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Elena

Mis brazos estaban aferrados al torso de Steve mientras él nos llevaba en su moto. Mi rostro descansaba en su espalda. Cerré los ojos y a mi mente vino la imagen del doctor Strange, la forma despectiva de su mirada, la manera en que el mundo se movía alrededor de él, la forma en que él se movía alrededor de todos, era... totalmente, enigmático. Era una locura. 

Tenía que mantenerme concentrada ahí, en mis brazos alrededor de Steve. En lo que venía por delante y no hablaba solo de los entrenamientos que me esperaban en la nueva base de los vengadores para convertirme oficialmente en una, sino en nuestra primera vez juntos. De solo pensarlo las mejillas se me ponían rojas y tenía que apretar ligeramente las piernas. 

El viento ayudaba un poco a esparcir el calor lejos de mí pero tarde o temprano iba a tener que lidiar con eso. Porque, habíamos tenido muchas posibilidades de hacerlo en varias ocasiones y Steve siempre decidía parar. Para él era importante tener una cita, hablar con Tony, preparar el camino y hacer las cosas en orden. Pero desde un poco antes de lo de Sokovia todo se descompagino. Y nada pudo volver a ordenarse de la forma en que estaba o en la que queríamos que estuviera. 

Y él mismo tuvo que amoldarse a todo, todo lo que pasó luego. Y aunque entonces mi mente estaba preocupada por Tony, tenía que saber dejar que las cosas fluyeran. 

Llegamos a la base en silencio, no había nadie. Luego de lo que había pasado, la mayoría se había ido a pasar un tiempo con sus familias. Y por mayoría hablo de Clint y Thor que volvieron a sus hogares para seguir con sus propios asuntos íntimos. Nat era la única que estaba cerca, pero había dejado un mensaje hace un par de días porque iría a conocer al hijo menor de Clint. 

Justamente veíamos una foto de ella y Nathaniel mientras subíamos por el elevador hasta la sala de estar. 

Nathaniel Pietro Barton — musitó Steve inclinado hacia mi pantalla del celular. Todavía no estaba para nada familiarizado con la tecnología y tenía un teléfono de almeja que tenía números enormes y una pantalla verde con letras negras. Literalmente el teléfono de una abuela. Pero yo, por supuesto le tenía una sorpresa. 

—Cuando Pietro se entere, va a estar allá en menos de lo que Clint respira. 

Me reí levantando los hombros y el sonido suave de la risa de Steve me hizo levantar la mirada con un suspiro con los labios entre abiertos. No podía creer que estuviéramos así de juntos, así de conectados. Steve subió una mano y sostuvo mi mentón, su pulgar presionó mi labio inferior despacio mientras mi aliento se estaba cortando. 

—Eres hermosa, Elena — susurró. Su aliento a pasta dental y perfume, su calor hizo que se me el aire se me fuera al cerebro y pronunciando una maldición me puse de puntillas y lo besé. 

Mi brazos se enredaron en su cuello y mis dedos se metieron en su corto cabello rubio intensificando la sensación. Mi pelvis se pegó a la suya y sus manos sobre mi espalda bajaron hasta mi trasero, jadee sin evitarlo y Steve apretó sus manos sobre la tela de mi pantalón una sola vez para volver a subirlas a mi espalda. 

—Te deseo tanto Steve — susurré deslizando mi boca hasta su oreja, mordisqueando un poco antes de volver a bajar por su cuello y dejar leves mordiscos. Volví a subir a su boca y tiré de su labio inferior — ¿Tú no me deseas? 

Steve gruñó y sus manos grandes ahuecaron mi trasero apretando con fuerza. Deslizó las manos bajo mis piernas y de un movimiento me levantó del suelo para pegarme contra la pared del ascensor.

—Te deseo tanto, que seguramente no me importaría que esa cámara nos grabara Elena. Te haría el amor aquí y donde fuera una y otra maldita vez — su voz bajó varios tonos mientras mi cuerpo estaba tan caliente y ansioso. Volví a besarlo jadeando, ahogando mis gemidos sexuales en su boca. Conteniendo mi vida en el movimiento sensual de su lengua al tocar la mía. De sus manos metiéndose bajo mi camiseta en mi espalda, de ambos jadeando en busca de aliento — pero quiero que nuestra primera vez sea intima. Tuya y mía. 

Red Rope  ━ Stephen Strange/Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora