28. Lymbreus.

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Nirdumbay se yergue en la cima del Árbol de la Vida. "Sobre el cielo", se hace llamar, aludiendo a su cercanía con la fuente de energía blanca. Es el hogar de los seres de luz pura, elegidos por los ocho dioses para cuidar y guiar a los espíritus desafortunados que, tras la muerte, no han conseguido descansar en paz; enfermos, deambulan por los jardines, altares y desoladas estructuras de blanco marfil dispuestas en Nirdumbay par atraerlos y resguardarlos del resto del mundo.

¿Cielo? ¿Como comúnmente se cree? No; la copa del árbol, donde la noche jamás cae, no es lugar de premio ni regocijo sino una bella y etérea jaula en la que los seres de luz aguardan confinados... Un "mundo" estrecho, limitado por el inmenso vacío blanco a su alrededor. Aunque noble, la labor de las Nirusas sofoca sus propias almas al mantenerlas en constante contacto con el sufrimiento de los espíritus. Los sanan, purifican, regresándolos al flujo de energía del árbol, donde confluyen hacia el renacimiento. Pero... ¿Qué queda para ellas mismas? Presas en la cima.

Los soldados Níreos gozan algo más de libertad. La abundante energía del árbol, por alguna razón que escapa a su comprensión, crea constantemente criaturas monstruosas y agresivas que amenazan con destruir las ramas de las que depende su mundo. ¿Suicidas? ¿Provienen realmente del mismo árbol que intentan destruir? ¿Por qué? No son los soldados quienes investigan, ellos sólo cumplen con la labor que les asignaron los dioses; eliminar a esas criaturas, incluso si implica arriesgar sus vidas. Vuelan hasta zonas lejanas, altas y bajas, en busca de los focos de energía que dan vida a los monstruos, cuidando del tronco y ramas de su mundo.

Jimin conocía las ramas bajas del árbol hasta donde había acompañado a su padre, Lord Zerus, en sus investigaciones. Sí; el General Níreo fue quien creó y crió al joven de ojos dorados y, a pesar de las apariencias, hizo un buen trabajo. Le enseñó la importancia de la lealtad, a pensar con claridad, siempre con el bienestar de los demás en mira por sobre cualquier gloria personal. «Los más grandes héroes son aquellos a quienes nadie conoce, los que han evitado el conflicto salvando vidas antes de verlas en peligro. Quienes han arriesgado su propio orgullo con tal de perseverar en nobles objetivos», solía decirle. Y sí; era un jodido burlón, pero jamás le falló.

Fue Zerus quien aconsejó bien a Jimin cuando este temía por la vida de su alma gemela. Enviar Tae a la Tierra, simulando haberlo asesinado, fue su idea; porque sabía, sabía perfectamente que de defender incluso la causa más noble, no tendría caso ante la abrumadora oleada de ignorancia que los rodeaba; la que se manifestaba ciega y sorda.

«Porque aunque yo lo defienda con mi espada, sólo lograré derramar sangre que pesará sobre nosotros, quitando de nuestras manos la razón de defender una causa justa. En cambio, tengo fe en que los dioses han preparado algo especial para él; libéralo de este mundo y hallará su camino por sí mismo... Entonces iremos en su búsqueda y sabremos qué estamos defendiendo».

En sus últimos años de entrenamiento, desde los quince años, ambos jóvenes de luz se veían cada vez menos en espera del día que sellaría sus destinos. Jimin con su padre disparaba flechas a los pequeños monstruos en las ramas bajas. Mientras... Taehyung, acompañaba a su madre al triste Desván de Almas Desoladas.

El llamado "desván" se hallaba en los pisos más altos del Castillo de Marfil, tras la catedral del Templo del Espíritu. Se sentía como un laberinto neblinoso al que casi nadie se animaba a subir. Se necesitaba un buen mapa y agudo sentido de la orientación para ascender hasta allá, dado a que la constante niebla impedía ver más allá de un metro ante sus narices. Sumado al temor de perderse ¿Qué caso tenía llegar hasta lo más alto? donde los fantasmas errantes se regodeaban en su miseria por décadas hasta desvanecerse, muriendo definitivamente sin chance de renacer. Las Niryusas se encargaban de guiar y sanar almas, pero aquellos espíritus cruzaban un límite de dolor en el que nada los contentaba; sus heridas eran demasiado profundas e incomprensibles, incluso para las más sabias damas de luz... Simplemente no podían ayudarles.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora