Capítulo 2

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Dos años después desde que nos fuimos las cosas mejoraron un poco.

Vivíamos en un pequeño apartamento y Madeline iba a visitarnos pese a que vivíamos lejos. El lugar no era el mejor, pero estábamos juntos y era todo lo que importaba.

En la escuela tenía que seguir cuidándome de los abusos de mis compañeros, vaya que eran persistentes, sin embargo, hubo un gran cambio.

Terminando las clases el grupo de Stefan pensó que era buena idea entre todos darme un susto, como encerrarme en el armario del conserje. Sabia sus intenciones por eso termine empujando a uno de ellos dentro antes de que tuvieran oportunidad. Eso los enfureció y comenzaron a perseguirme. Me oculte en un callejón detrás de unas bolsas de residuos. No les costó encontrarme, por desgracia. Me rodearon, dejándome incapaz de escapar.

El más gordo del grupo saco un paquete de galletas de su mochila, de esas que tienen chispas de chocolate. Mis favoritas. Y me las ofreció como si fuera un animal, las movió de un lado a otro sin dejar de soltar comentarios hirientes. Stefan se alejó del grupo, bajo la mirada, parecía fascinado por sus zapatos, pero no fue de capaz de ocultar su vergüenza. No dijo nada. El que tenía el paquete saco cuatro galletas y las tiro a mi cara. Me lance dispuesto a darle un golpe y lo hubiera hecho de no ser por el grito de Stefan.

Se alejaron discutiendo entre sí.

Mire las galletas en el suelo y luego las espaldas de mis compañeros. ¿Cómo se podía llegar a ser tan cruel? Levante las galletas, las que tanto me gustaban, habían dejado el resto del paquete no lejos. Me pregunte si podía llevarme aquellas a casa. Me avergoncé tanto de mí mismo que no pude evitar llorar. Tan solo saber que mojaban mis mejillas me hizo querer llorar con más fuerza.

De entre las bolsas salió un perro callejero, sus costillas se marcaban y miraba las galletas casi de la misma forma que, imagino, lo hice. ¿Así era como me veían las personas? Como miraba a aquel animal, con lastima, horror y miedo. Eso me enfado. Estaba tan molesto. Molesto con las personas crueles, con las que veían todo y no hacían nada. Molesto con el mundo a tan corta edad. Esos pensamientos me asustaron.

Las lágrimas volvieron con más ímpetu que antes y empecé a compararme con ese animal. Pudo haber sido un sueño o mi imaginación, pero por un momento sentí lo que él sentía, tristeza, soledad, hambre, frío, miedo... miedo. Odiaba ese sentimiento y cuando eso paso lo odie con más ahínco que me saco un grito. Grite, grite tan fuerte que alguien tendría que haber venido, grite por todo, lo hice hasta que mi voz se fue perdiendo, hasta que las lágrimas se acabaron. Quería seguir gritando cuando me di cuenta de que nadie había venido, otra vez, siguieron su camino fingiendo no verme. Ese grito decidí guardármelo para después para cuando realmente lo necesitara.

Dolía, no como una herida que te haces corriendo o jugando, no, esto dolía más al fondo y no entendí como eso era posible.

Al final le di las galletas al perro, luego me marche a casa con las lágrimas ya secas.

***

En la escuela estaban arreglando una de las cañerías, había un gran pozo en el que el agua caía.

Hasta esa mañana abandone la idea de vengarme de esos chicos, pero volvieron al ataque durante el almuerzo. Se llevaron la bandeja de Madeline. Eso fue suficiente para retomar mi idea, quería que ese grupo aprendiera la lección. Lo planee todo para que quedaran atrapados en el pozo, solo el tiempo suficiente para asustarlos. Lo tenía todo calculado. Deje una nota en sus asientos diciendo que los esperaba en el gimnasio.

Mamá solía decir que el perdón es la mejor de las venganzas porque nadie la esperaba. Bueno, de haberla escuchado no habría terminado en aquella situación.

La persona que apareció fue Stefan. Tan enfadado como estaba le grite, de alguna forma terminamos en el mismo lugar en donde tenía que estar su grupo. Lo siguiente que supe fue que ambos resbalamos y terminamos cubiertos de barro dentro del pozo. Aun en esa situación, continúe culpándole y hasta lo empuje. Stefan me devolvió el empujón, pronto rodábamos por la tierra tratando de golpearnos.

—¡Lo hice para ayudarte! —gritó a todo pulmón.

Mis brazos cayeron laxos a mis costados, puede que también lo mirara con la boca abierta. Esa persona de todas tratando de ayudarme. Que gran broma.

—Trataba de ayudarte el director busca cualquier excusa para expulsarte, si Marcus venia y te descubrían...

Hasta ese momento tenía el pensamiento de que nadie fuera de nuestro círculo nos ayudaría, no tenía razones para pensar lo contrario.

—¿Por qué?

Las personas que te dañan no piden perdón solo se marchan.

Stefan balbuceo un montón de cosas. No entendí ninguna. Creo que se disculpó, no estoy seguro. Todo me pareció tan cómico, tan irreal, que me reí con ganas. Él enrojeció. Nos sentamos lo más alejados hasta que un profesor nos descubrió.

Los días que le siguieron a esos fueron incomodos, éramos incapaces de actuar con normalidad frente al otro. Stefan quedo relegado de su grupo, lo hacia todo solo.

***

Es tan extraño el giro que dan las cosas. Un día tu compañero de clases es tu enemigo y al otro te sigue todo el camino a casa. Esos días me sacan sonrisas al día hoy. Casi puedo verme girar cada tanto para ver al niño que me sigue. Mira, ahí está, escondido detrás del buzón del correo. Stefan con su cabello castaño ondulado y esos ojos azules; había una maestra que lo llamaba querubín.

—¿Qué estás haciendo?

Stefan salió de su pésimo escondite con las mejillas rojas.

—Voy a casa.

Mire el complejo de apartamentos sin creerlo.

—¿Vives por aquí?

Asintió.

—¿Por dónde?

Señalo a la izquierda.

Sin más me encogí de hombros y seguí mi camino. Sin esconderse y algo tímido él me siguió también. Antes de ir a casa pase por el callejón para ver cómo estaba el perro callejero.

—¿Cómo se llama? —preguntó Stefan.

—No lo sé.

—Hay que ponerle un nombre entonces.

Seguía sin saber cómo actuar ante su cambio de actitud. Lo miraba como quien ve a un extraterrestre en medio de una calle concurrida.

—¿Qué te parece Buck?

—Como el del libro —le respondí automáticamente.

Buck, le quedaba. Buck era un luchador, como él.

Stefan siguió hablándome los días siguientes, de esa forma fue como comenzó nuestra extraña amistad. Por fin tenía un amigo aparte de Madeline.

Las travesuras que hicimos juntos. 

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora