Cierro el grifo del lavabo y alcanzo la toalla para secarme la cara. Puedo oír desde el baño los ladridos de Holly y la risa de Yoongi, que debe de estar jugando con él. De tan solo imaginarme esa tierna imagen mi corazón se derrite. Abro el cajón donde guardo el maquillaje y cojo la crema de manos. Extendiendo la misma con cariño ando hasta el dormitorio. Allí están las dos cosas más bonitas del mundo: mi adorable perro y mi preciosa Takamine nueva delante de nuestro gran armario, aún guardada en su maravillosa funda. Ah, y también está Yoongi.
—¡Holly!
El perrito al escuchar mi voz pasa totalmente del humano que hasta hace dos segundos adoraba para acercarse a mí y subirse por mis piernas para que le acaricie la cabeza. Le doy los mimos que tanto pide y luego le ordeno que se vaya a tumbar a su camita que está a la derecha de la nuestra. Es tarde, sobre todo para mí que soy una embarazada estresada por los futuros conciertos de su novio y las millones de ideas que tengo para mi escuela de música. Además, desde hace un par de días Yoongi estaba en casa conmigo—se había pedido un descanso para poder ser padre en paz—y, aunque le quiero mucho, de vez en cuando su presencia en casa me desestabiliza. Será cosa de las hormonas y de mis casi nueve meses de embarazo.
Aunque todo el mundo ya sabía de sobra que Yoongi y yo éramos pareja, antes de que él se tomara ese descanso por el que tanto luchó con su agencia, hicimos juntos un anuncio público unido a que estaba a punto de dar a luz. A pocos les pareció real el hecho de que fuéramos a tener un hijo a nuestra edad, además de que alimentó las malas lenguas y arruinó por completo mi imagen—si es que no estaba ya lo suficientemente arruinada—. Por lo menos mi próximo proyecto marcha fenomenal. Después de pasar dos semanas muy intensas hablando con mucha gente que en su mayoría me presentó mi padre—antiguos clientes de cuando aún trabajaba en Seúl—, conseguí encontrar un espacio en el cual podría crear mi escuela, al fin. No era gigante, pero sí un lugar que prometía un buen inicio. Además, en varias ocasiones tanto mi padre como Yoongi me recordaban que si las cosas marchaban bien podría cambiar la sede.
Suspiro. Tal vez mis dolores de cabeza tengan que ver con que no puedo dejar de pensar en todo lo que tengo que hacer. Porque sí, tengo el espacio y muchas ideas anotadas en una libreta que descansa sobre mi mesilla de noche, pero también estoy en la última fase del embarazo y se me está haciendo cuesta arriba. No me siento del todo capaz de llegar a todo: madre, crear mi propio negocio, mantener mi salud mental... Puede que sea el reto más difícil al que me he enfrentado en mi vida.
—¿En qué piensas tanto que te sale humo de la cabeza?—pregunta Yoongi tumbándose a mi lado en la cama y acariciando mi vientre.
—Quiero que tenga tu nariz—digo mirándole directamente a los ojos con una sonrisa.
Podían pasar todos los años que quisiera y los ojos de Yoongi siempre me parecerían los más bonitos del mundo.
—Llevas desde la primera semana diciendo eso—se queja.
—No es verdad, no recuerdo habértelo dicho—le digo arrugando la frente.
—Porque tú eres la narradora.
—Bueno, que quiero que tenga tu nariz.
Refunfuña. Sé lo mucho que le molesta que le diga que me gusta su nariz y aunque haga referencias a ello para molestarle, no miento cuando digo que quiero que nuestro hijo tenga sus preciosas facciones
—A mí me gustaría que tuviera tus ojos—añade en bajito, tal vez para que yo no pudiera escuchar su repentina confesión.
—Quiero un pony.
Río cuando él me da un leve empujón pero luego se da cuenta de mi estado y me pregunta unas doscientas veces que si el bebé y yo estamos bien.
—Vámonos a dormir, anda—deshago la cama para arroparme con las sábanas—. Mañana tienes que ensayar, ¿no?
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Grey | Min Yoongi; BTS
FanfictionDespués de cinco años las cosas han cambiado más de lo que Hyori se esperaba. Sin su madre y sin Yoongi se vió obligada a continuar con su vida e intentar llevar lo mejor posible su entrenamiento y trabajo en Big Hit Entertainment; hasta el momento...