veintiséis

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Mi padre, al ver las circunstancias en las que me encontraba, decidió quedarse un mes entero conmigo en Corea. En un principio quiso mudarse definitivamente para estar cerca de mí, pero negué entre agradecimientos su petición ya que no creía que fuera necesario que diera ese paso, además que sabía que no iba a ser bueno para él, pues todo le recordaba a mi madre. Le conseguí contar lo que me había sucedido con pelos y señales y le sorprendió que me reconciliara con Yoongi, mucho más que el estado de mi salud mental. No quiso aceptar al inicio que yo hubiera decidido dejar a Taehyung y seguir lo que me dictaba el corazón, le parecía injusto que me declarara enamorada de una persona que había desaparecido sin previo aviso. Pero, poco a poco, lo entendió. Apoyó fervientemente que acudiera a terapia y, de hecho, un día me acompañó a la consulta, en la que habló con Yang. Yo no necesitaba ningún tutor que estuviera pendiente de la evolución de mi terapia debido a mi edad, pero mi padre quería saber todo de mí, con la excusa de que necesitaba conocerme en mi mayor esplendor para poder cuidar de mí con la misma intensidad. "Es lo que tu madre habría hecho", me decía.

Llevaba un par de semanas viviendo con mi padre y el mismo tiempo sin ver a Yoongi. Todas las noches nos llamábamos y mientras él me contaba todo lo que había hecho durante el día, yo me lamentaba en silencio por no haber hecho más que escribir canciones que nadie iba a escuchar y sacar a Holly de paseo escondida bajo disfraces ridículos. No habíamos vuelto a hablar de la noticia que me dio a última hora antes de que me fuera de su casa, al menos no directamente, y me preocupaba. Tenía sentimientos encontrados respecto a que le hubieran ofrecido a Yoongi ser solista. Por un lado, estaba tan orgullosa que no me cabía en el pecho la emoción. Llevaba años conociendo su afán por dedicarse a la música y sabía que en ese momento todo él era un manojo de nervios deseoso de poder seguir ese camino que la vida le había ofrecido para cumplir sus sueños.
Por otro lado, sentía una profunda envidia, porque quería estar en su lugar. Y no, no era una envidia sana. Me corroía por dentro y me hacía querer no volver a solfear ni cantar en mi vida. Por mucho que mi psicóloga me repitiera mil y una veces que era un sentimiento normal dada mi situación, yo no podía evitar sentirme culpable cada vez que hablaba con Yoongi. Quería poder simplemente alegrarme por él y felicitarle tal y como el resto del mundo estaba haciendo.

Mis compañeros de JSH estaban triunfando muchísimo. En mi ausencia ya habían ido a varios programas locales muy famosos e incluso habían organizado meet and greets con los que parecían nuestros fans, los "happiers". Y yo me sentía muy ajena a aquello. Tiempo después me enteré de que en cada sitio al que iban excusaban mi ausencia, declarando que tenía problemas de salud y estaba recuperándome, lo cual hacía que los fans se entristecieran porque querían verme a mí también.

Todo a mi alrededor me parecía entonces injusto. No hacía ruedas de prensa, ni promociones pero me perseguían hombres con cámaras para saber de mi vida, vivía en una casa que sentía no sentía propia y encima con mi padre, que en muchas ocasiones me invalidaba como si estuviera al borde de la muerte... Y echaba de menos a Yoongi, al Yoongi que se tumbaba conmigo en el sofá a ver el atardecer.

Aquel día de principios de febrero decidí sacar a Holly nada más terminar de comer. A pesar del frío, era un día soleado y era muy agradable pasear, aunque tenía que llevar mascarilla y gafas de sol en todo momento. A Holly los días soleados le volvían loco. Además de andar y corretear feliz pegaba saltitos de vez en cuando y se acercaba a mí, mirándome con sus ojitos tiernos y moviendo el rabo. Me contagió su felicidad de forma que se me olvidó por completo que justo ese mismo día por la mañana había estado en consulta llorando desconsoladamente porque me sentía inútil y quería morirme. Con muchas paciencia y gracias a la terapia había conseguido reformular pensamientos irracionales y también había aprendido a dejarlos pasar. En ese momento estaba simplemente tranquila.

Anduve un poco más de lo que solía hacer, descubriendo nuevas zonas de aquel barrio, entre ellas una pequeña cafetería en la que admitían perros. Estar en un sitio como aquel podía suponer que alguien me reconociera pero entré sin pensarlo mucho, ilusionada porque Holly podría entrar conmigo a pasar un rato agradable. El sitio era pequeño y había bastante gente, pero la atmósfera era de lo más agradable. Olía a una mezcla de pan y chocolate y se oía un murmullo suave. Me sentí tan serena y acogida que me olvidé de la incomodidad que sentía cuando salía a la calle, camuflada. Holly también se sentía como yo, hasta se acercó a otros perros que había por el lugar, como saludándoles. Movida por el capricho de un café, me acerqué al mostrador, que se encontraba justo al final de la cafetería muy bien centrado. Tuve que esperar un par de turnos hasta que me atendió una chica, seguramente era más joven que yo y se encontraba allí trabajando para pagarse los estudios. Fue muy amable aclarando mis dudas sobre los diferentes tipos de café que había y en varias ocasiones se dirigió a Holly, al cual le ofreció un premio que tenía en el mostrador reservado para los canes.

Cuando me fui a sentar me di cuenta de que no había ni una mesa libre. Me quedé quieta por un segundo frente a todo el mundo pero reaccioné rápido dirigiéndome como una bala a la salida. Estaba a punto de llegar a la calle cuando oí mi nombre. Asustada me giré, pensando que podrían haberme reconocido, mas encontré a unos pocos metros de mí a Taehyung. Hacía meses que no le veía y encontrarme con él me generó sentimientos encontrados. Tenía buen aspecto aunque parecía haber adelgazado bastante, se había dejado el pelo largo y sobre su regazo había un pequeño perro de color marrón y negro que nada más ver a Holly le ladró.

Taehyung hizo con su cabeza un gesto con el cual me estaba ofreciendo sentarme en la silla libre que se encontraba frente a él. Tras mirar a mi alrededor y asegurarme de que nadie estaba prestándonos atención, me dirigí hasta la mesa y me senté. Bajé mi mascarilla y puse las gafas de sol sobre mi cabeza, a modo de diadema. Nada más ver mi cara despejada, Taehyung me sonrió, a lo que yo correspondí. Una vez dejé a Holly suelto, este se acercó feliz a Taehyung, reconociéndole al instante. Ante aquella situación Taehyung dejó al pequeño perro en el suelo, lo que hizo que el mismo soltara un par de gruñidos a modo de queja. Cogió a Holly en sus brazos y dejó que este le llenara de besos.

—¿Cómo te va? Te vi en la tele.

Ante sus palabras sonreí incómoda. El que supuse que era su perro seguía gruñendo y Holly no parecía querer dejar en paz a mi ex.

—Bueno, voy tirando.—Di un sorbo a mi café, que seguía caliente pero ya se podía consumir—. Hace poco decidí empezar a ir a terapia y me va muy bien.

—¿De veras? Me alegro muchísimo...

—Y también he dejado de fumar.—Aquello le sorprendió tanto que hizo una mueca bastante cómica a la cual solo pude reaccionar con una carcajada—. Estoy en proceso, ¿vale? Pero llevo sin fumar ya muchísimo tiempo. ¿Tú qué tal?

Dejó entonces a Holly en el suelo y volvió a tomar en brazos al perro pequeño, que se calmó al instante.

—Me va bien, muchas gracias por preocuparte.

Sus palabras fueron sinceras y se mostraba bastante relajado. Cualquiera desde fuera negaría que en algún momento hubiéramos tenido más que una amistad, pues entre nosotros no había ni un ápice de rencor o ideas envenenadas sobre el otro y aquello me hizo sentirme bien conmigo misma.

—Mi carrera me encanta, ¿sabes? Me llena. Es maravilloso—dijo acariciando la cabecita del can en su regazo—. Y bueno gracias a matarme a trabajar conseguí alquilar un pequeño piso y adoptar a Yeontan. Echaba de menos tener un perrito en casa.

Una vez supe el nombre del perro le saludé, pero este me respondió con un ladrido por el que Taehyung me pidió perdón. Estuvo entonces explicándome todos los cuidados especiales que ese perro suponía debido a una enfermedad que tenía. Entre risas recordamos episodios que vivimos juntos con Holly y con melancolía enmarcamos lo bonito que fueron los años de instituto. Hablábamos como lo que una vez fuimos, buenos amigos, y fue de lo más agradable.

—Y, ¿qué tal con Min Yoongi? ¿Vives con él? Jimin me dijo que te fuiste del piso.

—Ahora vivo con mi padre. Después de lo que pasó me recomendaron guardar reposo y esperar a sentirme un poco mejor para volver a trabajar...

—Supongo que estarás que te subes por las paredes.

Reí y asentí, pues estaba en lo cierto.

—Estuve con Yoongi unas semanas, aunque eso solo lo sabéis mi padre, él y ahora tú...

Hizo como si se cerrara la boca con una cremallera y con un gesto de la cabeza me indicó que continuara hablando.

—Ahora estoy con mi padre y con Holly. Aún no puedo volver a trabajar así que sí, me subo por las paredes y al techo y a punto de tirarme por el balcón.

Mi broma no pareció satisfacerle, por lo que hizo una mueca antes de darle un mordisco a un bizcocho de aspecto apetitoso que descansaba frente a él. Yeontan siguió con la mirada y la lengua fuera los gestos de su dueño.

Estuvimos una hora más hablando, tranquilos, como si nada hubiera pasado verdaderamente entre nosotros. Llegó hasta a oscurecer. Fue fácil sentirme acogida y para mi sorpresa también dejarme llevar. Conociéndome sentía que no iba a poder nunca dejar de ver a Taehyung como una pareja, aunque antes hubiera sido amigo. Y, aunque recordaba el amor y las noches de pasión, delante de mí solo veía a un viejo amigo que con emoción me hablaba de su planes de futuro. Me felicité por ello.

—Oye—dijo de pronto cuando ya llevábamos un rato sentados en la mesa sin nada más que comer o beber—, no te des la vuelta pero hay un tío que creo que te está haciendo fotos.

El estómago se subió a mi garganta, sentí que me ahogaba. Sin dudarlo subí mi mascarilla y tapé siendo muy parsimoniosa mi rostro. Maldije por lo bajo pensando que una imagen mía con Taehyung se extendería por todos lados, dando a entender que tenía una relación que no podía tener. Sin embargo, me molestaba más que si aquel titular podía salir a la luz, lo viera Yoongi.

—Vamos a hacer lo siguiente—susurré mirando la taza vacía—. Voy a levantarme y me voy a ir. Tú vas a esperar cinco minutos al menos y también te irás. Va a ser muy llamativo para el paparazzi pero no creo que sea mejor que nos vayamos juntos...

Escuché a Taehyung suspirar y me imaginé su rostro nervioso. Él no estaba acostumbrado a estas cosas, claramente. Supongo que nadie lo estaba.

A mí, por desgracia, me tocaba.

—Entonces, ya nos veremos por ahí—murmuró casi sin vocalizar, tal vez imaginando que el dispatch iba a ser capaz de escuchar nuestra conversación.

—Me ha encantado hablar contigo, Tae.

Y sin más dilación me puse en pie y me marché con Holly. Tal vez hubiera alguna otra celebridad en el local pues el dispatch no me siguió, hecho que me sorprendió muchísimo pero que a la vez me tranquilizó. Contenta volví al apartamento de mi padre, con la cara tapada y el paso ligero, pues que no me hubiera seguido aquel paparazzi no suponía que me pudiera encontrar con otros.
Pensé un momento en Taehyung y sonreí. Le había visto diferente a la imagen que llevaba teniendo tantos años de él y me sentí ciertamente orgullosa. Nunca había dudado de que Taehyung iba a ser un hombre atractivo e inteligente, siempre había confiado en él y sabía que a pesar de que nuestros caminos se habían separado de la peor forma, él también confiaba en mí. El lazo que nos había unido no se guiaba por su etiqueta si no por su intensidad, y yo a Taehyung le apreciaba profundamente.

No tenía llaves del apartamento y se me hacía raro tener que llamar al telefonillo tal y como cuando era una niña y me bajaba un rato a jugar a la calle. Aquel era uno de los miles de motivos que me hacían sentir ajena esas cuatro paredes, además de que se me hacía raro convivir con mi padre tras tantos años apañándomelas por mí cuenta. Holly nada más entrar en el pequeño piso fue corriendo a la cocina, donde le había acondicionado un pequeño hueco con su comida y juguetes. Como ya había aprendido que ese era su lugar en la casa, pocas veces se molestaba en ir a otro sitio a no ser que fuera el cuarto de invitados, donde yo dormía.

Se me hizo extraño que mi padre no me hubiera dicho nada al entrar por la puerta ya que normalmente siempre venía a preguntarme nervioso qué tal había ido mi paseo, si había tenido algún problema o si podía ayudarme con algo. Sin duda alguna se encontraba en la casa porque me había abierto la puerta pero, ¿dónde estaba exactamente?

—¿Hola?—saludé en voz alta, pretendiendo que se me escuchara en aquel piso que era tan solo un poco más grande que el que compartí con mis compañeros de JSH.

No dio tiempo a que nadie me respondiera porque rápidamente llegué al salón y me encontré a mi padre sentada en un sillón y a Yoongi en el sofá. El primero tenía entre sus manos una taza de café a medio terminar y Yoongi parecía nervioso, arrancándose las pieles que se levantaban por la zona de las uñas. Al verme, su rostro pareció relajarse.

—Tienes una visita.

Mi padre no parecía muy contento, lo cual explicaba el nerviosismo de Yoongi. Llamé a a Holly y este vino corriendo. Al ver a Yoongi empezó a mover el rabo y se tiró sobre él para saludarle. Yoongi respondió a la efusividad del perro y noté que su expresión se relajaba aún más.

—Si no te importa papá, ¿podrías dejarnos solos?

Vi que mi padre iba a protestar y sin embargo se marchó seguido de Holly, que ya se había cansado de los mimos de Yoongi. Una vez estuvimos solos le di un fuerte abrazo que me correspondió con la misma fuerza. Me empapé momentáneamente de su aroma y besé su mejilla. A pesar de que nos llamábamos todos los días—aunque fueran cinco minutos—, le echaba mucho de menos. Llevábamos sin vernos bastantes días y después de haber vivido juntos se me había hecho eterno. Deseaba verle y su inesperada visita mi hizo feliz.

—¿Cómo estás?

Suspiré y le miré con media sonrisa. Entendió mi gesto y me acercó a él para besarme la frente repetidas veces. El tacto de sus labios sobre mi piel encendió ciertos anhelos que tenía guardados para mí, pero me contuve y tan solo apoye mi cabeza en su hombro, notando el latir de mi corazón en las sienes.
Yoongi pasó su brazo sobre mis hombros y suspiró igual que yo hacía apenas unos segundos.

—Y tú, ¿cómo estás?

—Muy ocupado—contestó sin mover un milímetro su cuerpo.

—¿Sabes algo de tu debut?

Mi pregunta hizo que bajara su brazo de mis hombros, seguramente porque le sorprendió. Como desde que me había contado la noticia de que le querían como solista, ambos habíamos evitado el tema, no creo que él estuviera mentalizado para que yo preguntara por ello. Yo no quería hablar del tema porque me hacía sentir de la peor envidia del mundo, pero no comprendía porqué él no deseaba compartir sus dudas, miedos o victorias conmigo.

—Queda bastante—respondió mirando al suelo—. Hyori, si no te sientes cómoda...

—Yoongi, cariño—dije tomando su rostro en mis manos, obligándole con aquel gesto a que me mirara.

Le miré fijamente a los ojos y sonreí. Al momento imitó tanto mi sonrisa como la posición de mis manos, poniendo las suyas a ambos lados de mis mejillas. Acaricié su rostro, suave, delicado e imberbe. Acerqué mi cara a la suya y rocé nuestras narices para luego dejarle un beso en los labios. No se opuso a ninguna de mis acciones y eso me hizo verle vulnerable. Y me gustaba aquello, que se dejara llevar por mí y me viera como un lugar en el que desnudarse emocionalmente. Divisé sus miedos sin que me dijera nada, sabiendo que no sería capaz de hablar de ello ni siquiera conmigo. Le quería y quería que sus sueños se cumplieran y eso era más fuerte que mi envidia.

—Creo más en ti que en mí misma.

Soltó una carcajada breve y me tomó de la nuca para besarme en los labios de nuevo. Luego nos quedamos abrazados. Ambos agradecíamos no tener que usar las palabras, pese a que éramos conscientes de que en algún momento la conversación debería suceder.

—Hyori.

Sin despegarme de él gruñí a modo de respuesta y él imitó el sonido que yo había hecho, a modo de burla. Comenzó a acariciar mi cabello, haciendo que yo me relajara de más. Podría dormirme ahí mismo, en sus brazos.

—Deberíamos irnos. Lejos. Solos tú y yo sin trabajo, ni paparazzis, ni problemas...

Apreté con fuerza su cuerpo entre mis brazos y reí por su propuesta, pensando que era un mero sueño utópico, ya que no me veía capaz de hacerlo. Tampoco lo veía factible por la vida que él iba a empezar a tener; iba a ser imposible tener unas vacaciones y mucho menos privadas. Además, mi intención era volver a la industria y no sabía cuando iba a darse, ¿podía permitirme desaparecer sin más? ¿Qué pensaría mi psicóloga al respecto? ¿Y mi padre?

—Podríamos irnos a la playa... A Busan por ejemplo.

—Tu propuesta es perfecta—murmuré—, pero no te pega ir a la playa.

—La verdad es que la arena es muy incómoda...

Reímos juntos.

—Quédate a dormir, Yoongi.

—No creo que a tu padre le haga mucha gracia—dijo tomándome de los hombros, obligándome a enfrentarle—. Creo que me odia.

—¡Que te va a odiar! Eres difícil de odiar Yoongi.

—¿No me odiaste cuando me fui? Pues para tu padre simplemente me fui... y por eso me odia.

Bufé y le di suavemente en el hombro, aunque lo suficiente para moverle. Se quejó de que le había hecho daño, y fue de verdad, por lo que me asusté. Le restó rápidamente importancia pero su gesto de dolor no cambió.

—¿Qué le pasa a tu hombro?

Se alejó un poco de mí agarrándose el lugar adolorido y negó con la cabeza. Él quería que no habláramos del tema y yo quise insistir, mas me quedé sin hacerlo por miedo a incomodarle. Que nos quisiéramos no suponía que tuviera que invadir su espacio y negarle que reservara cosas para sí mismo. Me tranquilizaba saber que si en algún momento le daba por hablar del tema, lo haría sí o sí. No me estaba ocultando nada, lo sabía a ciencia cierta, así que decidí cambiar de tema.

—Lo del viaje, ¿lo decías en serio?—cuestioné haciéndome la distraída, tomando entre mis manos las suyas.

—¿Y tú lo de que me quedara a dormir?

Con cuidado me acerqué a él y le di un beso en la mejilla mientras llevé una de mis manos a su cabeza y enredé mis dedos en su cabello azabache, suave y con olor a limón.

—Min Yoongi, me iría contigo al fin del mundo.

Sonrió y me dio un cabezazo, avergonzado. Me fui a quejar pero me calló con un beso.

—Y yo.




Grey | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora