a punto de caerme de espaldas al reconocer a lo lejos a una de mis maquilladoras. Casi corriendo me apresuré hasta aquel habitáculo, con una sonrisa nerviosa bajo la mascarilla. Nada más entrar en el camerino me bajé la mascarilla ignorando los efectos secundarios que habían quedado enmarcados en mi nariz, mejillas y ojos y me puse a buscar a Yoongi, pero no estaba. Suspiré y maldije en voz baja mientras hacia reverencias a algunos de mis compañeros de la empresa que se encontraban en aquella sala. Todos se movían de un lado a otro nerviosos, dispersos. Casi no parecía que faltara Yoongi, o al menos parecía que no les interesaba que no estuviera por ningún lado.
Fui sacada de mi ensimismamiento gracias a Namjoon, que apareció de pronto para saludarme.
—¿Cómo te va, Gloss? Bonito corte.
Sonreí incómoda sin poder fijar mi mirada en él, nerviosa por no estar viendo ni un rastro del pelo azul de Yoongi.
—Bien, bien—respondí distraída—. ¿Sabes dónde está Yoongi?
—Agust D a partir de hoy—dijo entre risas graves—. Creía que estaba aquí, estoy igual de perdido que tú.
Agradecí con un gesto de cabeza su ayuda y me di la vuelta cuando me acordé del día en el que yo debuté. Recordé el lugar en el que pasé mis últimos minutos antes de subirme al escenario en la última planta del edificio y salí corriendo hacia el ascensor. Menos nerviosa que la última vez que lo había cogido, pulsé la última planta. El minuto que tardó en subir se me hizo eterno y mi corazón se alegró al ver la cabellera azul de Yoongi a pocos metros de la salida del elevador. Llevaba puesta una camiseta blanca de manga corta y un pantalón de chándal de color negro. Su piel estaba más blanca de lo que recordaba, tanto que me fue posible ver sus venas azuladas marcadas en el dorso de su mano mientras la misma sujetaba un cigarro recién encendido. No me vio llegar, por lo que se llevó una pequeña sorpresa al verme. Sus ojos, ahora maquillados, se abrieron más de lo normal y me sonrió ladino pasándome un brazo por los hombros. Besé su cuello a modo de saludo y él mantuvo su agarre.
—Estás muy guapo—mencioné honesta, pues nunca le había visto con maquillaje y me gustó mucho la forma en la que habían logrado potenciar la belleza de sus rasgos.
—No voy a responder a eso—dijo serio dando una calada al cigarro y mirando para otro lado —. Pero me gusta tu pelo, ¿cuando te lo has cortado?.
Puse mi mano en su pecho y comencé a dibujar círculos con mis dedos, ignorando su pregunta pues era lo último en lo que podía pensar. Olía a él, a su piel y por fin, después de varios meses, me sentí no solo protegida, sino completa.
—¿No habías dejado de fumar?
—No me toques las pelotas, Hyori, hoy no por favor.
—Si estás nervioso no tienes que pagarlo con tus pulmones—dije soltándome de su abrazo y quedando a su lado—. Ni conmigo.
Chasqueó la lengua y tomó mi muñeca para acariciar mi mano y acto seguido entrelazar nuestros dedos. Estaba feliz por estar a su lado pero la presencia del cigarro y el olor a tabaco me incomodaban. Llevaba ya muchos meses sin fumar pero era muy susceptible a la recaída. Yoongi pareció darse cuenta de todo esto y apagó el cigarro al instante. Una vez este estaba completamente apagado, anduvo hasta una papelera y se deshizo de la colilla. Se apoyó en la pared cruzando los brazos y con los ojos cerrados. Suspiró. Yo me quedé mirándole en silencio, estudiando su expresión, tratando de averiguar qué era lo que necesitaba escuchar.
—Estoy cagado de miedo—admitió al fin sin abrir los ojos.
Apoyé mi cabeza sobre su hombro y rápidamente noté cómo recostaba su cabeza sobre la mía.
—Supongo que eso es porque te importa.
—Pero tú me importas y no me das miedo.
Reí ante su ocurrencia. Me alejé de su hombro y me coloqué frente a él. Tomé su rostro entre mis manos, por lo que abrió los ojos. Nuestros rostros se encontraban muy cerca. Podía notar su aliento entremezclarse con él mío y el intercambio lo sentí tan íntimo que no le di importancia al olor a nicotina. Sonreí. Y él me sonrió.
—¿Puedo besarte o voy a estropearte el pintalabios?
Mi pregunta le hizo fruncir el ceño y escapar de mí. Yo me reí y él continuó fingiendo que le había molestado.
—¿Qué te da miedo, Yoongi?
Gracias a la pregunta dejó de fingir que mi comentario le había molestado y se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo. Sin pensarlo mucho le acompañé en su recorrido y me quedé pegada a su lado sobre el frío suelo, cuya temperatura se agradecía debido al calor de junio que nos rodeaba sin piedad.
—No quiero... Fallar.
—No vas a fallar—respondí segura—. Has trabajado muchísimo, eres muy bueno. Has nacido para esto. Confío en que te percibes peor de lo que eres en realidad.
—No es eso. No quiero fallarme a mí mismo.
En ese momento no quise entender a lo que se refería, pero Yoongi hablaba con conocimiento de causa, sabiendo que yo podía entenderle mejor que nadie y no porque tuviéramos una relación más íntima que con el resto, sino por experiencia propia.
—La música es... Es mi vida, ¿sabes? No puedo imaginarme en otro mundo que no sea este. Deseo hacer esto, es mi sueño. Pero... ¿Y si no...?
—Y si no, ¿qué?—pregunté cortando su discurso—. Eres más que un músico. Esto se te da bien, es lo tuyo, pero no creo que pueda limitarte a otras cosas y a otras cualidad que...
—No es eso Hyori—dijo, impidiéndome que pudiera continuar hablando—. No quiero que me pase lo que te ha pasado a ti. No quiero perder la ilusión por la música porque me hagan sentir un objeto o un producto o no sé qué mierda. Y si la pierdo no sé...
Decidí que la mejor forma de responder a esa preocupación era el silencio. No podía darle ninguna solución. La industria terminaba haciéndote sentir de esa forma, hasta el punto de que en ciertas ocasiones el personaje que adoptabas te poseía y te dejabas de sentir tú mismo, perdías tu esencia por contentar a un público, a un mercado. En esos meses había cantado en varios conciertos, había conocido a muchos fans y también había sido entrevistada en numerosas ocasiones. Pocas veces sentía a Shin Hyori en mi piel, Gloss tomaba el mando, y eso me hacía perder la ilusión... Pues me negaba a perderme a mí misma por el camino.
Obviamente estaba tratando esas ideas y tratando de regular mi comportamiento con mi psicóloga. Nadie más que ella había vuelto a escuchar mis quejas acerca de mi valor como cantante o como persona. No quería preocupar a mi padre ni desilusionar a Yoongi y, sin embargo, a él se le habían quedado grabadas mis palabras como si las hubiera escuchado todos los días previos al debut.
—Cuando siento que debería tirar la toalla, intento en mi cabeza escuchar escalas—dije tras un rato de silencio—. Tal vez es muy friki pero me gusta fingir que noto la vibración del piano y me arropa de esa forma que tan solo la música sabe hacerlo. No te estoy diciendo que te pongas a pensar en cosas musicales y que te vayas fumando corcheas y síncopas, pero tal vez si descubres un método que te ancle al momento y no tanto a los pensamientos irracionales, te hace ver el motivo por el que estás aquí.
Pasó su brazo por encima de mis hombros y besó mi cabeza. Meció mi cuerpo en un ligero vaivén, aún en silencio. Tal vez no tenía nada que decir o tal vez simplemente yo había soltado una tontería, pero fue un silencio hermoso. Unos minutos después se puso de pie y yo imité su acto. Tomó mis dos manos y me sonrió mirándome directamente a los ojos. Ante mí encontré la expresión de despedida que tantas veces mostraba cuando teníamos que separarnos, aquella que en tantas ocasiones me imaginé tras su marcha cinco años atrás. Fui a abrazarle cuando me tomó por el mentón y me besó. Aproveché el momento para disfrutar cómo mi corazón subió levemente en mi pecho, loco de felicidad por estar sintiendo de nuevo tan cerca de mí a la persona que amaba. Cuando el besó terminó me abrazó y durante el gesto susurró en mi cuello lo siguiente:—El motivo por el que estoy aquí y por el que las cosas tienen sentido eres tú, Hyori.
Respondí con una sonrisa que él agradeció guiñándome un ojo antes de darse la vuelta y desaparecer en el ascensor. Una vez sola me llevé la mano a los labios y sonreí.
Tú también eres el motivo por el que mi vida tiene sentido.
Me di el lujo de quedarme en silencio emocionada durante unos minutos sabiendo que aún quedaban tres cuartos de hora para la actuación de Yoongi. Llamé a mis compañeros, los cuales aún estaban de camino y escribí un par de mensajes a mi padre recordándole la importancia que tenía el día en el que nos encontrábamos. Deseaba gritar a los cuatro vientos que estaba emocionada.
Después todo sucedió muy rápido. Me llamaron de mi empresa para que bajara con mis compañeros y todos juntos fuimos a una sala cerca de la parte posterior del escenario llena de pantallas. En las mismas pude ver un grupo de seis chicas—todas más jóvenes que yo—que cantaban una canción alegre sobre amor, de esas que yo detestaba. Los minutos pasaban despacio y por mucho que me distrajera hablando con Lena sobre lo poco que nos gustaban los vestuarios, nada hacía que Yoongi apareciera en aquellas dichosas pantallas.
—¡Buenas, chicos!
El saludo de Namjoon hizo que yo me sobresaltara y que Jimin se cayera de la silla en la que se encontraba sentado tranquilamente observando a las chicas de antes, pues estaban repitiendo su presentación debido a problemas técnicos. Jin y Hoseok saludaron felices a nuestro compañero y Lena se limitó a mirarle de soslayo mientras ayudaba a Jimin a ponerse en pie. Yo saludé sonriéndole cuando se sentó a mi lado. No llevaba ni un segundo en silencio cuando me dio un pequeño codazo.—¿Encontraste a tu príncipe azul?
Su pregunta me pilló desprevenida, pero me reí y le seguí la broma. Nadie sabía lo que había entre Yoongi y yo, o al menos eso pensaba. Parecía que Namjoon sabía algo y su pregunta no pasó desapercibida para ninguno de mis compañeros.
—¿Hyori-ah? ¿Tienes un rollito?—cuestionó divertido Hoseok.
—¡¿TIENES NOVIO?!—Jimin parecía muy ofendido por no saber nada sobre el tema.
—Dejadla que tenga lo que quiera. Hace mucho que no está con Taehyung, todos tenemos necesidades...
—¡Oppa!—me quejé ante las palabras de Jin, que se reía incontrolablemente por su propio comentario.
—¡Callad! ¡Ya le toca!
Nerviosa olvidé por completo la tontería que acababa de hacer Namjoon para fijarme en la pantalla, ahora negra. Poco a poco empezaron a subir unas luces moradas y una melodía de piano empezó a sonar. Yoongi apareció en medio del escenario y empezó a rapear una canción que nunca antes había escuchado ni había leído en su cuaderno. No pude apenas concentrarme en lo que la letra decía, tan solo podía admirar la belleza de Yoongi que brillaba casi sin quererlo. Dominaba el escenario más de lo que podía haberme imaginado y el público del lugar le recibió con mucho cariño a pesar de no conocerle de nada. Aquella canción terminó tan pronto como comenzó y no pude aguantarme las lágrimas de emoción. Entre esa canción y la otra que iba a presentar apenas transcurrieron cinco minutos de parón en los cuales todo el mundo comenzó a crear alboroto y emocionarse en voz alta. Comentaban su técnica, su presencia, la seguridad en su voz... Pero yo no escuchaba nada, no podía apenas moverme.
La siguiente canción fue más movida y me sonaba de algo. Incluía incluso un poco de baile y me sorprendió para bien ver a Yoongi moverse de una forma mucho más coordinada de la que me esperaba junto a unos cuantos bailarines que no había visto nunca. Me moví al sonido de la música y disfruté de los minutos que Yoongi deleitó al público de su arte y talento. Para ser su primera vez parecía llevaba haciéndolo toda la vida.
Te quiero Min Yoongi, eres increíble.
Un vez terminada la presentación salí corriendo del habitáculo para situarme en bastidores, justo por donde supuse que Yoongi aparecería. Quería felicitarle la primera, me daba igual que me vieran mis compañeros o la prensa, no lo estaba pensando mucho a decir verdad. Esperé moviéndome nerviosa y mi felicidad aumentó al ver a los bailarines aparecer, seguidos por Yoongi con la frente perlada en sudor. Nuestras miradas se cruzaron rápido y las sonrisas se activaron automáticamente. Una vez estuvimos frente a frente nos abrazamos, aunque no muy fuerte para que la gente no se sorprendiera ante aquel gesto de cariño fuera de contexto. Empecé a sentir ganas de llorar, pero logré contenerme.
—Enhorabuena—susurré acariciando su espalda.
—Ven a celebrarlo conmigo, Hyori.
Tras decir aquello soltó mi abrazo y se fue no sin antes fingir que me daba las gracias como lo haría con cualquier desconocido.
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Grey | Min Yoongi; BTS
FanfictionDespués de cinco años las cosas han cambiado más de lo que Hyori se esperaba. Sin su madre y sin Yoongi se vió obligada a continuar con su vida e intentar llevar lo mejor posible su entrenamiento y trabajo en Big Hit Entertainment; hasta el momento...