cinco

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—¡Me tienes hasta los ovarios!—chillé rebuscando en aquella gran montaña de camisetas y chaquetas de lana mi paquete de tabaco de reserva, ese que guardaba para emergencias.

—¡¿Yo te tengo hasta los ovarios?!—respondió Taehyung con el mismo tono frente a mí de brazos cruzados.

—¡Claro que sí!—repetí dejando por un instante de mirar a la ropa para lanzarle una mirada de desesperación, intentando obviar la taquicardia, la falta de aire en los pulmones y el temblor de mis dedos.

—Hyori, no sé si te das cuenta pero la que ha empezado la pelea has sido tú...

Carcajeé a la vez que cogía una camiseta larga de color lila y la tiraba al suelo con rabia. No estaba en condiciones para seguir con aquello, tampoco tenía tiempo, pero algo parecido a la ira que crecía en mi estómago me decía que no dejara de defenderme.

—¿Yo he empezado todo esto, no?

Taehyung hizo un sonido afirmativo con la garganta y pude oír a Holly ladrar desde la cocina—donde le teníamos encerrado—, seguramente sorprendido por escuchar silencio después de unos largos veinte minutos de discusión a gritos.
Ignoré la mirada de desaprobación que Taehyung mantenía y continué rebuscando con dificultad al borde del colapso. Sentía que casi no tenía control sobre lo que decía o hacía, por lo que me empecé a morder el interior de la mejilla para contenerme de verdad. Poco tardé en notar el sabor metálico de la sangre.

—Estoy hasta la coronilla de que me prohíbas fumar...—murmuré por lo bajo notando que la voz me empezaba a temblar sin remedio y los ojos a escocer.

Taehyung se sentó en la cama, respiró sonoramente y luego dio un fuerte pisotón, provocando que Holly se asustara y volviera a ladrar como loco en su encierro.

—El día que entiendas que es por tu bien se van a abrir los cielos.

De pronto noté la caja de tabaco bajo una blusa blanca y, con movimientos torpes, la agarré entre mis manos con fuerza para guardarla en el bolsillo del plumas negro que llevaba puesto desde hacía un rato, poco antes de que Taehyung y yo empezáramos a pelearnos.

—El día que tu entiendas que lo necesito...

—¡Ya está, joder!—gritó de nuevo volviéndose a poner de pie, enfrentándome—. ¡¿No crees que ya está bien?!

Ante sus palabras me quedé de piedra, apretando con fuerza los puños, sintiendo como las uñas se me clavaban sobre las palmas haciéndome un poco de daño. Los ojos se me aguaron.

—Te conozco desde hace mucho tiempo Hyori... Y nunca te he visto tan jodida como lo estás ahora.

Los latidos de mi corazón resonaron con mayor fuerza, provocando que dejara de oír completamente bien e incluso que me mareara un poco.

—Lo necesito para calmarme y-

—No necesito que me des explicaciones—dijo alzando la mano, interrumpiendo mi excusa—. Solo sé que tú antes no eras así, no te ponías así, no te pasaban estas cosas.

Me quedé en silencio mirándole a los ojos fijamente. Él también parecía estar a punto de llorar y yo en ese momento no entendía el porqué pues yo era la víctima. Yo me sentía la víctima de todo lo que acababa de pasar.

Bufó enfadado y, tras sujetarse durante un rato el puente de la nariz, volvió a hacer contacto visual conmigo para soltarme:

—No eres la Hyori de la que me enamoré.

Presa del pánico agarré mi bolso y salí corriendo, literalmente. No pude escuchar nada, ni siquiera fui capaz de llamar al ascensor y esperar los segundos que tardaría en llegar a mi planta. Bajé las escaleras de tres en tres, saltando, percibiendo tan solo mi acelerada respiración y la suela de mis deportivas chocando contra el suelo. No fui consciente de nada de lo que me estaba pasando hasta que salí a la calle y anduve unos metros hasta un banco libre, en el cual me senté abatida. Me estaba dando un ataque de ansiedad.

Grey | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora