11. Pastelito.

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En el sueño, difusos recuerdos surcaban la mente de un tigre centenario. Regresaba al año 1519 cuando, al pie de las montañas más altas del mundo, se asomó entre la selvática vegetación para acceder al abrevadero. Cada criatura en su mundo le temía, lo respetaba, especialmente esos curiosos seres de dos patas; los humanos, en su mayoría monjes de un templo cercano, eran presas fáciles, pero le llevaban aves y cerdos a modo de ofrenda para que el gran predador, amo y señor de la zona, les concediera acceso a sus preciadas aguas y no tomara sus vidas.

Sin palabras ni extensos pensamientos en su mente, los animales no reflexionan sobre su existencia. Eso cambió el día en que la bestia permitió a un niño humano, pequeño e ignorante del peligro al que se exponía en su incursión, sostener su gran cabeza. En lugar de matarlo de un zarpazo, fue gentil igualando el gesto... Se sorprendió al percibir sus patas diferentes; su ostentoso pelaje, naranja y rayado de negro, ya no estaba, tampoco sus garras, la mayor parte de su ser fue reemplazado por un pálido y desnudo cuerpo humano.

El tigre que los monjes temían, respetaban y adoraban, acababa de convertirse en un ser pensante: un cátzul, mediador entre la sabiduría de la naturaleza y la humana. Un milagro inusual que trajo bendición a la zona por trescientos años. Uno que, eventualmente, se convirtió en maldición para el mismo ser, quien jamás podría regresar en el tiempo, ni a su primer hogar en la seguridad de la selva, pues la misma dejó de existir.

Cuando la ambición superó al miedo y los ojos humanos dejaron de admirar lo que es superior a ellos, el respeto se desvaneció, iniciando una explotación descarada hacia la naturaleza.

«Debí... Arrancarle la cabeza, y regresar a mi hogar...», era el arrepentimiento de aquel tigre, recordando haber sido compasivo con una especie que no entiende las verdaderas leyes de la vida.

31 de Diciembre 2018. (La mañana tras la llegada de Tae a la Tierra)

9:00 AM

El hermoso tigre de antaño ya no existía, no como tal. Viviendo de migajas de energía, su forma animal se había atrofiado hacía décadas; primero perdió su tamaño, reduciéndose al de un simple gato doméstico. Años atrás se borraron sus rayas, llevándose con ellas los vestigios de su orgullo... Hacía sólo unos meses, su llamativo tono anaranjado empalideció hasta culminar en blanco, como el fantasma en el que amenazaba convertirse.

Tras turbulentos 500 años de vida, Yoongi no era más que un gato; un felino añoso y desconfiado, cuyas abundantes cicatrices carecían de pelaje dándole un aspecto indeseable y enfermizo, especialmente por su cuello casi lampiño y áspero. Aquella mañana, el feo minino despertó sintiendo el agradable mantra de los monjes y el aroma a incienso cada vez más lejanos en su sueño, reemplazados por desagradables gritos y el costoso pero apestante perfume de su ama; era la realidad fastidiando otra vez. Estaba sobre el refrigerador, sin molestar a nadie, cuando el "maldito día" comenzó. Estiró sus patas desganado, odiando oír la décima versión de la misma estúpida discusión de los humanos amos de casa. Los odiaba infinitamente; tanto a él por ser un machista descarado que se creía "moderno" por permitir a su mujer trabajar, como a ella por permitirle hacer de la vida de todos lo que fuese su voluntad y no mandarlo a la mierda, únicamente porque él provenía de una familia adinerada y costeaba los lujos que le gustaba ostentar en redes sociales.

La casa era enorme, pero no volvía más sencillo soportar a los cuatro suegros y al menos tres cuñadas con sus parejas e hijos compartiendo el mismo insoportable techo. La clásica historia de la familia aparentemente perfecta ante el mundo, que internamente no sólo es disfuncional sino una eterna guerra sin trincheras, tenía harto al pobre gato que, hasta entonces, carecía de mejores opciones.

Un "lárgate, estamos hablando" ya estaba de sobra. Rociar al gato con limpiavidrios para espantarlo y que los dejara "discutir a gusto", fue abusivo. Yoongi bajó de un salto y corrió de forma instintiva, oyendo un vago "no trates así al gato" de parte de la mujer. Odiaba a ambos, igualmente. «Los mataría...» Si la racionalidad no le dijese que eso sería «Un poquito demasiado, Yoonie. Compórtate o todo será peor».

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora