Capítulo 15

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Fue como la brisa de otoño, cálida y refrescante.

Entonces desperté y descubrí que fue todo un sueño.

Aún no decido de si fue bueno o malo.

Adrián


Fue como el despertar de un sueño, primero volando y luego cayendo en picado ocasionándose múltiples heridas.

Estaba herido, al borde de aventarse a lo más profundo cuando se dio cuenta de que nadie estaba a su lado para evitar su caída. Estiro su mano esperando rozarlo con algo, con lo que sea, y fue entonces en que el dolor se volvió tan real que le costó respirar. Una, dos, tres veces grito su nombre al vacío esperando, añorando con solo ver su mirada una vez más. Su espera se volvió lenta. Primero llego el frío, congelando hasta su corazón, en segundo lugar llego el calor, tan abrasador que lo quemo y, por último, fue el sueño. Cerró sus ojos dejándose llevar por el olvido, solo por unas horas.

Creyó escuchar su dulce voz, solo que no llamándolo sino despidiéndose sin mirar a atrás, sin devolverle su corazón que hace mucho él le había dado. Un corazón que cuido con tanto recelo, el que se juró que nadie tendría por solo el riesgo de romperlo y ella tan solo se lo llevo. No importo lo frágil que era.

Pensó que el dolor se acabaría, que se desvanecería como la niebla en una mañana de octubre. Stefan pensó muchas cosas. Pero la única que rondaba en su cabeza era que la pequeña Maddie jamás lo amaría, no cuidaría del amor que le tenía. Se preguntó si Adrián alguna vez le correspondería, aunque le doliera esperaba que sí, que apreciara a la mujer que podría tener.

Podía ver su rostro a través de sus parpados. Por más que esa tarde termino por romper con las pocas esperanzas que conservaba quiso sonreír con ella. Madeline podría volver a enamorarse y era obvio que si eso pasaba él no estaría en la lista. ¿Cuán ridículo era eso? Esperar por un amor que nunca vendrá.

Rindiéndose ante su dolor se permitió abrir sus ojos para caer de una vez por todas en la realidad que lo esperaba. Danielle tenía razón, era hora de seguir de adelante.


Stefan sostuvo su cabeza luchando contra el dolor palpitante, era un hecho, sería la última vez que bebiera. Su vista borrosa se aclaró poco a poco dejándolo confundido y con ese maldito dolor que no se iba. No sabía cuál era más fuerte si el de su corazón o el de su cabeza. Poco importaba. Era hora de despertar porque hace mucho que solo soñaba.

Lo primero que vio fue un poster. ¿Desde cuándo él era fan Hamlet? Sino recordaba mal el que se pasaba leyendo todo el tiempo era Adrián. Comenzaba a tener una vaga idea de donde estaba si su ropa tirada por el suelo no era una señal. En definitiva, la morena que lo miraba descaradamente desde el umbral de la puerta lo confirmaba.

—Despertaste, pensé que tendría que hacerlo yo.

¡Mierda! ¿Qué había hecho? Esperaba haber usado protección o Gina lo estrangularía. Los recuerdos llegaron a él. El anhelo de cariño que tanto deseaba intentando mitigarlo con una mujer que a oscuras le recordaba a ella. ¿En qué clase de persona se estaba convirtiendo? Un escalofrió le recorrió la espalda. Era suficiente. Madeline no estaba obligada a amarlo —aunque él lo deseara— se merecía ser feliz con la persona que eligiera, y él también se lo merecía.

Levantarse le resulto la tarea más difícil, después de todo se levantaba en más de un sentido. En todo momento evito mirar a la chica, que solo se quedó parada en el mismo lugar, la culpa que sentía le pesaba. Reprimió un suspiro de alivio al ver que solo le faltaba atarse los cordones. ¿Cuánto le había tomado llevar a cabo todo? Una hora para buscar su camisa, dos para buscar su pantalón, que por una extraña razón estaba debajo de la cama. La realidad es que solo pasaron minutos, minutos que le parecieron eternos. El verdadero problema fue enfrentar a la desconocida.

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora