3. Secuestrado.

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1 de Febrero 2019

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«No... No puedes... ¡Contrólate, maldición!». Entre jadeos, Kook sentía perder la lucha contra su vampiro interno, el que, sediento de energía para su alma debilitada, doblegaba su consciencia y voluntad. Su más primitivo instinto exigía saciarse a costa del infortunado más cercano, en aquel caso; el joven dócilmente expuesto entre sus brazos.

La puerta cerrada, la oscuridad de la noche y el silencio, lo alentaban a cometer el crimen. Inclinado sobre la víctima con la que ya estaba encaprichado, estrechó el abrazo para sentir su aroma, rozar su piel con los labios; «Tan delicioso, lo devoraría entero sin importar nada...» Cerró los ojos con fuerza; si los abría, el intenso brillo morado en sus ojos escaparía pasando por alto las lentillas negras, hipnotizando a Tae sin piedad... «Lo haría rogar por mí».

«No ¡No! Maldición ¿Por qué yo? ¿Qué clase de maldición me persigue? O, más bien yo...». Era el culpable; debía reconocerlo.

Los sentimientos negativos, contagiosos de un alma a otra, causan fisuras en el alma de las personas por las que su energía escapa. Siendo especialmente susceptibles ese tipo de "fugas", los léuzur responsables cuidan que sus reservas de energía no bajen de cierto umbral. Pero Jungkook no era esa clase de léuzur; él vivía de rastrojos, propenso a que cualquier tragedia encendiera su voracidad.

La respiración agitada del suicida aflojaba. El sollozo cesaba ante el cobijo ofrecido por el desconocido. Tae no sospechaba las razones por las que el pintor lo estrechaba con tal fuerza, por qué hundía el rostro en su piel y olía su cabello; aturdido por la dulce y tentadora presencia del léuzur se sintió querido. Aunque aquel afecto fuera falso y apestaba a lástima, lo aceptaba, pues lo salvaba; aligeraba el peso que antes oprimía su corazón.

-¡Taehyung! -El grito de la casera exaltó a ambos jóvenes. Ella no esperó a recibir respuesta; abrió la puerta de golpe, enfurecida.

«¡Ese viejo de mierda!» Jungkook lo supo de inmediato; el hombre entrometido de antes había ido con el chisme a la casera, cuando no había peor momento para fastidiarlo. Volteó crispado cual bestia en defensa de su presa, sus ojos se abrieron rabiosos, revelando el brillo morado alrededor y al centro de las lentillas. Involuntariamente, el predador se mostraba salvaje en plena escena del crimen, bajo la soga en el techo, junto al débil muchacho de cuello enrojecido por el tirón de hacía un par de minutos.

El reflejo de luz morada en los ojos de la alta señora advirtió al joven léuzur de su error. Fue fugaz, menos que un parpadeo que alcanzó a retener a tiempo, bajando la cabeza a ojos cerrados, presionándose el entrecejo con los dedos. No quería empeorar todo, necesitaba salir de ahí; ya.

-¡Por el amor de Dios, Tae! No te acepté aquí para que traigas de estas bestias pervertidas ¡Largo de aquí, par de calenturientos! -exclamó la mujer horrorizada. Kook pensó rápido «¿Ella cree que estábamos...?», era feo, pero ojalá y aquel hubiese sido el caso. Igualmente lo favorecía; le daba oportunidad de escapar antes de que sospecharan algo peor.

-¡Ah! Señora Marlene ¡Lo siento! -Tae se sentó en la cama de un respingo, barriendo sus largas pestañas en zalamería para excusase- El señor me trajo la pintura que compré, pero ya se iba.

«¿Señor? ¿Me dijiste señor?», al pobre léuzur le dolía la cabeza de estrés, aún así quería golpearlo; Taehyung le parecía a cada segundo más raro. «¿Qué no acabas de intentar suicidarte? ¡De dónde sacas ese tonito de niño mimado en un momento así!»

-Es la última queja de los vecinos que te aguanto -advirtió la mujer, doblegada ante el puchero de su inquilino.

-Sí, es la última -apoyó Jungkook poniéndose de pie, disimulando la debilidad en sus piernas. Tomó la mano de Tae viéndolo fugazmente a los ojos para que no pudiese negarse a su voluntad- Vendrá a vivir conmigo.

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